Por:
Carlos Arturo Gamboa
1.
El Instituto de Educación
a Distancia cumplirá 30 años el próximo 30 de diciembre. Hoy es el más grande
proyecto académico de la Universidad del Tolima, pero quizás el más descuidado.
Sometido siempre a las seudo-políticas de la burocracia interna y externa, no
ha podido construir un derrotero sólido como opción de formación para el departamento
del Tolima. Por su dirección han vegetado desde tecnócratas hasta bufones del
poder, sin que hasta el momento se dilucide una verdadera apuesta académica.
Sin desconocer su importancia, sin limitar sus alcances, sin minimizar su
capacidad de entregarle a las clases menos favorecidas las posibilidad de
acceder a la Educación Superior, el IDEAD es apenas un fantasma académico que
le responde a las lógicas instrumentales de mucha cobertura y escasa
excelencia. El Ministerio de Educción estará feliz.
2.
La facultad de Educación
de la Universidad del Tolima ha formado tantos docentes que uno termina por
preguntarse: Si están bien formados, ¿por qué la realidad educativa del
contexto no cambia? Escuelas sin pedagogía, colegios sin dirección académica, políticas
pedagógicas retrógradas, esos son los principios que como tsunamis arrasan la educación.
Los diagnósticos son los mismos de hace 20 años. ¿Si la realidad no cambia para
qué tanta teoría? Tocará revisar el currículo, las prácticas docentes, la función
social del docente y mil cosas más, pero lo esencial consiste en mirarnos a la
cara y asumir nuestra ir-responsabilidad. No sólo aquí, en todas las
Universidades las facultades de educación terminaron por ser expenderos de
cartones. El Ministerio de Educación estará feliz.
3.
¿Para qué las
humanidades en tiempos in-humanos? ¿Es productivo pensar? Sometidos al nuevo régimen
de la sociedad del conocimiento, la mayoría transita las avenidas del saber en
busca de diplomas, indexaciones, indicadores, posgrados, índices de gestión y
malabarismos de la simulación, todos ellos conforman el trancón de la estupidez.
Hoy el pensar críticamente está devaluado, debes acomodarte urgentemente, el
sistema de la comodidad, sobre el cual hubiese trasbocado Nietzsche, es el faro
que guía. Da pena asomarse en los intersticios de las humanidades para
contemplar extraños ancianos, con rostros jóvenes, que claman por la muerte de
la idea, mientras erigen el becerro de oro del pensamiento único. El Ministerio
de Educación estará feliz.
4.
Es mejor no luchar,
es mejor cobrar. Este debe ser el lema de tanto docente acomodado al mundo universitario.
Clases sin contenido pero llenas de formatos, currículos bastardos que
haría llorar a Pablov, aulas desoladas
sin la opción de la magia del saber, pupitres atestados de insolentes para
aprender e idiotas para obedecer, y edificios inteligentes llenos de seres
marcados para la desolación. Los profesores aúllan en sus cuevas y obedecen en
la pradera, sometidos a la desolación del cambio se refugian en sus autos, sus cuentas
y sus fincas. Nada más triste que mirar el horizonte para contemplar a los
profesores pastando en el desierto. El Ministerio de Educación estará feliz.
5.
La horda camina
en la dirección que marca el río, los demás ansían cambiar el curso. Los demás son
pocos pero testarudos, aprendieron de la historia que los testarudos hacen la
otra historia, así los historiadores la desconozcan. Los pocos, los que
renunciaron a esa sutil forma de la simulación en donde todos están de acuerdo
para no cambiar nada, se someten al escarnio de los días, caminan sobre las
calles asfaltadas añorando el verde vegetal de sus esperanzas, pero empecinados
a no resignarse. Los pocos, ellos, que quizás un día sean los muchos, mantienen
la viva la universidad, mientras la mayoría los mira con recelo porque saben
que ellos no surgirán en sus sueños, si no en sus pesadillas. El Ministerio de
Educación ahora ha perdido su risa de tranquilidad.
1 comentario:
Cuando se camina con el corazón se tiene la certeza de ir en la dirección contraria, pero la noche es larga y de repente uno termina acomodado, no importa cuál sea la trinchera... Tus palabras vigilantes son una alarma siempre sonante que me cuestiona con voz de maestro zen. Hay días que no leo tus flechas voraces tal vez porque necesito algunos silencios que me den impulso para continuar, luego cuando te encuentro en mis pesadillas, me emociono y siento que tenemos que hablar y que mis cantos deben abrumar sin descanso las esquinas de los barrios y los oídos distraídos de los universitarios...
Yenny Garzia
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