abril 27, 2011

DE LA FEALDAD DE LA VIDA, A LA BELLEZA DE LA MUERTE

Artículo publicado en Facetas, Magazín del Nuevo Día (Ver Aqui)
Por: Carlos Arturo Gamboa B.
En uno de sus magistrales cuentos Borges lanza una sentencia., como todas las suyas, contundente y ambigua: “La muerte (o su alusión), hace preciosos y patéticos a los hombres”. Lleva a pensar esta frase que enfrentado el ser humano a su última hora, el mundo retorna a él como una visión fantasmagórica, desposeída de tiempo y espacio, como si en aquel momento pudiera acceder por fin a una mirada total de su existencia, el Aleph de su vida. Este es el tema central del cuento Lateral sur del escritor ibaguereño Elmer Hernández Espinosa, quien mediante el juego total de las palabras reconstruye el mundo fragmentando de un adolescente enfrentado al rito final de la existencia: la muerte.
La voz que narra en Lateral sur , es una voz agonística construyendo su ulterior diálogo con la vida, con su madre y consigo mismo. Una voz que retorna a su cotidianidad y al mundo de la vida para expresar con el miedo y la alegría propios de quien está frente al mayor reto de su existencia. Ambientado en la ciudad, el cuento deja entrever las tensiones propias del joven marginado, aficionado al fútbol y sometido a los trances propios de una época desencantada. ¿Qué sentido tienen ser joven en una pequeña ciudad alejada del mundo seudo-civilizado pero marcado por su devenir? Hernández parece dar cuenta de manera directa a este interrogante. La voz principal, desprovista de un nombre, como millones de jóvenes que hacen parte de esa multitud invisible que puebla los parques de la modernidad, va tejiendo su vida al ritmo de la secularidad del adulto; por ello se enfrenta a las normas establecidas: “…cuando salté a la pista tres policías trotaron hacia mi con los bolillos en la mano. Y corrí, corrí mucho y los dejé atrás, bien atrás...”, pequeño triunfo, rebelde suceso que marca la vida cuando se es joven y se lucha ante la imposición del adulto. Esta escena viene de nuevo a la mente del joven que agoniza en el asfalto, y allí se contempla realizado, aplaudido por la muchedumbre del estadio quien ve en esa pequeña trasgresión un acto liberador, acto que todos quisieran realizar pero que personificado en aquel joven se convierte por un momento en la liberación de todos.
El eje central es la imagen-símbolo de la madre concebida desde una retrospección de esos segundos de agonía, los cuales la narración expande para lograr un instante discursivo que el lector puede concebir mayor al tiempo del suceso narrado. Tomar una instantánea y la ampliarla para extraer de ella todo el mundo significante que la construye, es el juego que el autor nos propone; y allí, la figura materna abre el relato y lo cierra, logrando una totalidad discursiva que ata los hilos de la narración y provocan al lector de entrada: “Cómo explicarle, mamá, ese afán que me oprime el pecho y que me empuja…”, indicio ineluctable del ser enfrentado a su destino, sin escapatoria porque ese día debería enfrentar los ojos de la muerte/belleza: “Yo me quedo con los ojos. Si yo tuviera que coleccionar algo coleccionaría miradas”
De frente a su destino pero aún ignorando su suerte, el protagonista sabe que detrás de las miradas hay un misterio, más allá del cuerpo como metáfora del consumo a él le interesa el lenguaje de los ojos: “Me gusta mirarles los ojos a las muchachas y dejar que la mirada se escurra de los ojos a los pies. Pero me gusta empezar y quedarme un rato en sus ojos, aunque ellas no me miren, y no me miran, mamá, o me miran con desdén”
Y al mirar-se en los ojos de esa joven universitaria y descubrir el origen mismo de su existencia (aquellos ojos eran remembranza de los ojos de su madre), el protagonista intuye, quizás por un momento, que ha logrado descifrar la razón de su existencia y por eso dice sentir “unas ganas raras de irme y de quedarme”. Entonces la muerte cabalgando sobre ruedas irrumpe aquel segundo de belleza y empieza el juego atemporal del relato, para finalizar rodeado de una muchedumbre, como aquella tarde en el estadio cuando todos aplaudían su osadía.
El relato enmarcado en el destino trágico no permite al protagonista degustar un segundo de felicidad más allá de esa risa final de la joven que acepta el cumplido de sus palabras; como en el mundo real, la brecha social impide que aquellos destinos vayan más allá del simple encuentro para luego alejarse, y en vez de la derrota total frente a esa realidad el destino trae la muerte como solución. Sólo queda entonces el miedo de la reacción de su madre, los recuerdos de su breve existencia, su mundo juvenil truncado, pero sin ninguna queja interior, sin ningún resentimiento, como quien acepta de golpe su destino.
Sólo le acongoja la imagen recobrada de su madre en este instante ulterior, cuando reciba la noticia, cuando él no pueda regresar “para terminar de hacer las arepas”, entonces concibe el futuro porque ya está en el sin-tiempo: “Creo que usted se quitará el trapo de la cabeza y que rodarán las tajadas de papa por el piso. Creo que usted llorará y le dolerá la cabeza. Pobre mamá”
Lateral sur está construido desde la lectura de lo cotidiano, del mundo del joven, de una mirada rápida sobre nuestras realidades sociales, pero a la vez quedan sus ecos retumbando en los oídos del lector. Hernández logra sintetizar con fuerza la existencia breve, la atemporalidad y el enfrentamiento al destino desmitificado, características propias del mundo que denominamos moderno, y a través de giros poéticos hacer ver esa preciosidad del ser ante la muerte de la cual Borges nos hablara.

Referencias bibliográficas
BORGES, Jorge Luis. (1980) “El inmortal” En: Nueva Antología personal. Club Brugera. Barcelona.
HERNÁNDEZ ESPINOSA, Elmer. (2009) "Lateral sur". En: Revista IDEALES. Universidad del Tolima. IDEAD. Año 2. No. 3. Ibagué.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente publicacion profe... y al parecer muy bonito el libro del profe helmer!!!!
lizeth ut

Anónimo dijo...

Saludo estimado Carlos.

Ya había leido el texto en Facetas. me parece muy bien lograda su aproximación al cuento premiado del profesor Elmer. Nada tan difícil como construir un cuento donde se de la "lectura de lo cotidiano, del mundo del joven, de una mirada rápida sobre nuestras realidades sociales", desde un lenguaje sencillo, pero sugerente, donde la misma cuestión del fútbol y la dificultad de conseguir una boleta de lateral sur son también una metáfora de la difícil supervivencia en Colombia.

Ese cuento me es bien representativo, de hecho, pedí al grupo que me dejaran trabajarlo en el libro que lanzamos con la Red Alma Mater en la feria del libro el próximo miércoles.

Lo felicito por su texto, además porque es una bella invitación (desde la argumentación y el análisis) para que estudiantes y gente en general se acerquen a los escritores del Tolima y de la universidad.

Atentamente,

Jorge Ladino Gaitán

Anónimo dijo...

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