noviembre 06, 2013

LA CIUDAD PUJANTE



Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Apenas te vas aproximando desde el aire te sorprende a lo lejos el hermoso perfil de su paisaje. Luego empiezas a descender sobre una corta pista en donde un gran avión no podría meter sus narices. El pequeño aeroplano aparca mientras una despistada ayudante de vuelo (azafata en aviones más grandes) te traduce la felicidad del aterrizaje, felicidad que todos compartimos porque en esta pista con nombre de aeropuerto todo podría ser posible.

Desciendes y mientras caminas entre conos rojos ves a tres o cuatro despistados esperando tras las rejas a que algún conocido descienda. Deben llevar horas esperando. Vas al estrecho cuarto en donde la banda ruidosa te entrega las maletas y sales sin que nadie verifique tu propiedad. Solo un anciano dormita en la puerta y mira pasar brazos y maletas, el problema de este viejo vigilante es que ya debería estar jubilado, pues sus manos contienen la huella de muchas horas laborales.

Las ciudades empiezan a hablarte desde sus puertas. El aeropuerto es una de ellas, la preferida en tiempos de aires, conexiones y vidas aglutinadas por el ir venir de los horarios. Este aeropuerto parece un barco lacerado. Sus baños, cuando no están cerrados, están sin agua y sin papel. Los taxistas merodean sus risas en los bordes y los operadores dormitan en los pasillos. Si llegas unos minutos tarde te regañan, pero te piden paciencia ante una espera de tres horas en las mañanas, porque casi siempre se presentan problemas de bruma, tráfico aéreo o cosas de esas…

Si abres la puerta y recorres los primeros pasillos de esta ciudad, encontrarás un taxista malgeniado que ni te saluda; una carretera repleta de las cicatrices por la desidia estatal y un taxímetro que no corre, sino que corroe. Entonces a la altura de Mirolindo, descubres que has regresado a Ibagué, la ciudad pujante, llamada así porque aquí todos pujamos ante la escasez de agua, ante la malversación de lo público, ante el descuido de las calles. Ciudad en la cual desde que estás descendiendo sobre el aeropuertico pujas para que un chulo no se pose en tu ventanilla y recuerdas que ser ibaguereño es tener la capacidad de aceptarlo todo y de vez en cuando pujar.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesante ... Lo mismo pasa cuando te sientas en la plaza Simón Bolivar... He tenido esa sensación ¿Será que algún día va a pasar algo distinto? La conforme quietud. La anulación a los debates. Porque plantear la disidencia es hoy por hoy, una actividad que en las costumbres históricas de nuestra linda Colombia paisajisticamente hablando, está mandado a ser anulado. Hace rato leo tus texto... Gracias.

Victoria Rodríguez Salamanca

Unknown dijo...

QUE MARAVILLOSO PROFE PODER TENER LA CAPACIDAD DE EXPRESARNOS E UN LENGUAJE TAN MARAVILLOSO.

Aydee Rayo dijo...

Es la realidad de nuestro departamento destruido y nuestro conformismo acrecienta este volcán,claro sentimos felicidad por llegar a nuestra ciudad y como difiere el paisaje con la realidad : Hospitales en miseria por haber sido fortín político,nuestro glorioso aeropuerto con 50 años de atraso en infraestructura,falta de calidad en atención al usuario, donde no se le fideliza , y el "despiste" al que hace alusión no debería existir si se manejase buena comunicación con las familiares y salas adecuadas para disminuir los niveles de stres . Ante un mal servicio paciencia es la palabra cómoda para evitar oposición a la mediocridad, debemos pensar en grande y formar seres con alta competitividad en calidad, comprometidos con la modernización como estrategia principal y el adecuado manejo de recursos, en búsqueda de un servicio optimo a nivel nacional e internacional donde no exista el manejo de recursos por terceros sino la palabra servir como lema y no "paciencia".

Anónimo dijo...

La muestra que se hace en este articulo acerca de la cuidad, es una critica bastante real en nuestra sociedad cambiante, en este momento existen lugares no solo ibague, sino muchos que se encuentras con sus vías de transporte totalmente abandonadas, pueblos en donde el agua no es derecho de todos, todas las promesas realizadas por grandes entes gubernamentales se han quedado en promesas obsoletas que ya cumplieron su caducidad, y nosotros como pueblo, solo seguimos esperando a que un gobierno facilista algún ida cumpla con su pueblo.

Unknown dijo...

Todo es muy cierto, aunque suene duro eso es nuestra ciudad, una realidad dolorosa porque ni los mas altos gobernantes hacen nada para que una ciudad tan nombrada, lo sea por su belleza y no por su abandono.

Unknown dijo...

Es interesante ver la realidad reflejada en letras, muy buena lectura de nuestro acontecer de ciudad, que bueno seria seguir soñando con los sueños de nuestros ancianos que vieron una ciudad diferente en sus atardeceres, pero que lastimosamente la ha corroído eso mal llamado política publica que solo es de unos cuantos. Levantar la voz desde el silencio armonioso de los escritos es dejar huella en una realidad latente y creadora. Muchas gracias por permitirme leerle.

Natalia Galeano Enciso dijo...

Peculiar y única la forma en que con palabras comunes, pero organizadas de manera estética el profesor Carlos Gamboa logra deleitarnos con una lectura que nos lleva (así nunca hayamos estado en este aeropuerto) a la vivencia de la llegada por medio de un vuelo a la ciudad. Y con sus frases y párrafos elaborados nos muestra la realidad de la gente ibaguereña, y así no seamos nacidos aquí nos pertenece este ambiente, porque esta es la ciudad que escogimos para pasar buena parte de nuestras vidas.

LA PIEDRA ANGULAR dijo...

sinceramente Profesor Carlos Gamboa tiene usted razón, es una apreciación acertada, esta conforme a la realidad, sin embargo Ibagué no es solamente el panorama sombrio que usted relata, hay que mostrar las dos caras de la moneda y por sobre todo hay que sembrar con nuestras palabras la semilla de la esperanza en las personas es allí donde empiezan los cambios en nuestra actitud para afrontar el bello milagro de la vida.