julio 04, 2013

DEMOFASCISMO Y UNIVERSIDAD



Por: Julio César Carrión Castro
Universidad del Tolima
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“La lucha democrática no debe ser fetichizada; es una de las formas de la lucha, y su elección deberá estar determinada por una evaluación estratégica global de las circunstancias, no por su valor intrínseco ostensiblemente superior…”
 Slavov Zizek.
Toda esa promoción publicitaria del supuesto “valor intrínseco superior de la democracia” como forma de organización social y de gobierno, frente a otras opciones políticas, nos convoca a estar muy  atentos, porque existe una constante manipulación teorética que ha reducido la democracia y sus valores, a una simple retórica teatral y efectista, de la que se hace uso, no sólo entre los politiqueros en trance de elección, sino, particularmente, en el parque temático de las universidades.
Se trata de una manipulación que se realiza con las palabras, tesis y posturas, supuestamente “democráticas”, que son hábilmente empleadas por todo tipo de farsantes, ya no sólo de la vieja derecha goda y sectaria, sino, ahora, en nombre y representación de los activistas y militantes de una nueva izquierda académica y universitaria. Para este tipo de “activistas” -que hoy ocupan cátedras y cargos de dirección, principalmente en las universidades públicas- el quehacer político se reduce a la realización de sus intereses personales, astutamente disfrazados de interés general. A su pose de “intelectuales comprometidos”, adicionan verborrea pseudo-democrática y una constante retahíla de lugares comunes: se autoproclaman como los más auténticos “demócratas”, simulando supuestos saberes, lo que les permite, en todo caso, defender veladamente el statu quo que les beneficia, mientras esconden el oportunismo y  el trepadorismo que les acompaña.
Tras la obtención de puntajes para su promoción y ascenso, estos campeones del rastacuerismo y la simulación, desaforadamente buscan el reconocimiento, la divulgación mediática de sus imágenes y el despliegue publicitario y farandulero de todo cuanto hacen o dejan de hacer. Ensayan todas las formas de genuflexión y entrega, y hasta hablan de “humildad universitaria” para obtener y preservar dicho “reconocimiento” -que se expresa, claro está, en los cargos alcanzados, mediante convenientes “acuerdos” y renunciaciones-.
Bajo la publicitada teoría de que sus actuaciones están acompañadas de la “sensatez”, de la “decencia”, de la “cordura”, del “academicismo”, nos dicen que es a partir de sus “tesis” centristas, tolerantes y pacifistas, como se puede alcanzar la más amplia convergencia e integración entre las diversas expresiones del espectro político. Ocultan sus más oscuros intereses personales, tras la disculpa de buscar el “bien común”. Estos son, en resumen, los peligrosos “académicos”, nuevos defensores y promotores de las “sanas costumbres” y de “la democracia”.
Ese tipo de mentalidad esquizoide -sumisa y subalterna, con los poderosos, pero altanera y represiva con los dependientes- se multiplica y reproduce aceleradamente en el mundillo universitario, y se expresa mediante sofisticados mecanismos de represión y propaganda, utilizados por estos cruzados de la “democracia”, en la tarea de perseguir “el restablecimiento de la moral y de las sanas costumbre”, promoviendo desde sus oficinas o desde la cátedra, acciones contra la drogadicción, el alcoholismo, el microtráfico de estupefacientes; en fin, acciones por la decencia y la cordura oficialmente establecidas. Su compromiso es seguir la tradición de aquellos líderes y caudillos que, como Hitler o Mao Tse Tung, obtuvieron resonantes “victorias” reiterando permanentemente sus “principios” de “decencia”, “pureza”, “transparencia”, “honestidad”… y llamando constantemente a la defensa de los ideales -la raza, la nación, la clase, la patria, la democracia, la revolución cultural  o, la academia…-
 Esa supuesta obstinación -o tozudez- por la defensa de la democracia de lo existente, esconde y disimula la real defensa del poder despótico que representan, pero que les es necesario enmascarar.
