octubre 30, 2025

Homenaje a la historia de los libros

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Hay libros que hablan de libros, y por lo tanto son metalibros, como este que les voy a reseñar. Se trata de El infinito en un junco, de la escritora española Irene Vallejo. Aunque Irene no solo nos pasea por los recovecos atemporales por donde ha circulado el libro desde su invención, sino que también usa ese hilo de Ariadna para recrearnos bellos y trágicos episodios de la invención de la escritura, del nacimiento de la lectura y de la evolución de eso que hoy conocemos como cultura letrada.

Usando un acervo de información muy completa sobre las culturas griegas y romanas, la autora nos va paseando por los caminos que tejió la leyenda de Alejandro el Grande como excusa para depositarnos en el epicentro de la metáfora más propicia para el hábitat de los libros: la biblioteca de Alejandría. Y desde allí, y con sobresaliente destreza narrativa, dosificación de datos y habilidad poética, nos ofrece una extensa panorámica de esa fascinante historia.

Hablar de los libros es hablar de la humanidad, sus sueños, derrotas y utopías; de eso da fe cada página de este libro, por eso a través de cada subcapítulo vamos obteniendo una herramienta más para guardar en la alforja de la expedición a la que la autora nos invita. Mesopotamia, Roma, África, Europa, Asía, cada lugar palpita en los relatos de la transformación de esos rústicos trazos de las cuevas en tablillas, en pergaminos, en rollos, en papiros, en bibliotecas, en guerras, en nombres de emperadores letrados y gobernantes ignorantes. En navíos que llevan por el mundo el naciente invento que se encargará de guardar la memoria de los pueblos, sin que los emisarios sepan lo vital de aquella empresa para el futuro de la humanidad.

Anécdotas y ficciones, datos y testimonios extraídos de los libros son las herramientas predilectas de la autora para engancharnos a su apuesta, para llevarnos plácidamente por esta extensa, pero entretenida ruta. El saber enciclopédico de Irene Vallejo, así como sus pesquisas investigativas, hacen que El infinito en un junco sea un compendio elaborado de relatos que no se queda en un discurso, sino que se abre a la imagen poética, a la argumentación histórica, al relato académico y, por supuesto, a la forma ensayística, como bastión de su engranaje.

Este es un libro de esos que te exige un ritmo sosegado; la idea no es llegar rápido al final, más bien se trata de degustar en cada recodo del camino las mieles que ofrece. Un libro que hace amar los libros, y a quienes ya los amamos, nos reafirma en ese propósito. Un libro que nos recuerda que los libros no dejarán de existir porque es uno de los mejores inventos del ser humano, porque garantizan la memoria de la misma humanidad. Como la autora lo afirma varias veces, también es un homenaje a los miles y miles de hombres y mujeres que durante siglos de oscuridad protegieron el saber de los libros, aun a costa de su propia vida.

Hoy, cuando escuchamos que otro imperio en decadencia vuelve al constante delirio dictatorial de satanizar los libros (me refiero a la noticia de Trump en EE. UU., prohibiendo la obra de Gabriel García Márquez en las escuelas, junto a cerca de 4500 títulos más), El infinito en un junco nos recuerda que muchas ruinas de imperios han resguardado los textos de la humanidad. De eso son testigo los libros que perduraron bajo los escombros de Pompeya y Herculano, quienes con el paso de los siglos se erigen como vestigio de aquella catástrofe. Los seres de esos tiempos ya no están, pero el recuerdo de ellos vive en los papiros, porque, como concluye la autora: “La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra la destrucción”.

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