El que no quiera responsabilizarse
del
mundo que no eduque
Joan-Carles Mèlich.
Cada cierto tiempo aparecen las fórmulas mágicas que
habrán de salvar la educación. La tiza y el tablero, la transmisión bancaria,
el estímulo-respuesta, la tecnología educativa, el cognitivismo, etc. Hoy la
moda son las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). No hay
discurso pedagógico actual, que se considere de vanguardia, que no siente en el
trono de la teoría a la sigla salvadora. A mi parecer sus beneficios y su
trascendencia se han sobredimensionado.
Si bien las herramientas han aportado a la expansión
de los sentidos no todas ellas han ayudado a humanizar el ser humano. Conocemos
el fin inicial del “machete” en la tradición de los arrieros y fundadores, con
él abrimos caminos, pero con él también abrimos gargantas y construimos ese
aberrante referente universal del corte franela. La herramienta entonces no es
el problema, el problema es su uso. Esa es la cuestión frente a las TIC, ellas
construyen mundo, pero no lo reemplazan; ellas son dispositivos creados por el
ser humano, pero no pueden reemplazar lo humano como algunos teóricos y muchos despreciadores
de la teoría nos quieren hacer creer.
El primer inconveniente de las TIC es que se erigen
como la nueva hegemonía pedagógica, dejando en sus bordes todo aquello que la
educación propicia como la interacción humana, el contexto real, la
confrontación del mundo; en otras palabras “el mundo de la vida” se reduce al
“mundo de la virtualidad”, escenario en donde el aprendizaje emula al sistema y
la emoción (sentir) se reduce a la simulación de un avatar que aprende en una sola
dirección. En la pedagogía dialéctica al conocimiento se accede mediante una
búsqueda compartida entre maestro-estudiante, en la pedagogía mediada por TIC
esta relación decae y con ella se sacrifica la potencia de la pregunta,
principio fundante de todo aprendizaje. ¿Cómo puede una herramienta virtual
potenciar la pregunta si lo que busca es que el sujeto pasivo, sentado al otro
lado de la pantalla, solo responda? La confusión en está en creer que la
simulación es la realidad.
Pero más allá de estos debates epistémicos que deben
ser profundizados, el segundo y gran inconveniente radica en que los formadores
actuales han asimilado una serie de teorías a
priori, a las cuales dotan de una categoría de verdad, las cuales tratan de
llevar a la práctica sin sopesar el otro lado de la moneda: la praxis. Es por
eso que en cualquier evento, que se haga llamar académico, aparecen múltiples
disertaciones sobre las bondades de las TIC en los distintos procesos
formativos sin importar la disciplina, como si ellas de la noche a la mañana
fuesen portadoras de un espíritu de totalidad pedagógica, en una especie
neo-piedra filosofal. La mayoría de esos discursos se mueven en dirección de la
moda, pero desconocen los trasfondos de esta apuesta pedagógica, y se hace
sospechoso que todos concluyen a favor de la TIC sin importar si se trata de
enseñanza en una metrópoli o en una vereda con vestigios medievales.
Por tal motivo, no es suficiente con enunciar las
supuestas fortalezas de las TIC en los procesos pedagógicos, sino que se debe
reclamar la re-contextualización del discurso y la crítica respectiva a que
ello conlleva; de lo contrario quedaremos como los médicos de la EPS, recetando
el mismo medicamento sin importar la enfermedad y las TIC serán entonces, como
vienen ocurriendo hoy en día, el acetaminofén de la pedagogía.