Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima
I
En este momento de la historia,
el primer deber de la universidad es sobrevivir.
II
Desde el movimiento de Córdoba,
-más de cien años después-, se sigue añorando la libertad de cátedra. Nunca
estuvo tan ausente; debe ser porque ahora muy pocos docentes la desean.
III
En un mundo repleto de
incertidumbres, las universidades siguen emitiendo verdades; sospecho que ese
es su grave error. El principal objetivo de un claustro educativo debería ser
dudar.
IV
No hay aprendizaje sin desacato a
la ignorancia, que casi siempre se refleja en lo establecido. ¿Es factible aprender a volar temiendo las alturas? ¿Será
posible cultivar el conocimiento en una universidad sumisa?
V
Pululan tantas teorías
pedagógicas y didácticas que la implementación de las mismas puede fácilmente hacer
inviable la universidad.
VI
La universidad y los sujetos
vivimos tiempos distintos. Las instituciones son del siglo XIX, los docentes
enseñan para el siglo XX y los estudiantes están sumergidos en el siglo XXI. La
atemporalidad es nuestro drama.

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