Por:
Carlos Arturo Gamboa B.
Profesor
Universidad del Tolima
Por estos días la
efervescencia de la movilización por la defensa de las Universidades Públicas
crece, la asamblea de estudiantes de la UT volvió a llenar el Coliseo
reclamando una mejor universidad y los profesores desde la Asamblea Permanente
han venido generando conciencia crítica y cohesionando esfuerzos nacionales que
impliquen el aumento del presupuesto en educación. Justo por estos días ha
vuelto a aparecer un grupo de “viudos del poder”, que disfrazados de “revolucionarios”,
quieren posesionar un discurso falso de la historia reciente de la UT.
Hace tres años
(6 semestres), muchos de los jóvenes que hoy se movilizan por la defensa de la
Universidad Pública no habían llegado al campus. Quizás por eso ellos no sepan
que en la Universidad del Tolima se libró una gran lucha para defenderla de una
camarilla que se la había apropiado. Ese grupo contaba con la anuencia del
partido liberal y el entonces gobernador Delgado Peñón, algunos conservadores como
José “Choco” Hernádez y Samy Merheg, respaldados por varios sectores internos de
profesores, funcionarios e incluso estudiantes, cuyo único objetivo era alimentar
su botín burocrático.
Los rescoldos de
esos viejos grupos de poder, hoy maquillados por el olvido, aparecen congregados
en nuevas organizaciones, porque siempre hacen lo mismo, cambian de logo para
aparentar ser progresistas, y ayudados por los que hacen pintas y panfletos por
encargo, han querido apropiarse de la movilización poniendo dos mentiras a
circular: 1. Que la culpa de la crisis de la UT es de la actual administración.
2. Que la Asociación Sindical de Profesores Universitarios (ASPU) entregó la UT
al barretismo. Veamos cómo son las cosas:
La crisis de la UT, la confluencia de tres
males
La desfinanciación
nacional que es comportamiento histórico de los gobiernos de turno, la ausencia
de compromiso real de los gobiernos departamentales y la rectoría de Herman
Muñoz Ñungo y su camarilla de áulicos, hicieron que entre 2014 y 2016, la UT
pasará de tener un aceptable comportamiento financiero y académico, a la
quiebra. El Ministerio de Educación estuvo a punto de intervenir la UT mediante
la Ley 550, algo que se evitó gracias a los trabajadores (especialmente
Sintraunicol), estudiantes y docentes de ASPU que entonces impidieron la
violación de la autonomía universitaria. Muchos de los estudiantes de ese
entonces ya se graduaron, por eso los nuevos deben saber el fruto de esas
luchas pasadas.
El gobernador de
entonces, Delgado Peñón, se negó a prestarle ayuda a la UT, al contrario,
mediante un acto mezquino desempolvó un viejo documento que con argucias
condenaba a la Universidad del Tolima a pagarle a la gobernación 30 mil
millones. Tras de cotudo con paperas. Además, dejaron de pagar salarios y un
proyecto como el Hospital veterinario terminó siendo un elefante blanco en el
cual andaban perdidos cerca de 6.000 mil millones de pesos, sin contar con múltiples
derroches denunciados por ASPU y de los cuales aún se esperan respuesta de los
entes de control.
Ante la inviabilidad
de la UT y después de marchas, protestas, cierres, plantones, denuncias y
cientos de actos más, se hizo necesario hacer una huelga de hambre triestamentaria,
que terminó por presionar la renuncia del entonces rector Muñoz Ñungo, quien
luego, en un acto de supremo cinismo, demandó a la Universidad por 600 millones
de pesos y a quienes protestaban los emplazó por acoso laboral.
