octubre 13, 2018

¿Dónde están los que quebraron la Universidad del Tolima?


Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Profesor Universidad del Tolima

Por estos días la efervescencia de la movilización por la defensa de las Universidades Públicas crece, la asamblea de estudiantes de la UT volvió a llenar el Coliseo reclamando una mejor universidad y los profesores desde la Asamblea Permanente han venido generando conciencia crítica y cohesionando esfuerzos nacionales que impliquen el aumento del presupuesto en educación. Justo por estos días ha vuelto a aparecer un grupo de “viudos del poder”, que disfrazados de “revolucionarios”, quieren posesionar un discurso falso de la historia reciente de la UT.
Hace tres años (6 semestres), muchos de los jóvenes que hoy se movilizan por la defensa de la Universidad Pública no habían llegado al campus. Quizás por eso ellos no sepan que en la Universidad del Tolima se libró una gran lucha para defenderla de una camarilla que se la había apropiado. Ese grupo contaba con la anuencia del partido liberal y el entonces gobernador Delgado Peñón, algunos conservadores como José “Choco” Hernádez y Samy Merheg, respaldados por varios sectores internos de profesores, funcionarios e incluso estudiantes, cuyo único objetivo era alimentar su botín burocrático.
Los rescoldos de esos viejos grupos de poder, hoy maquillados por el olvido, aparecen congregados en nuevas organizaciones, porque siempre hacen lo mismo, cambian de logo para aparentar ser progresistas, y ayudados por los que hacen pintas y panfletos por encargo, han querido apropiarse de la movilización poniendo dos mentiras a circular: 1. Que la culpa de la crisis de la UT es de la actual administración. 2. Que la Asociación Sindical de Profesores Universitarios (ASPU) entregó la UT al barretismo. Veamos cómo son las cosas:
La crisis de la UT, la confluencia de tres males
La desfinanciación nacional que es comportamiento histórico de los gobiernos de turno, la ausencia de compromiso real de los gobiernos departamentales y la rectoría de Herman Muñoz Ñungo y su camarilla de áulicos, hicieron que entre 2014 y 2016, la UT pasará de tener un aceptable comportamiento financiero y académico, a la quiebra. El Ministerio de Educación estuvo a punto de intervenir la UT mediante la Ley 550, algo que se evitó gracias a los trabajadores (especialmente Sintraunicol), estudiantes y docentes de ASPU que entonces impidieron la violación de la autonomía universitaria. Muchos de los estudiantes de ese entonces ya se graduaron, por eso los nuevos deben saber el fruto de esas luchas pasadas.
El gobernador de entonces, Delgado Peñón, se negó a prestarle ayuda a la UT, al contrario, mediante un acto mezquino desempolvó un viejo documento que con argucias condenaba a la Universidad del Tolima a pagarle a la gobernación 30 mil millones. Tras de cotudo con paperas. Además, dejaron de pagar salarios y un proyecto como el Hospital veterinario terminó siendo un elefante blanco en el cual andaban perdidos cerca de 6.000 mil millones de pesos, sin contar con múltiples derroches denunciados por ASPU y de los cuales aún se esperan respuesta de los entes de control.
Ante la inviabilidad de la UT y después de marchas, protestas, cierres, plantones, denuncias y cientos de actos más, se hizo necesario hacer una huelga de hambre triestamentaria, que terminó por presionar la renuncia del entonces rector Muñoz Ñungo, quien luego, en un acto de supremo cinismo, demandó a la Universidad por 600 millones de pesos y a quienes protestaban los emplazó por acoso laboral.
