Por: Carlos Arturo
Gamboa B.
Docente Universidad
del Tolima
Es
muy reconfortante escuchar que la Universidad del Tolima no es noticia porque
sus dineros se usaron para hacer una enorme fiesta para los egresados, en donde
hasta orquesta de vallenato hubo. O porque, con su erario, se compraron miles
de helados para un desfile. O porque su déficit creció, de la noche a la mañana,
hasta presentar un hueco de cerca de 24 mil millones y cesaron los pagos a
docentes y trabajadores. Esos eran los aciagos años de 2014, 2015 y 2016. Y
siempre toca recordarlo, porque al parecer algunos que padecieron esos tiempos,
hoy ya lo han olvidado.
Ahora,
en medio de la incertidumbre de un virus que ha desbarajustado el mundo, las
noticias que produce la UT son de otro talante. Iniciando en el año 2020 se
informó que el déficit era cosa del pasado, habíamos logrado superarlo. Se consiguió
en sólo 3 años, con esfuerzos de la comunidad y un buen plan de manejo de sus
finanzas. Lo anterior es prueba de que las entidades públicas pueden ser bien
orientadas financieramente, en medio de sus carencias.
En
enero de este año los planes eran otros, como lo eran los de la humanidad
entera. Con la aparición de Covid-19 en escena, las universidades públicas del
país debieron emprender nuevas rutas de acción. El lema central de la
Universidad del Tolima fue mantener viva la universidad, garantizando el
derecho de la educación. Y a fe que lo ha logrado.
Empezó
avalando la contratación a sus catedráticos, acto que significó un esfuerzo
financiero pero que permitió salvaguardar de cerca de 1500 familias en todo el
país. Hay que recordar que hacemos presencia en 8 departamentos a través del
Instituto de Educación a Distancia. Pero, además, destinó el pago de 10 horas
adicionales por curso, para que se dispusieran los esfuerzos académicos para
adoptar y adaptar el uso de mediaciones. Todos sabemos, con certeza, lo que
implica usar las herramientas digitales en las acciones pedagógicas, siempre
demanda más tiempo de dedicación.
Luego
gestionó un programa especial de Bienestar Universitario, el cual radicó y fue
aprobado en el Consejo Superior, con el que se garantizó un monto cercano a los
1.000 millones de pesos para becas por calamidad, aprovisionamiento de tabletas
para los estudiantes y planes de conectividad. Miles de estudiantes se
beneficiaron con estas ayudas y ahora se gestiona una nueva fase de beneficios
en esos aspectos.
Pero
a medida que el confinamiento avanza, la economía se deteriora, las familias de
escasos, recursos que es la mayor población que envía sus hijos a nuestras
aulas, ven disminuidos sus ingresos. Los estudiantes que trabajan para pagar
sus estudios, muchos de ellos en la modalidad a distancia, se encuentran
desempleados. El empleo informal cae abruptamente, fuente de ingresos de muchos
de quienes aspiran a iniciar una carrera universitaria. Entonces las Directivas
de la UT empiezan a pensar en las posibilidades reales de un semestre académico
B de 2020.
Las
altas tasas de deserción académica, del sistema universitario colombiano,
amenazan con duplicarse, creando un colapso mayor. Por eso, desde el mismo
Ministerio de Educación Nacional las alarmas están encendidas y se han
dispuesto recursos cercanos a los 97 mil millones para ayudas a estratos 1 y 2.
Parece una gran suma, pero al observar las condiciones de los estudiantes del
país, esta cifra resulta insuficiente, más aún con los modelos desiguales de
distribución entre universidades nacionales y regionales. En la Universidad del
Tolima el 81 % de ellos pertenecen a estos estratos, es decir, cerca de 13.900
estudiantes en las dos modalidades.
Y si mantener la continuidad de los
estudiantes ya es un enorme reto, lo es más aún pensar en nuevos estudiantes.
Muchos aplazarán sus deseos y sueños de una carrera universitaria, ahora la
prioridad es la salud, la sobrevivencia y el retorno al mundo productivo para
subsanar la ausencia de ingresos que ya completa casi 70 días.
Por
tal motivo, el plan de ayudas financieras que diseñó las Directivas de la
Universidad del Tolima, en cabeza del profesor y rector Omar Mejía, demuestra
una vez más que cuando una institución de verdad se asume pública piensa en lo
público, es decir, piensa en el beneficio de los más necesitados. La
Universidad del Tolima durante sus tres últimos años se dedicó a sanear sus
finanzas y hoy puede poner este logro al servicio de sus estudiantes actuales y
los futuros. Nada más plausible.
Fue
así como, el día 25 de mayo, en horas de la noche, el Consejo Superior, por
unanimidad, aprobó el plan de ayudas financieras, que incluye el no cobro de
valor de inscripción para estudiantes nuevos de pregrado y posgrado para el
semestre B de 2020. Así mismo, el descuento de un 20 % para matrículas en
estudiantes de pregrado, que sumado al 10 % de votación hará que el costo para
el semestre B se reduzca en un 30 %.
Es
de recordar que, los estudiantes de posgrados quienes son egresados de la
Universidad del Tolima, siempre han tenido un apoyo significativo para la continuidad
de sus estudios. Y con las nuevas ayudas tendrán un descuento acumulado del 40 %
en pago de matrículas para el semestre B de 2020. Para aquellos estudiantes que
son egresados de universidades distintas a la nuestra, se aprobó una ayuda
acumulada del 30 %.
En
definitiva, estamos ante un gran plan de apoyo económico para estudiantes
antiguos y nuevos. Quizás el mejor plan de ayudas diseñado por alguna
Universidad de corte regional en el país. Todo esto, sumado a los programas y
políticas de bienestar, apoyo y soporte académico, hace que el sentido de lo
público resalte, justo en este momento cuando el mundo entiende que el modelo
económico imperante ha sacrificado lo esencial para los humanos.
¡Qué
buen ejemplo de lo público está dando la Universidad del Tolima!, como para
levantarse y aplaudir.