Por: Carlos Arturo Gamboa B.
1.
La
Universidad del Tolima por estos días “celebra” que algunos de sus programas
fueron re-acreditados, lo cual significa en términos de la administración académica
que ahora contamos con el salvoconducto, pero cabe preguntar ¿la realidad
académica de dichos programas ha cambiado? ¿Fueron contratados nuevos docentes
de planta? ¿Mejoró la infraestructura en estos cortos meses? ¿Se puso en marcha
el sistema integrado de información? La respuestas a estas y otras preguntas develan
el sentido mismo de la acreditación, más allá de impactar en la tan cacareada “calidad
académica”, las acreditaciones son reflejo de la burocracia educativa nacional y
como todos sabemos el lobby es la
mediación preferida de estos procesos. Podemos entonces celebrar que ahora tenemos
“amigos por conveniencia” en la sala de Conaces, pero no celebremos el
simulacro.
2.
Empezó
a circular el tan esperado Plan de Desarrollo 2013-2022. La comunidad universitaria
que no participó en su construcción ahora “debe” participar en la “socialización”.
De entrada, quienes planean de arriba hacia abajo deben saber que asumen la
lógica de una participación pasiva, es decir seremos tele-espectadores de una
función cuyo guión ya fue escrito y dirigido. En algunos eventos ya se sienten
las tensiones y las preguntas giran en torno a varios aspectos: ¿Habrá cambios
en ese plan elaborado por “expertos” cuando tenemos tres meses antes de su
aprobación? ¿Por qué un Plan de Desarrollo para una década no asume una visión
integradora de los actores universitarios y se limita a los ejes de campaña de
la actual administración? ¿Cuál sería una metodología válida para recoger las
propuestas que surgen desde diversas ópticas entre profesores, asociaciones gremiales,
estudiantado y comunidad en general cuando el Plan está ya formulado? En
sentido estricto el modelo de planeación escogido para la elaboración del Plan de Desarrollo ya excluyó a las mayorías y
socializarlo es apenas el remedo de una seudo-democracia participativa. Mejor apruébenlo
y sean consecuentes con la apuesta de planeación de escritorio que eligieron.
3.
Los
nuevo “módulos estudiantiles” que fueron construidos y que sospecho terminarán
siendo excelentes “jugaderos de cartas”, no sólo fueron erigidos en metal,
negando con ello esa consigna de universidad ambiental que se intenta
posicionar, sino que además, han afirmado algunas voces, costaron 80 millones
cada uno. Las dos cuestiones demuestran que la Universidad sigue en la misma
lógica de construir sin una mirada integral del campus y que las contrataciones de obras es el lugar preferido para
la inflación de los costos. Y esto ocurre ante silencio de todos.
4.
El
programa de Comunicación social-periodismo le apuesta a un ejercicio
participativo distinto en este inframundo de decisiones inconsultas. Han
decidido construir una nueva propuesta curricular y convocaron a los docentes de
planta y catedráticos, en una especie de curricular ampliado, y ahora, por
medio de asambleas, le apuesta a la posibilidad de la construcción colectiva
con estudiantes, docentes y administrativos. Sabemos lo difícil que es forjar
democracia real, pero creemos que ese es el camino. Ojalá estemos a la altura
de los retos, porque esta región necesita comunicadores sociales y periodistas con
un perfil que responda a los grandes problemas y que de una vez por toda construyan
medios con autonomía y no recostados al árbol siempre frondoso de las pautas.