Traducción: Ángel Ferrero
¿A quién pertenece el pensador que goza de un mayor interés en la actualidad? En dos conferencias simultáneas en Berlín lo reclamaron para sí tanto filósofos como el partido de La Izquierda. Ekkerhard Knörer escribió esta crónica mordaz para el semanario alemán Freitag.
No cabe ni una aguja en el Audimax de la Universidad Humboldt de Berlín. Cientos de personas sentadas en las butacas, en el suelo, en los pasillos y, como el sitio ya no da más de sí, se ha habilitado una habitación en la que se retransmite en directo la conferencia. Jóvenes peinados a la moda conversan en lenguas extranjeras y dialectos alemanes, fotografían y se escriben mensajes con sus teléfonos móviles. Entre ellos también señoras y señores mayores y muy mayores, de apariencia indómita, explicando viejas batallitas. El interés despertado por la conferencia Re-thinking Marx era enorme desde hace dos semanas. El porqué, uno no acierta a explicárselo visto lo visto.
Ya la introducción de la organizadora de la conferencia, Rahel Jaeggi, resultó terriblemente soporífera. En extremo académica, tediosa, a veces sutil y a veces sutilmente un poco más tediosa que antes. Un acto sin llamadas a la revolución, sin discurso. Impacto cero. Un poco de teatro postdramático como ornamento vespertino. El desequilibrio entre el tono de los sabios oficiales de la Academia y el ímpetu de la mayoría del público resultaba ligeramente grotesco. Hasta el último de la fila acabó por darse cuenta de que la estrella no se encontraba en el atril sino en el título de la conferencia.
Marx + mi tema favorito
Marx atrae a las masas. Si siempre las ha atraído o ahora las vuelve a atraer, tanto da: Audimax lleno hasta los topes. Con ello, aquel auditorio como lugar de reunión para Re-thinking Marx acabo casi por representar la tesis central de la conferencia. Para Jaeggi y sus invitados se trató más exactamente de poner cabeza abajo la onceava tesis de Feuerbacht, o según quien lo vea, sobre sus pies: “Los hombres han intentado cambiar el mundo con Marx; ¡de lo que se trata es de interpretarlo de otro modo!” En otras palabras: el objetivo era desandar la transformación de Marx e ir del político y revolucionario al pensador y filósofo (social).
Se eligió como forma de reunión la conferencia académica recargada de tintas, con grandes mesas de debate y minúsculos seminarios paralelos. Fue decepcionante oír cómo la mayoría de los conferenciantes se dedicó a intentar cazar a Marx con las redes de la Teoría contemporánea en mano, desde la teoría de género al poscolonialismo, o a emplearlo solamente como nota de pie de página de su tema favorito. La manera totalmente estrafalaria en que alguien como Terry Pinkard intentó convertir a Marx de manera póstuma nuevamente al hegelianismo fue una salida de tono, sí, pero en ningún caso la excepción. De Étienne Balibar al menos vino una referencia a los sucesos actuales en su gesto de aprobación amistosa de la revolución española. Por lo demás, business as usual. El día de la clausura las candilejas iluminaron muy bien a todos los participantes. Pero, ¿y Marx? Un poco pálido, allá, en la punta de la nariz, a lo lejos...
La conferencia fue por encima de todo eso: un evento políticamente institucional de algún interés, consciente de sus efectos al ponerse debajo del faro académico. Rahel Jaeggi ha sido recientemente nombrada para una de las cátedras de filosofía más vistosas de la República federal. En la Humboldt-Universität es la sucesora del muy publicitado, y en ningún caso de izquierdas, Volker Gerhardt, quien garabatea sobre nuevas construcciones teóricas y piensa en grandes y profundos temas. El reemplazo es una palma universitaria para la joven generación de la Teoría Crítica, en la que debe situarse a Jaeggi. Que nadie se asuste: no hay que temer en ningún caso una revolución. Pues al fin y al cabo la que en su momento tan radical Teoría Crítica es, en su versión actual post-Habermas, una filosofía social a menudo perseguida en el terreno del debate, pero en la disciplina académica muy aceptada en ramas como la estética y la teoría política.
En obras sólidas, trabajadas y fiables circula el pensamiento de sus actuales representantes sobre conceptos y constelaciones como el reconocimiento (Axel Honneth), la normatividad y la libertad (Christoph Menke) o la apropiación y alienación (Rahel Jaeggi). La vieja Escuela de Frankfurt encuentra así nuevos amigos en Francia, la mayoría de ellos invitados a la conferencia, aunque persiste hasta cierto punto la resistencia de las universidades alemanas al pensamiento francés. La todopoderosa comunidad investigadora alemana pone sus fondos –véase Re-thinking Marx– al servicio y a placer de estos últimos. Por otra parte, a esta suerte de moderados radicales de la filosofía social les falta el carisma y el poder de atracción extra-académicos. De tener alguno, les viene de prestado por el título de una conferencia en que figura el nombre de Marx, a quien repiensan bajo una audiencia selecta que, en cualquier caso, va menguando a medida que avanza el acto.
