Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla
Director
Grupo Argonautas
Apartes del Prólogo al libro:
Memorias Proyecto Aula Viva: Naturaleza, saber y aulas.
Vendrá quizás un tiempo en que
los hombres,
Al contemplar sus manos,
Descubran que no todo está
perdido.
José Manuel Díez
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El Instituto
de Educación a Distancia (IDEAD) de la Universidad del Tolima, tiene una ya
extensa tradición como universidad formadora de sujetos, cuya relación con el
contexto es fundamental en la construcción del diálogo de saberes, requeridos
para que el modelo de la autonomía para la autoformación sea un concepto viable.
Hacer presencia en múltiples espacios es una fortaleza para los programas de
pregrado y posgrado que oferta e IDEAD, porque esa relación currículo Vs.
contexto se retroalimenta desde las preguntas que el entorno genera y las
respuestas que sobre los problemas le pueden ofrecer la realidad educativa,
cuestionada por la cotidianidad.
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El programa
de investigación formativa ha sido inherente al modelo pedagógico del IDEAD, un
valor agregado cognitivo, suelen afirmar los pares visitantes cuando se enteran
de la trayectoria del sistema. Pensada como una estrategia pedagógica le
permite a la comunidad (estudiantes, sector externo y docentes) establecer
diálogos y aprovechar los saberes culturales (tradición) y los saberes
oficiales (academia) para proyectar soluciones a los múltiples problemas del
laboratorio de la realidad.
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Los
imperativos, globales y nacionales, condicionan la investigación de las
universidades públicas a dar respuestas a los postulados de la innovación, la
ciencia y la tecnología, descartando u otorgándole un ínfimo valor a los
esfuerzos por solucionar problemas en contexto. Por tal razón, los grupos de investigación,
los semilleros y los colectivos investigadores en general, han emprendido una
carrera de ránquines, de mediciones y estandarizaciones, es decir se jugaron (o
fueron seducidos u obligados) por el mundo discursivo de las competencias. En
esa loca carrera por alcanzar reconocimientos, indexaciones y demás artilugios
del momento imperante, la sociedad queda al margen de los intereses
universitarios y los estudiosos vivimos atrapados en los muros de la fantasía
académica, sin ver que fuera de los muros existe un mundo que podríamos ayudar
a transformar.
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Para la
investigación formativa, entonces, es casi una necesidad salir de las aulas,
leer el territorio e intervenir los problemas. Y ese salir no solo es físico,
es ante todo mental, es la construcción de una nueva actitud de dialogar con el
vulgo, alejados de los dramas grotescos que la Ilustración engendró en los
dogmas educativos. Es volcarse a la realidad y hacerse sensible ante las
problemáticas cotidianas, para ayudar a pensar las salidas. No es avanzar como profetas,
repletos de verdades, es más bien erigirse explorador y caminar junto a los
sujetos, las comunidades y las instituciones que padecen las vicisitudes; es
ayudar a construir sueños comunes para transformar las pequeñas cosas.
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A pesar de
los negros panoramas que se ciernen sobre la educación, sobre todo la pública,
debemos seguir intentándolo, ese es el oficio del verdadero pedagogo, porque
como lo anuncia el poeta Manuel Díez, al iniciar este texto:
Vendrá quizás un tiempo en que los hombres,
Al contemplar sus manos,
Descubran que no todo está perdido.
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