La UT estaba casi en ruinas. Debimos empezar a recomponer sus cimientos. La Asamblea Universitaria no avanzó porque el sector en pugna llegó a boicotearla. El Consejo Superior Universitario nombró un rector para un periodo de transición, dispuso unas reglas de austeridad, ya que las decanaturas se habían tornado en ruedas sueltas que ordenaba todo tipo de gastos sin compadecerse de las frágiles finanzas. Y así, después de dos años, tenemos un panorama en donde el déficit se ha reducido a la mitad, se aumentaron las transferencias departamentales, algo que no se hizo nunca desde 1993 y se ha avanzado de gran manera en la recuperación académica. Hoy están de nuevo abiertos los espacios de representación de todos los estamentos y tenemos un rector en propiedad para los próximos cuatro años. La Universidad tiene otro rostro, pero aún los fantasmas siguen vivos.
Esto es lo que no dicen los que llegan disfrazados de progresistas, democráticos y defensores de la UT, eso lo callan porque muchos de ellos fueron protagonistas de la debacle y solo culpando a otros quieren lavar su patética imagen. El hoy es difícil, necesitamos aunar esfuerzos para que un gobierno como el actual le traslade los recursos a las universidades públicas, pero debemos evitar que se cuelen los viejos victimarios de la UT que hoy con su antigua forma de la artimaña quieren aparecer como víctimas.
ASPU, Sindicato líder en la transformación de la UT
En Colombia pertenecer a un sindicato implica cargar un karma y si el sindicato no se conforma con prebendas sino que lucha por los derechos colectivos, peor. ASPU Tolima lleva 45 años de historia y en su inventario de luchas siempre figura como primordial la defensa de la educación pública, la dignificación del trabajo docente y el respeto y defensa de la autonomía universitaria.
Quienes odian a ASPU en la UT, en su mayoría pertenecieron a ASPU, pero al no poder controlar la organización para sus intereses particulares de poder, renunciaron y han armado varias organizaciones fachadas que suelen durar lo que duran los momentos electorales. Dos enemigos de ASPU muy activos son los profesores Miguel Espinosa y Félix Salgado, ambos alfiles de la desastrosa administración de Muñoz Ñungo. El profesor Espinosa no desaprovecha para echarle la culpa a ASPU de todos los males actuales de la UT, pero lo que no dice es que él fue el director de la Oficina de Desarrollo Institucional (ODI), en gran parte responsable de la debacle de planeación financiera y estratégica de ese entonces. Por su parte el profesor Félix Salgado, viejo protegido por el MOIR en la UT, se ha dedicado a demandar la Universidad del Tolima como si esa fuese su tesis doctoral, con resultados hasta hoy nulos.
Por su parte ASPU, con una nueva Junta Directiva y enarbolando los postulados que la hacen la mayor organización de afiliados profesorales del país y la UT, sigue comprometida en la modernización y reforma de la Universidad. Es claro que necesitamos nuevos estatutos, nuevas reglamentaciones de contratación, una planta administrativa más eficiente, mejor manejo de los recursos públicos. Requerimos un adecuado sistema democrático de elección de las personas que gobiernan la UT, entendiendo que estamos en una Universidad, no en un pueblo politiquero como parecía hace años las elecciones de decanos, en donde los buses, el trago y la lechona hacían de las suyas.
El compromiso del Sindicato de profesores es con la Universidad del Tolima, con su futuro y eso no le gusta a quienes han sido “pelechadores” de los dineros públicos y dueños de la burocracia. Por eso de nuevo aparecen, camuflados, trabajando de bajo perfil, tramando y complotando, diciéndoles a los nuevos estudiantes que ellos son la vanguardia, que los malos son los otros.

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Hoy estamos llamados de nuevo a luchar contra un gobierno cuya prioridad es la guerra y para quienes la educación es plato de segunda mesa. Debemos juntarnos porque juntos es que somos fuerza de cambio, de transformación. Pero que esa euforia no nos haga olvidar el pasado reciente de nuestra Universidad, que no vengan los responsables a pontificar y a vendernos espejitos de colores, sabemos quiénes fueron, siguen por ahí, y para quienes se preguntan ¿en dónde están los que quebraron la Universidad del Tolima?, ahí les dejo una pista.

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