La UT estaba
casi en ruinas. Debimos empezar a recomponer sus cimientos. La Asamblea Universitaria
no avanzó porque el sector en pugna llegó a boicotearla. El Consejo Superior
Universitario nombró un rector para un periodo de transición, dispuso unas
reglas de austeridad, ya que las decanaturas se habían tornado en ruedas
sueltas que ordenaba todo tipo de gastos sin compadecerse de las frágiles
finanzas. Y así, después de dos años, tenemos un panorama en donde el déficit
se ha reducido a la mitad, se aumentaron las transferencias departamentales,
algo que no se hizo nunca desde 1993 y se ha avanzado de gran manera en la recuperación
académica. Hoy están de nuevo abiertos los espacios de representación de todos
los estamentos y tenemos un rector en propiedad para los próximos cuatro años.
La Universidad tiene otro rostro, pero aún los fantasmas siguen vivos.
Esto es lo que
no dicen los que llegan disfrazados de progresistas, democráticos y defensores
de la UT, eso lo callan porque muchos de ellos fueron protagonistas de la
debacle y solo culpando a otros quieren lavar su patética imagen. El hoy es difícil,
necesitamos aunar esfuerzos para que un gobierno como el actual le traslade los
recursos a las universidades públicas, pero debemos evitar que se cuelen los
viejos victimarios de la UT que hoy con su antigua forma de la artimaña quieren
aparecer como víctimas.
ASPU, Sindicato líder en la transformación
de la UT
En Colombia
pertenecer a un sindicato implica cargar un karma y si el sindicato no se conforma
con prebendas sino que lucha por los derechos colectivos, peor. ASPU Tolima
lleva 45 años de historia y en su inventario de luchas siempre figura como
primordial la defensa de la educación pública, la dignificación del trabajo
docente y el respeto y defensa de la autonomía universitaria.
Quienes odian a
ASPU en la UT, en su mayoría pertenecieron a ASPU, pero al no poder controlar
la organización para sus intereses particulares de poder, renunciaron y han
armado varias organizaciones fachadas que suelen durar lo que duran los
momentos electorales. Dos enemigos de ASPU muy activos son los profesores
Miguel Espinosa y Félix Salgado, ambos alfiles de la desastrosa administración de
Muñoz Ñungo. El profesor Espinosa no desaprovecha para echarle la culpa a ASPU
de todos los males actuales de la UT, pero lo que no dice es que él fue el
director de la Oficina de Desarrollo Institucional (ODI), en gran parte
responsable de la debacle de planeación financiera y estratégica de ese
entonces. Por su parte el profesor Félix Salgado, viejo protegido por el MOIR
en la UT, se ha dedicado a demandar la Universidad del Tolima como si esa fuese
su tesis doctoral, con resultados hasta hoy nulos.
Por su parte
ASPU, con una nueva Junta Directiva y enarbolando los postulados que la hacen
la mayor organización de afiliados profesorales del país y la UT, sigue comprometida
en la modernización y reforma de la Universidad. Es claro que necesitamos
nuevos estatutos, nuevas reglamentaciones de contratación, una planta administrativa
más eficiente, mejor manejo de los recursos públicos. Requerimos un adecuado sistema
democrático de elección de las personas que gobiernan la UT, entendiendo que
estamos en una Universidad, no en un pueblo politiquero como parecía hace años
las elecciones de decanos, en donde los buses, el trago y la lechona hacían de
las suyas.
El compromiso
del Sindicato de profesores es con la Universidad del Tolima, con su futuro y
eso no le gusta a quienes han sido “pelechadores” de los dineros públicos y
dueños de la burocracia. Por eso de nuevo aparecen, camuflados, trabajando de
bajo perfil, tramando y complotando, diciéndoles a los nuevos estudiantes que
ellos son la vanguardia, que los malos son los otros.
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Hoy estamos llamados
de nuevo a luchar contra un gobierno cuya prioridad es la guerra y para quienes
la educación es plato de segunda mesa. Debemos juntarnos porque juntos es que
somos fuerza de cambio, de transformación. Pero que esa euforia no nos haga
olvidar el pasado reciente de nuestra Universidad, que no vengan los
responsables a pontificar y a vendernos espejitos de colores, sabemos quiénes
fueron, siguen por ahí, y para quienes se preguntan ¿en dónde están los que
quebraron la Universidad del Tolima?, ahí les dejo una pista.
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