Debido a lo
puntual, sagaz y contundente de esta misiva es primordial que le demos alas.
Comparto las ideas aquí propuestas por el escritor Pablo Montoya y aplaudo su
escritura que pone en evidencia uno de los grandes males del sector educativo
de Colombia: las ansias de eternizarse en el poder de ciertos sectores
hegemónicos de las Universidades Públicas, por no mencionar las privadas en
donde ha sido tradición. Ojalá el profesorado en general y sobre todo aquellos
que se asumen como intelectuales podamos unirnos en torno a tragedias como
esta, y como Colciencias, como el MEN y demás arbitrariedades que impiden la
construcción de un sistema educativo nacional que nos permita respirar futuro
(Carlos Arturo Gamboa).
Medellín,
10 de febrero de 2015
Doctor Alberto Uribe
Correa
Rector Universidad de
Antioquia
Le
escribo estas líneas, no representando a nadie, sino a mí mismo. Pero como
usted es el rector de la Universidad de Antioquia y yo soy uno de sus miles de
profesores, lo que a continuación digo será, sin duda, asimilado al conjunto de
protestas silenciosas o bulliciosas que ha generado su nueva participación,
como candidato, en las elecciones de la rectoría de la universidad por el
período 2015-2018.
Su
actitud, en primer lugar, me genera rechazo y me produce una profunda fatiga y
una inevitable sensación de impotencia. Con su deseo de querer perpetuarse en
el poder, veo un comportamiento inapropiado que ha sido constante en la vida
política colombiana y latinoamericana desde que estas naciones existen. Con su
actitud, aparece una vez más la evidente presencia de una pesada y fantasmal
maquinaria política que lo ha respaldado y quizás lo instalará nuevamente en el
cargo de rector de la Universidad de Antioquia.
No
quiero tocar las causas que lo han llevado a querer ser por cuarta vez el
máximo dirigente de nuestra institución. Solo quiero manifestarle algunas
consideraciones, más personales que otra cosa, para que, al menos en la soledad
de su conciencia, las tenga en cuenta. No piense que su candidatura me ha
provocado la impresión de que usted es un hombre infatigable e invencible y
digno de admiración. Al contrario, lo que concluyo de usted es que es un
político con suficiente sed de poder como para que impida que surja el
humanista transformador, y no el científico tecnócrata, que la universidad urge
para enfrentar estos difíciles tiempos actuales.
¿No le
basta con haber dirigido la universidad durante nueve años? ¿No cree que ya es
tiempo que usted descanse y nos permita a nosotros la posibilidad de otra
opción? ¿No cree que la universidad es un espacio comunitario en el que es
fundamental que las nuevas generaciones tomen las riendas de su administración?
La universidad es un ser vivo que quiere sentir que respira nuevos vientos.
Pero usted, con su permanencia en el poder, le niega esa sensata esperanza. Por
lo demás, no tengo nada que reprochar a la vejez, aunque sí creo que los
hombres de su edad, en los ámbitos universitarios, deben retirarse del ruedo en
el momento indicado y dejar que las nuevas generaciones tengan su espacio para
intervenir. De cualquier manera, usted con su actitud no representa la sabia y
respetable vejez, sino el cansancio de lo ya hecho y la continuidad de un
sistema en cierta medida caduco. ¿En verdad no lo asalta por un instante la
idea de que ya es hora de que la universidad cambie de faz y se proyecte al
presente con un rostro más dinámico y una mentalidad más diferente y audaz?
Sin
duda usted ha hecho cosas positivas por la Universidad de Antioquia, pero no
soy de aquellos que andan pregonando las virtudes de los poderes políticos y
académicos. Ese es un papel que nunca me ha correspondido ejecutarlo, ni como
profesor, ni como escritor, ni como intelectual. Más bien, ante las supuestas
virtudes del poder político y académico que usted y los suyos representan, levanto
los hombros con incredulidad. La educación colombiana, la de América Latina y
la del mundo de ahora me despiertan una profunda desconfianza porque ella,
entre otras cosas, se ha entregado sin pudor a las ambiciones voraces de un
mundo empresarial que en vez de aliviar nuestras atmósferas y empujarlas hacia
una suerte de enriquecimiento cognitivo los ha enrumbado hacia una
competitividad desoladora y aplastante.
Pero
este no es el espacio para que entremos en este tipo de discusiones. Yo tan
solo me he acomodado en estas breves líneas para pedirle el favor de que
recapacite y tome la sana y lúcida decisión de retirarse. Trate de descansar un
poco, que bien merecido se lo tiene, y déjenos respirar, aunque sea
ilusoriamente, la posibilidad de que la rectoría albergará a alguien diferente
a su nombre, a su apellido y a su comportamiento político y académico.
Cordialmente,
Pablo Montoya Campuzano
Escritor -Profesor
titular de literatura
Facultad de
Comunicaciones
Universidad de Antioquia