En la
Universidad del Tolima, como en la ciudad y el departamento, están rondando
varios candidatos a decanaturas y rectoría que se disfrazan detrás de los
discursos correctos, pero que solo engañarán a incautos, acomodados y
cómplices… bueno, engañarán a muchos.
En el gobierno
de lo público deberíamos seguir la premisa de Bernard Shaw quien dice que “a
los políticos como los pañales hay que cambiarlos seguido… y por las mismas
razones”, por lo cual no se entiende por qué terminamos eligiendo siempre a los
mismos, con base en las mismas promesas y en los mismos desencantos. Para el
caso dos botones, los demás pa´ la camisa:
1.
El rector
actual, Herman Muñoz, fracasó estruendosamente al frente de la Universidad,
pero no solo él, sino ese entramado de funcionarios enceguecidos por el poder
que lo rodearon, y que hoy posiblemente huyan desesperados a buscar otro
escampadero. Lo peor que le puede pasar al adulador es ver a su líder caído en
desgracia. La soberbia, la gula burocrática y la ausencia de un proyecto
colectivo universitario, llevaron a la Universidad del Tolima a derrochar una
oportunidad de avanzar hacia la consolidación de lo público y, por el contrario,
terminamos esclavos de las afujías económicas, el descuadernamiento de lo
académico y con un INRI social difícil de borrar, pues no estamos acreditados
ante el Ministerio de Educación y menos ante la sociedad, que a la larga es lo
que importa.
Aun así, quizás
alentado por sus asesores desenfrenados, el rector busca su reelección; es que
la insensatez es hermana gemela del poder. ¿Quién podrá creerle? ¿Cuál será su
plan de gobierno? ¿Empezará a hacer lo que debió hacer hace tres años? ¿Será
capaz de dar un giro radical? No le puedo creer, yo sé lo que hizo el verano
pasado.
2.
El otro
candidato es Germán Rubio, conocido por sus posiciones déspotas y visión
administrativista, lo cual lo perfilaría bien para gerenciar un voraz banco,
pero no la única Universidad Pública de la región. Recuerdo acciones suyas al
frente del Instituto de Educación a Distancia, como la contratación de
catedráticos a 2 meses y medio, dejando a cerca de 1000 tutores presos del
mundo laboral precarizado, sin seguridad social, sin prestaciones y sin
esperanzas. Así mismo, sin ningún reparo académico y sin escuchar los
argumentos pedagógicos, hizo que los cursos de distancia pasaran de ser
orientados cada 15 días a que se ofertaran semanalmente, con lo cual echó al
traste el proceso de investigación formativa, calamidades que aún hoy padecemos
y no hemos podido reparar. Igual sucedió con la revista Ideales, que para el
tiempo en que él fue Director tenía listo el número 3, pero se negó a apoyarla
con el argumento de que se requería una revista indexada, dos años estuvo al
frente y nunca salió la nueva revista e Ideales perdió su continuidad, lo cual
afectó su proceso de indexación. Otra acción que habla de su talante es esta: Cuando
llegó ordenó, (sí, él ordena, no concierta), que sacaran todos los documentos,
libros e informes que reposaban en los estantes de la Dirección, mandó a
remodelar. Lo triste es que toda esa memoria escrita institucional fue a parar
a la basura, algo de eso pude rescatar de la mano de los recicladores. Hay
personas que piensan que la historia empieza con ellos. ¿Cuál será su propuesta
para la Universidad? ¿Cerrar programas de artes por no ser productivos? ¿Precarizar
aún más la labor de los catedráticos? ¿Mandar a instalar rejas altas para
rodear a la Universidad? ¿Fortalecer la política de la mano dura? ¿Haremos de
lo poco público que queda un fortín para el mercado? No le puedo creer, yo sé
lo que hizo el verano pasado.
3.
¿Entonces? Ante
la complejidad, bienvenida sea la creatividad. Volvamos a sentirnos
universitarios, construyamos un sendero y concertemos una salida a la crisis,
retomemos la idea de la Universidad del Tolima, no dejemos que el futuro educativo
de la región siga de mano en mano, tranzando puestos para los politiqueros de
la región. Encontrémonos, no para destrozarnos, sino para reconstruir la
Universidad del Tolima. Volvamos a la Asamblea Universitaria decisoria y
abandonemos las discusiones de circo, pensémonos como colectividad de
estudiantes, docentes y funcionarios, todos ocupados por aportarle a la región
el mejor proyecto para la formación de miles de jóvenes que, en un futuro
cercano, nos ayuden a trasformar esta región atrapada en la peste de la
desolación politiquera.
No es utópico,
es real. Si somos capaces de encontrarnos en la diferencia, de perfilar un
proyecto por encima de nuestras ambiciones personales y grupusculares, quizás
seamos recordados como la generación que activó el cambio, porque como dijo
Nelson Mandela: “Todo parece imposible hasta que se hace”.
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