Žižek was here
Cambio de escenario. No cabe ni una aguja en el Astra Kulturhaus, en el barrio de Friedrichshain de Berlín, junto a las vías del S-Bahn. Cientos de personas sentadas en las butacas, en el suelo, en los pasillos, sólo que aquí no hay por ninguna parte retransmisión en directo. En el Astra Kulturhaus suena la música habitual. Bandas de indie como Eels y Death Cab For Cutie pasarán por aquí este mes. En el caluroso sábado pasado por la tarde la sala de actuaciones estaba sin embargo repleta de sillas. En el podio, a izquierda y a derecha, una bandera roja con la inscripción “La Izquierda” (DIE LINKE) en el centro. Al fondo, un puño cerrado sobre fondo negro, el cartel de la conferencia y su ingenioso título: Marx is Muss. [1]
En la mesa de debate se sientan Janine Wissler, política de La Izquierda, quien sudó tinta, jovial, repitiendo las frases habituales que se requieren para este tipo de actos. Junto a ella Dietmar Dath, el declarado escritor de izquierdas radical guay, que en una ocasión trabajó en el sector de la cultura como jefe de redacción de Spex y redactor de cultura del Frankfurter Allgemeine Zeitung. [2] Luego vino Alex Callinicos, trotskista ortodoxo y, como tal, muy apreciado en los círculos correspondientes. Todos ellos sin embargo apenas eran la razón para el traslado vespertino del público de la conferencia de la Alte Feuerwache en Kreuzberg a la mayor y más hip Astra Kulturhaus. No, de la llamada a las masas era otro el responsable: Slavoj Žižek.
El esloveno está considerado como la mayor estrella de la Teoría de nuestra época, citado ampliamente en las universidades y fuera de ellas. El filósofo como stand-up comedian y artista de un pensamiento con el que se inflama a sí mismo una y otra vez. Un fuego fatuo, todo punchlines y errores gramaticales y gesticulación salvaje, alguien que considera todo un serio logro teórico si puede reformularlo en forma de chiste obsceno. Žižek no es solamente la estrella de la Teoría en su calidad de pensador magistral y performer de alto rendimiento; es también quien, junto con su compinche Alain Badiou, ha intentado traer de vuelta el comunismo al lenguaje filosófico.
En el podio todos estaban de acuerdo sobre la deseabilidad y posibilidad de alcanzar un comunismo democrático. Las revoluciones en el mundo árabe o las manifestaciones en España se toman con todas las preocupaciones como señales positivas. Sin embargo, Žižek no se estuvo de afirmar que el catálogo de reivindicaciones de la juventud española podría firmarlo de hecho cualquier fascista. En fin, todavía más necesario, se concluyó, es ofrecer teorías maduras como vanguardia de un pensamiento que, eventualmente, encuentre en las calles a las masas críticas.
El Marx de Lafontaine
La conferencia Marx is Muss fue, en muchos sentidos, el complemento y la competencia de Re-thinking Marx. Aquí sin embargo también se buscaba una plan para la acción. La había organizado al fin y al cabo la agrupación Marx21, que en una ocasión se llamó Linksruck y hoy quiere agrupar el comunismo, la crítica al sistema y la oposición radical en el partido de La Izquierda, al que se incorporó en el 2007. No amagan su rabioso antisionismo –¡segunda Flotilla de Gaza, ahoi!– y en las redes y en en el próximo número de la revista Marx21 –mullida, cultural– se escribe amistosamente sobre Ken Loach o Stéphane Hessel, se brinda la oportunidad de escribir a figuras con un amplio capital cultural como Dath o Žižek al lado de veteranos como Elmar Altvater o Arno Klönne junto a Sahra Wagenknecht y Hans Modrow.
La gente de Marx21 son, no menos que Jaeggy & Co en su campo, virtuosos de la creación de redes. En la actual lucha programática intrapartidaria han asestado con Marx is Muss un golpe certero. Para su conferencia inaugural invitaron a Oskar Lafontaine, quien envió en su discurso de apertura una clara señal a los camaradas: por una oposición radical y contra toda izquierda germano-oriental partidaria de las alianzas de gobierno. Marx21 reunió para secundar esta línea de actuación a su propia tropa y con Slajov Žižek animaron el cotarro. Al final pesó más la política partidaria que la teoría.
Sea como fuere, está fuera de duda: Marx sigue siendo, cabeza abajo o sobre sus pies, de nuevo una estrella.
Notas del t.: [1] Juego de palabras de imposible traducción entre “Marxismus (marxismo) y Marx is muss (“Marx es un must” o “Marx es imprescindible”). [2] Spex es una conocida revista de música contemporánea independiente bimensual. El Frankfurter Allgemeine Zeitung es el mayor y más conocido diario económico de Alemania, de orientación conservadora.
1 comentario:
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