Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universitario
El
día martes treinta de abril empezó con la noticia de la gestación de un golpe
de Estado en Venezuela. Miembros de las fuerzas armadas habían liberado a
Leopoldo López y junto a Guaidó encabezaban un llamado al pueblo para que se
agolpará y derrocará el gobierno de Nicolás Maduro. Las noticias se daban de
esa manera en la mayoría de los medios oficiales colombianos.
Lo
primero que pensé se resume en esta pregunta: ¿Qué dirían los medios
colombianos si el ejército nuestro liberara un preso, se juntará a alguien de
la oposición e invitara a los ciudadanos del país a marchar hacia la Casa de
Nariño para derrocar a Iván Duque? Solo imaginen la magnitud del escándalo: “traidores”,
“conspiradores”, “terroristas” y por qué no “sicarios”, le gritarían los medios
oficiales. “Un atentado contra la democracia”, titularían los principales periódicos
y las emisoras abrirían sus espacios con llantos y lamentos colectivos,
juzgando a los golpistas de apátridas.
Es
que los medios colombianos, y su amplia audiencia, ven de esa manera los problemas
del vecino país (y de muchos otros lugares del planeta). Los medios porque hace
tiempo (en su mayoría) perdieron la función social que algún día el periodismo
les encomendó, y ahora solo son fortines dispuestos para un fin, hacer parte
del poder. La audiencia porque en su mayoría es acrítica, cree firmemente lo
que dicen esos medios, para muchos la verdad sale de ellos y solo se atreven a
ratificar: “palabra de dios, te adoramos señor”.
Estaba
sintiendo pena y angustia por estos aspectos cuando de repente un tuit del
presidente ponía la vara un poco más alta en la medición de la ignominia, este
decía: “Hacemos llamado a militares y al
pueblo de #Venezuela para que se ubiquen del lado correcto de la historia,
rechazando dictadura y usurpación de Maduro; uniéndose en búsqueda de libertad,
democracia y reconstrucción institucional, en cabeza de @AsambleaVE y el
Presidente @jguaido”.
No
podía dar crédito a lo que leía. Verifiqué si se trataba de un falso perfil.
No. Quizás era una falsa noticia, también abundan desde perfiles verdaderos.
Tampoco. Era real, el presidente de Colombia estaba invitando a que el golpe de
Estado en Venezuela tomara mayor vigor, a que los militares desobedecieran el
mandato constitucional del pueblo hermano y, de paso, a que se gestara una guerra
civil interna. De esa dimensión era su ignominia.
Luego
pensé que a pesar de lo atroz de ese tuit nada nuevo había en ello. Duque, su
amo Uribe y la mayoría de los seguidores de esta secta, son adoradores de la
guerra. No contentos con emprender miles de triquiñuelas para hacer trizas el proceso
de paz que puso fin a más de sesenta años de conflicto armado con las FARC,
estos señores y señoras adoran las armas y lo que ellas provocan. Son
fervientes fieles del golpe, de la bofetada, de la amenaza, de la tortura, de
la vejación, del disparo certero, del desplazamiento… siempre y cuando sea
contra el distinto, no contra ellos mismos. Si alguien toca uno de los suyos
claman al cielo gritando “terrorista”, “sicario” y de paso activan toda su maquinaria
de persecución y exterminio.
Me
asusta la complicidad de los medios, quizás porque ingenuamente creo que es una
de las profesiones que puede contribuir al equilibrio de poderes. No obstante,
hace rato se corrompieron. Me aterran los ciegos seguidores de los “adoradores
de la guerra”, porque no han entendido que si algo debe ser sagrado en este
tiempo apocalíptico, debe ser la vida mía y la del otro, así el otro sea mi némesis.
Pero hay tanta ignorancia campeando.
Le
respondí el tuit al señor Duque, ese ser pueril que se sienta en la silla
presidencial de un país condenado al odio por él, su mentor y sus seguidores: ¿No le es suficiente con atizar la guerra en
Colombia y ahora le arroja gasolina a la guerra de un país hermano? No
espero respuesta.
Deseo
que Venezuela encuentre un camino, una salida a su tragedia interna, que en
nada se parece a la tragedia mediática con la que los medios en Colombia venden
pauta y se enriquecen. Ojalá Venezuela halle rápido esa paz que se le está embotando
y no tenga que pasar, como Colombia, más de seis décadas gobernada por los
adoradores de la guerra. Sería para ellos un porvenir atroz, como nuestro
presente.