Por: Carlos Arturo Gamboa B.
¿Qué
está pasando en las universidades públicas colombianas? Esta pregunta de vital
importancia para el devenir universitario puede tener una respuesta o aproximación
desde los debates suscitados en el I Foro
Nacional Interuniversitario Poder Constituyente realizado en la Universidad
de Antioquia, en el principio de este mes de los vientos; y que deja claro que
no son buenos vientos los que rondan las universidades.
Lo
que enuncian los participantes reunidos alrededor de la Mesa Mutiestamentaria
de Análisis de la Transformación Institucional (MMATI), es que después del gran
movimiento estudiantil, que hizo retroceder las iniciativas gubernamentales por
reafirmar el espíritu neoliberal de la educación superior, se siguieron gestado
reformas y contra-reformas al interior de las universidades públicas, lideradas
por rectores de corte tecnocrático, que sumen el quehacer académico a lógicas administrativistas,
privilegiando las hegemonías (traducidas en rectores reelegidos en ciclos
asfixiantes y/o continuismos), opacando la construcción del saber a favor de la
búsqueda de indicadores sin sentido, inmunizando el mundillo administrador y
pauperizando las labores académicas de los docentes.
También
se encuentra una constante en las acciones de investigación, sumidas en cumplir
indicadores y descuidando su impacto en la solución de problemas sociales, más
dedicada a alimentar egos y publicaciones indexadas, en buscar pactos con la
empresa privada, que en fortalecer la relación con la sociedad. Estos aspectos
guardan una profunda relación con las consolidaciones de las élites regionales
incrustadas en los Consejos Superiores Universitarios, que impiden la
oxigenación de los claustros. Caso distinto se presenta en la Universidad de
Nariño en donde con voluntad política de los gobernantes y una decidida lucha
de la comunidad universitaria, en especial del estudiantado, se ha logrado construir
un escenario asambleario que le permitió la elaboración en comunidad del Plan
de Desarrollo y el PEI bajo preceptos muchos más democráticos y que espera
seguir consolidándose como ejemplo de que, cuando existe un proyecto de región
desde la educación, es posible avanzar en la consolidación de una democracia deliberativa
que le da vida al ser y el vivir universitariamente. Sin embargo, algunos
sectores han querido, mediante contra-reformas, devolver lo avanzado.
Otro
aspecto central de la crisis es el tema de la financiación. Las universidades,
desde sus directivas no han podido (ni querido en algunos casos) exigir mayores
transferencias, sólo se limitan a la venta de servicios para subsanar el deterioro
financiero y entre esos servicios los posgrados, los diplomados y demás
simulacros académicos, se han convertido en fuentes de ingreso, deslegitimizando
la vida académica universitaria. En ese escenario la búsqueda de “calidad” y “excelencia”,
sólo son palabrejas refundidas en el pobre diccionario educativo.
Aun
así, como si asistiéramos al preludio de la noche más larga y oscura del mundo universitario,
los retos de la comunidad son grandes y las posibilidades son construcciones permanentes
de quienes nos negamos a dejarnos devorar por esas bocas que engullen el alma,
la vida y la universidad. Por eso se vitalizó el concepto de Constituyentes Universitarias,
como posibilidades de cimentar las bases de otra democracia. Se argumentó frente
a las necesidades de activar las luchas locales dentro de los derroteros de la
MANE. Se llamó a la activación de los docentes del mundo universitario como
actores que deben recuperar su beligerancia, su espíritu crítico y su condición
de intelectual. Se avanzó en el camino de las ideas y la transformación, ya las
memorias lo mostrarán más fondo.
En lo que corresponde a la Universidad del
Tolima, el panorama sigue el mismo transitar. Las reformas en torno a aspectos
como la dedicación exclusiva, la pauperización de los docentes-catedráticos, la
negación a asumir trasformaciones en beneficio de lo académico presentado en el
pliego de ASPU, la primacía de lo administrativo sobre lo académico y muchos
otros aspectos, nos hacen evidente que igual que la otras directivas del país,
siguen empeñadas en ahondar la crisis universitaria con sus acciones, porque ese
mundo neoliberal que tanto nos agobia y contra el cual están (al menos en el
discurso) algunos miembros de las directivas, no es algo abstracto, es algo que
sucede en la cotidianidad de las acciones, y muchas de las acciones emprendidas
por las directivas reafirman ese proceder.
El
panorama nacional invita a la consolidación de nuestros argumentos, a la
necesidad de encontrarnos desde la diferencia, a la exploración de la creatividad
como forma de resistencia. No basta con enunciar que queremos cambiar el estado
de las cosas, debemos hacerlo desde nuestro proceder. El ejemplo siempre será
el mayor movilizador y la coherencia de nuestras ideas y nuestras acciones, la
mejor política.