mayo 07, 2010

ENTES PÙBLICOS DESPOLITIZADOS


UN DEBATE A PROPOSITO DE LA RECIENTE DESTITUCIÒN DEL GOBERNADOR DEL VALLE JUAN CARLOS ABADÌA, MIENTRAS EL PRESIDENTE ÁLVARO URIBE SIGUE EN CAMPAÑA POLÍTICA A FAVOR DE SANTOS POR TODA COLOMBIA.

Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Ha hecho carrera en las instituciones públicas colombianas un soterrado mecanismo de politiquería que juega a favor de la corrupción y su hija preferida: el clientelismo. Este seudo-mecanismo de participación ha servido para sostener una serie de entramados del orden burocrático, que a la larga sólo es otra forma más de mal-administrar los bienes públicos: La no participación en política. Si un empelado público no puede asumir su categoría de ciudadano autónomo que le permita hacer ejercer su uso público y privado de la razón, lo que se está propiciando es la construcción de seres despolitizados, objetivo claro de caro interés para el capitalismo. No pienses, no actúes, es el lema construido desde la enajenación política de los seres que se mueven bajo el influjo adormecedor del consumo. Sin embargo, bajo el telón de las grandes corruptelas administrativas, se potencia la coacción como una forma de asimilar al individuo para que haga parte de las castas politiqueras que manejan el bien público. En ese escenario, la prebenda privada emerge como el mejor mecanismo seudo-democrático para coaptar las acciones políticas que no van más allá de respaldos a los dueños de los múltiples poderes entronizados en las instituciones públicas. En este gran mercado persa de los bienes públicos se tranza con los cuerpos y con las mentes, pero esos cuerpos no son sujetos de acción sino maniquíes dispuestos al sacrificio corporal con tal de agradecer al poder de turno; y esas mentes no se construyen desde la elaboración de un pensamiento autónomo, sino cohibido y puesto al servicio de proyectos mezquinos que para nada movilizan las dinámicas propias del quehacer público.

Así las cosas, el individuo que transita los eslabones burocráticos Weberianos, no alcanza a asumirse como sujeto político que piensa, propone, y acciona el dispositivo de su ser público, sino que queda atrapado en las múltiples bifurcaciones que a manera de meandros construyen la institucionalidad, predispuestos por ella y potenciados por ella. Ese individuo se queda sin opciones de movilizarse y por lo tanto debe decidir heterónomamente por hacer parte del entramado, matriculando su cuerpo y mente al servicio de un caudillo de oficina, lo que le garantizará acceder un poco dentro del organigrama y tener acceso a escenarios en donde sólo reproducirá la mediocridad heredada. Por otra parte, le queda la opción de asumirse como sujeto rebelado y hacer oposición frente al sistema, lo que seguramente le acarreará su pronta exclusión. El sobreviviente de la institución pública no puede decidir, sólo acatar para ser parte del gran grupo de depredadores públicos.

El sujeto ideal para el sistema burocrático público, debe ser entonces un ser despolitizado, ajeno a las acciones históricas y sociales en cuales está inmerso como ser cultural. Negarse a actuar como ser político, es asumir la pasividad que le permite al sistema consumir sus esfuerzos a favor de un orden que excluye al sujeto, potencia el individualismo y lo compra a bajos precios y en cómodas cuotas. Obviamente esto no se solucionará desmontando las formas democratizadas de participación, pero negarle al sujeto que se asuma como ente político, es prepararlo para la ciega obediencia.

No se puede, entonces, permitir que un espacio de construcción de conocimiento y de argumentos, como la Universidad Pública, se promuevan las acciones soterradas en donde se negocian los espacios de poder, y se condenen las manifestaciones políticas e ideológicas bajo la figura amañada de su imposibilidad política, cuando lo que debería erradicarse es la ocultación que trasgrede el acto político inherente a todo ser humano, para darle cabida a la politiquería. Esas acciones de prohibición en el fondo lo que promueve es continuar caminando en el largo camino de la corrupción y el desparpajo de los falsos discursos que no permiten la construcción de un pensamiento libre.

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