 Hay en todo ello una especie de triunfo póstumo de Hitler o de Mao y en general del fascismo -de derecha o de izquierda-, pues, esta “astucia de la razón” opresiva y dictatorial, cada vez más caracteriza a los regímenes “democráticos” del capitalismo tardío, y como cumpliendo una especie de metástasis, se despliega obteniendo vigencia, continuidad y permanencia en las más diversas instituciones académicas y universitarias.
 También Joseph Goebbels, el ministro defensor de la “democracia ennoblecida” que representó el nacionalsocialismo alemán, en su momento, propondría descaradamente como clara expresión de su activismo político, una serie de “principios” a cumplir, para la obtención del triunfo. Tesis, propuestas y estrategias, que constituirían no sólo el a-b-c del fascismo, sino de todo activismo publicitario y propagandístico de los grupos y partidos políticos del fascismo democrático, o demofascismo, en el mundo entero.
 Como lo analizara George Orwell en su novela “1984”, en el pequeño gueto universitario -que imita y reproduce los “valores” de esta democracia simulada-, opera esta especie de policía del pensamiento, encargada de defender y mantener la democracia, las buenas maneras y los elementos necesarios para el desarrollo institucional, curricular y académico. Estos personajes cumplen su tarea: Ponen a circular mentiras, cuidadosamente elaboradas, en los circuitos del poder y luego las difunden anónimamente a través de una capa conjuntiva de peones de brega, de lacayos y de sacamicas, dispuestos a las mayores abyecciones con tal de preservar sus precarios contratos laborales. Además, un complejo equipo de rábulas y picapleitos, que fungen de asesores jurídicos y hasta de directivos académicos, no conformes con utilizar a su arbitrio oficinas como las de control interno disciplinario y otros organismos de direccionamiento o de “desarrollo institucional”, -empleadas, exclusivamente, para controlar, amenazar y mantener un régimen de miedo sobre los trabajadores y empleados- se deleitan repartiendo beneficios, cargos y promesas, entre sus huestes y clientelas; como se ha venido haciendo desde la colonia en un régimen señorial hacendatario que aún pervive.
 Estos jefecillos -de derecha o de “izquierda”- emplean los medios masivos de comunicación, para poner en picota pública y criminalizar a quienes se atreven a protestar; utilizan amañadamente los servicios de los organismos de control, atareándolos con un sinnúmero de quejas y solicitudes de investigación, promoviendo la judicialización de quienes se salen del redil y, aprovechando las ventajas de oscuras relaciones personales en el mundillo subterráneo y corrupto de la llamada justicia colombiana, temerariamente usan estos organismos estatales de vigilancia y control, manejando a su arbitrio a algunos venales jueces e “investigadores”,  amén de todo un equipo de policías, informantes, delatores, acusadores y señaladores de oficio. Como si todo esto fuese poco, estos “académicos”, terminan empleando un lenguaje similar al de las fuerzas represivas del Estado.  
Se trata de personajes que pululan hoy en las universidades públicas, quienes, para mayor vergüenza, se presentan como campeones de las militancias izquierdistas, del conocimiento, de la vida intelectual, de la academia, de las buenas maneras y hasta de la juventud… Y todo ello lo hacen… a nombre y en defensa del “ethos universitario” y de la “democracia”.

2 comentarios:

Julio César Carrión Castro dijo...

A mi me gusta. Debe haber algunos a quienes no les guste...

Anónimo dijo...

Buen día,

sí, esta es una reflexión que describe en forma adecuada a los pseudo-demócratas o mentirosos social-demócratas
Sin embargo, en este momento son aún peores los fachoburócratas con poder administrativo que pretenden vender la imagen de "calidad ICONTEC" en las universidades públicas.
Asqueante y muchísimo más peligroso... un buen ejemplo es ... mira donde estamos.
Saludos,
María Cecilia