Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Tuvo que ser en
1988, año en que Kraken emprendió su primera gran gira nacional, cuando disfruté
el derroche de su energía en el Coliseo Cubierto de las hoy difuntas Piscinas
Olímpica. No sé quién hizo el contacto para traerlo, pero recuerdo bien la
ansiedad de días completando el dinero para la boleta. Ingresamos al Coliseo
repleto de energía, oliendo a cigarrillos President y Tapa Roja. Luego la voz
de Elkin completó la magia. Entonces entendí que Colombia tenía una frecuencia
privilegiada para el rock. Eran los días del casete, del parche en la esquina
para intercambiar melodías que llegaban de todos los rincones de Latinoamérica
y su apogeo rocanrolero en español. Eran los días de la consolidación de Kraken
I y el tema “Muere libre” ya empezaba a dejar huella en las generaciones de
jóvenes colombianos nacidos en medio de la sujeción del pensamiento oficial.
Desde entonces
el Titán se encariñó con Ibagué, por acá transitó con cada uno de sus
majestuosos trabajos. La última vez que lo vi en vivo fue precisamente en el
Teatro Tolima en el 2014, cuando celebraba 30 años de vida artística. Elkin fue
una estrella de rock sin las ínfulas de las estrellas de rock. En algunas de
sus asiduas visitas a Ibagué uno podía encontrarlo en un bar de rock local,
tranquilo, dialogante, como si el peso de ser leyenda no lo doblegara.
Sus canciones rápidamente
se pegaron en los cuerpos sudorosos, cubiertos de esas camisetas negras que
marcan en la juventud el gusto musical. Particularmente el álbum Kraken III me
parece uno de los más completos del rock colombiano. Sus letras denuncian,
gritan, claman, dejan evidencias intactas de los sueños, miedos y frustraciones
de los jóvenes de aquellos tiempos, que por calamitoso que parezca, siguen
siendo los mismos miedos y sueños de los jóvenes de estos tiempos. Temas como “Hijos
del sur”, un canto universal a Latinoamérica, a su deseo de liberación; “Seres
de barro y miedo”, un grito de los sin voz, de los desposeídos que inundan
nuestras ciudades, que vagan en las noches solitarias de la miseria, tema que amplía
en “Residuo social”. “Imperios de soledad”, “Lágrimas de fuego” y “Eres
profecía”, entre otros temas, completan este álbum en donde Kraken adquiere la
madurez como banda y Elkin Ramírez despliega toda la potencia de voz.
Los Kraken Siguieron
recorriendo ciudades, tornándose en leyendas que desempacaban sus guitarras y
teclados para cantar en medio de un país que con el ruido de sus bombas hizo
perder lo mejor de nuestros sueños juveniles. Pero el Titán resistió, no se
acomodó al influjo de las ventas, como si lo hizo Juanes, quien también estuvo por
estas tierras con su “Niño gigante”, cuando Ekhymosis olía a futuro. Pero Kraken
siguió, entonces vino “Piel de cobre” y “El símbolo de la huella”; muchos
conciertos y su voz se coló en Suramérica, en los festivales de rock que
sobreviven gracias a cientos de otros titanes, en las tabernas, en las nuevas
caras del rock quienes nacidos en el nuevo siglo ya tararean el legado de sus sonidos.
En el 2006 el trabajo “Kraken filarmónico” demostró una vez más la calidad
musical de la banda, la sonoridad limpia de sus riffs, la búsqueda de letras
elaboradas más allá de lo que pide la precariedad comercial y la lírica de la garganta
de Elkin que se acompasaba a los violines. Todo un monumento para la posteridad.
Hoy 29 de enero
de 2017, la noticia de la muerte de Elkin Ramírez conmueve, al menos a quienes entendemos
que desde muchos lugares se hace cultura y que desde las cuerdas vibrantes de
una guitarra y desde el grito desaforado de una lírica garganta, se dejan profundas
huellas sociales para la cultura.
Nos queda volver
a sus sonidos, a su legado. Ya es otro tiempo, los casetes son historia, el
humo de cigarro apenas un recuerdo, pero la energía para gritar con el Titán
sigue intacta, por eso hoy para recordarlo y despedirlo solo hace falta
agradecerle por permitimos crecer con su voz, con su sonido y por poder gritar
igual que en 1988:
Rompe
el silencio de un grito,
que
el mundo te escuche, no temas actuar.
No
seas el sueño vencido
que
teme y vence a quien teme soñar.
No
seas la copia de un falso bufón,
sé
uno, sé tú y nada más.
Se
es libre al momento de actuar con razón.
No
vivas para ser, por temor,
la
presa de otros sueños.
Se
vive una vez para ser
eternamente
¡libre!, ¡libre!