Por: Carlos
Arturo Gamboa B.
1.
Por estos días el profesorado de la Universidad del
Tolima se enfrenta al descontento general. En los pasillos verbalizados y los
correos electrónicos han circulado listas de docentes que han sido “requeridos”
por la administración. Algunos no han terminado sus tesis doctorales por
innumerables, justificadas o no razones.
Otros están pendientes de convalidación de títulos, otros por “esto o aquello”,
quizás miraron mal a alguno de los egocéntricos de turno. Lo inaudito de estos
casos es que como profesores universitarios están siendo sometidos al escarnio
público, como si se tratase de una “raza maldita”, cainesca o macondiana. ¿No
se les pudo ocurrir a los administradores y múltiples asesores del rector, convocar
al profesorado a debatir y construir salidas a estos inconvenientes? Ser
profesor universitario por estos días es más inestable que ser vendedor
ambulante, en cualquier momento “te caen” al aula y te decomisan el saber por
no firmar planillas.
1.1.
Al profesorado no se le escucha porque la política
imperante es foucaultiana: Vigilar y
castigar. Hay memoria de un antiguo suceso, que ya se hizo leyenda
universitaria, cuando un rector de cuyo nombre “pocos quisieran acordarse”, de
apellido Polanco, cerró Bellas Artes y lanzó las esculturas al río Combeima y
expulsó a los profesores ¿O fue al contrario? Lo cierto es que con esta moda de
disciplinar los sujetos, la Universidad del Tolima tiene a sus profesores más
preocupados en buscar abogados para defenderse de la avalancha de procesos, que
en la tan necesaria “excelencia académica”, porque todos fueron metidos en la
misma bolsa como si se tratase de construir un nuevo “eje del mal” en las
entrañas del profesorado.
En medio de todo es maremágnum de cosas que se dicen
pero nunca se confirman, las versiones abundan. Que el rector, antiguo
profesor, hoy desconoce la importancia de la labor docente y se dedica a
cumplir los indicadores estatales, olvidando al profesorado que lo respaldó.
Que algunos profesores han ido a la Contraloría a “echar dedo” a los docentes,
con lista en mano, como si fuesen pequeños herederos de la política de “sople y
cobre”. La versión oficial no se sabe, el ex profesor Herman Muñoz debería
convocar a los docentes y solucionar esta grave crisis, al menos en honor al
tiempo en que él padeció las aulas y sus carencias, y disfrutó las bondades del
oficio.
1.3
A quienes argumentan que lo que se hace es “cumplir
con la ley”, les debo recordar que ese es un viejo sofisma, hoy muy usando por Santos
a su amaño en el caso Petro. El orden jurídico en Colombia es una bazofia, hay
miles de inocentes presos y muchos culpables disfrutan los réditos de su
maldad. El pueblo colombiano no cree en las leyes y el caos jurídico así lo
ratifica. “Cumplir la ley” y escudarse en ella no es derrotero de hombres
grandes, los grandes hombres cambian las normas, crean nuevos escenarios,
transforman la realidad. Los ciegos obedientes son solo eso, ciegos obedientes.
Con un programa de Derecho en la Universidad del Tolima, asusta que el enfoque
de Vigilar y castigar sea la única
salida, sobre todo en una sociedad en donde se requieren sujetos que
reconstruyan el país, las normas y el concepto de justicia; incluso hasta
podríamos aferrarnos a la autonomía universitaria, ese concepto que a veces
invocan los administradores solo cuando les conviene a sus intereses.
A todos los docentes que atraviesan este karma, mi
solidaridad, y mi invitación al encuentro y el planteamiento de salidas
universitarias para universitarios.
2.
La Universidad del Tolima debería pedir registro
calificado para la “Licenciatura en seudo-cuentería y otras babosadas”, parece
todo dispuesto. Cada ochos días en el parque Ducuara hay lleno total, es la
“cátedra” más asistida. Claro, es que escuchar madrazos, chistes sexistas y
burdas imitaciones, es casi un deporte nacional. Vende. Genera rating. Por eso
el parque se llena, mientras los auditorios con eventos culturales están a
medio llenar, por ser generosos. Además parece premeditado el horario en que un
cuenta-huesos obnubila un concierto de cámara. Lo peor de todo es que se
“vende” y se “paga” como política cultural. Ahora con el boom de acreditar programas propongo que este show-mediatizado sea
el soporte “científico” de dicha licenciatura. ¡Cómo se extraña la oralidad de
verdad!
3.
El síndrome de la décima semana nos está
estrangulando. Es casi ridícula esta norma. Un estudiante puede cancelar la
materia o el curso, aun cuando lleve más del 60% de la asignatura vista. Eso
equivale a expresar que uno “puede decidir no emborracharse después de dos
botellas”. Muchos estudiantes no van las primeras semanas, o van a practicar el
“horaculismo” porque saben que en cualquier momento se bajan del bus. Creo que
esta norma ya hizo agua, como muchas en la Universidad del Tolima.
4
Varios eventos se organizaron en torno a la
celebración del día del idioma. Buenas iniciativas. El centro cultural, la
emisora Tu Radio y la Facultad de Educación, en especial el departamento de
español e inglés, nos ofrecieron espacios, publicaciones, conferencias y demás
escenarios para reavivar la cultura. Aún nos falta encontrarnos para
potenciarnos, pero mientras la cultura se exprese, tenemos posibilidades. Lo
que falta de semana ofrece también múltiples eventos, ojalá se animen a asistir
a ellos, aunque no sea una rendición de cuentas.
Posdata:
Un agradecimiento especial al Departamento de Español
e Inglés de la Universidad del Tolima, por el reconocimiento y homenaje público
de que fuimos receptores la estudiante Yurani Muriel Luengas y quien escribe.
La exaltación se realizó por haber obtenido sendos premios en el 7º Concurso
Nacional de Cuento RCN-MEN, versión 2013.