Por: Carlos Arturo Gamboa
La política es a veces como la gramática: Un error en el que todos incurren finalmente es reconocido como regla. (Andrè Malraux)
Cuando Esquivel llegó a la casa no encendió el televisor como de costumbre. Esa noche obvió sus recorridos por FOX, SPN y otros canales deportivos, únicos refugios que aún conservaba en esa antigua caja obsoleta de imágenes. Esa noche tampoco quiso salir a la esquina en donde sus panas departían entre humos varios. Lo que si hizo Esquivel fue conectarse a Facebook y a MSN, buscaba rastros de algo, buscaba que alguien le explicara aquellas dudas que aún revoloteaban en su cabeza. Pero no encontró a nadie allí, salvo dos amigas que intercambiaban emoticones. Entonces apagó su PC y se recostó en la cama. Recordó la gente en las graderías vociferando frases populistas, invitando al cambio. Vio de nuevo la cara una chica que tomaba notas, como si estuviese en trance. Vio también algunos rostros conocidos, la mayoría de jóvenes activistas que trataban de ganar algún espacio para sus voces. Entonces escuchó el vozarrón que hizo callar el público, y en esas palabras que como saetas inundaron el recinto, creyó encontrar el mensaje que buscaba. Luego vino un silencio casi estúpido. La mayoría levantó la mano y aprobaron algo que Esquivel no podía entender. En segundos el recinto quedó vació y casi no alcanza la chica que tomaba notas para preguntarle:
- Oiga dime, ¿qué fue lo que aprobaron?
La chica lo miró como si acabase de haber visto un habitante de Saturno y le contestó:
- Pues acaban de decretar la Revolución.
- Pues acaban de decretar la Revolución.
Luego se perdió en los giros de la noche, dejando que su falda la batiera el viento. Entonces Esquivel alcanzó a gritar sin obtener respuesta:
- ¿La Revolución contra quién?
Noviembre 18-2010
- ¿La Revolución contra quién?
Noviembre 18-2010