Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente
IDEAD-UT
El
iceberg avanza hacia nosotros
inexorablemente.
Hans Maguns Enzensberger
Mayo 2017. Hace tiempo
que la Universidad del Tolima vive en la cotidianidad de una premonición
latente: algo va a pasar. Nadie sabe exactamente qué es, pero todos esperan un
acontecimiento que rompa definitivamente el silencio que se prolonga.
La resignación
es un estado heredado de la religión mediante el cual se le pide al sujeto que
conceda sus deseos al destino, es decir, que no haga nada porque todo está predispuesto.
Y en la Universidad del Tolima parece ser que así se marca la ruta de las
decisiones.
Los que antaño boicotearon
la Asamblea Universitaria hoy reclaman espacios de participación. Los que con
su ineficiencia echaron por la borda el proyecto de universidad, hoy reclaman
institucionalidad. Los que estuvieron a frente durante muchos años, hoy
cínicamente denuncian a unos supuestos culpables, es algo así como si Luis H,
saliera a reclamar por la ausencia de escenarios deportivos en Ibagué.
¿En dónde están
los que planearon y diseñaron la crisis? ¿Los que despilfarraron el
presupuesto? ¿Los responsables del desastre llamado clínica veterinaria? ¿Los
que inflaron la nómina? ¿Los que pelecharon del erario universitario? ¿Los que
hicieron fiestas con los convenios? ¿Los que vacacionaron con dineros públicos?
¿Qué castigo ha recibido los directos responsables de las decisiones que se
tomaron en la UT y que hoy nos tiene en este estado de letargo? ¿Siguen
campantes por el campus? Ese es
nuestro mayor mal público, nunca hay culpables, todo se desaparece bajo el
murmullo cotidiano de los días. No se le haga extraño que cualquier pícaro
termine siendo prohombre.
Hoy falta casi
todo en la UT. Equipos, reactivos, salones, viáticos, comisiones de estudio,
aumento de sueldo, publicaciones, pago de prima de Navidad (2016), pero sobre
todo falta academia. La gran perdedora en todo esto fue la universidad en sí,
su proyecto de formación, su alternativa de investigación y su posibilidad de
ser motor de transformación regional.
Lo que veo
aproximarse es otro iceberg. Uno que golpeará con fuerza esa resignación que
paraliza. Uno que alertará a los viejos marineros del oportunismo para salir a
decir que el barco se hunde, olvidando que fueron ellos quienes llevaron la
nave a aguas peligrosas.
Los capitanes de
hoy están sumidos en el letargo. Nada nuevo han logrado más allá de mantener la
nave a flote, pero sabiendo que pronto se deberán tomar decisiones bravías o
dejar definitivamente que la nave se hunda.
A lo lejos un
faro titilante nos alerta, pero la tripulación solo espera el llamado para
saltar a los botes salvavidas. ¡Sálvese quien pueda! Y cuando estemos todos en
las aguas frías, entonces quizás alguien diga:
- Tanto que
pudimos hacer y no lo hicimos.
Esta no es una
nueva historia, es una historia que se repite hasta la saciedad.
2 comentarios:
Buen día Poeta,
No puede es permitirse que los faros -los pocos que queden-, se apaguen definitivamente.
El destino de quienes portamos antorchas en medio de la oscuridad, nunca se debe dejar... Fuerza...
Un abrazo,
Gentil Gómez
Que triste pero muy cierto...ya resignados!😢
YULIETH MARIN NOREÑA
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