Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Otro semestre
que se desliza por los túneles del tiempo, otro balance por realizar en un
mundo universitario que parece atrapado en una noria que se repite hasta el
hastío. Vivir en la Universidad del Tolima, como lo hacemos muchos, es vivir
entre la esperanza y la cruda realidad. Esperanza por ver que nuestros
esfuerzos rompan el dique de la paquidermia que impide la trasformación a un
mayor ritmo, y pesimismo porque a veces se tiene la impresión que involucionamos.
Este es un balance de alguien que habita, padece y disfruta este mundo.
1
Hay una tarea
urgente por realizar entre todos, es la de recomponer el campus como un lugar de todos y para todos, y vivificar el ethos para volver a sentir que forma
parte de una universidad pública y por ende, asumirnos como tal. Este semestre
las fracturas entre los distintos estamentos, sujetos, grupos y actores de la
Universidad del Tolima se ahondaron. Parece que viviéramos en tiempos de total
discordia y antítesis, como si estuviésemos atrapados en la letra del famoso
tango Cambalache, sobre todo en esta
genial estrofa:
Si
uno vive en la impostura
y
otro roba en su ambición
da
lo mismo que sea cura
colchonero
rey de bastos
caradura o polizón.
Hemos dedicado
demasiado tiempo y esfuerzos en hacer los mandados del MEN, de CONACES, del
CNA, además sin frutos evidentes; tiempos y esfuerzos que le hemos restado a la
posibilidad de mirarnos a la cara y delinear un derrotero con algunos acuerdos
mínimos. Sufrimos del síndrome de la fachada bien pintada y el patio lleno de
escombros. Es urgente repensarnos un proyecto para lo común, una especie de
pacto universitario que permita la existencia de la diferencia y el retorno a
la idea de universidad. Parece sencillo, pero es una agotadora tarea que nos puede
garantizar la Universidad en un escenario de futuro.
2.
Riñas,
angustias, tropeles, carencias, enojos, desilusiones, enemistades: estas son
palabras que inundaron el diario vivir en la UT; no es de ahora, es un problema
que se anidó en la comunidad desde que Ramón Rivera, ese rector que se
encaprichó con el poder, decidió tercamente sentarse demasiado tiempo en el trono
de mando, sin importar que para ello la comunidad se dividiera al extremo del
paroxismo diletante. Acuerdos, risas, debates, urgencias, ilusiones y
posibilidades son las palabras necesarias para un nuevo vocabulario en la
universidad, sin que ello menoscabe el libre derecho a la crítica, al hacer y
pensar diferente, a la primacía del argumento sobre las demás formas de
discusión.
3.
La academia, ese
concepto tan brumoso que concebimos de distintas maneras pero que todos construimos
o destruimos, debe ser el centro que posibilite el encuentro. Entender que,
como universidad pública, poseemos una alta responsabilidad para el proyecto de
región y de país, es esencial a la hora de encontrarnos. Debemos abandonar
nuestra cómoda baldosa del proyecto personal, pera pensarnos como sujetos vivos
y activos del devenir. Más allá de los intereses particulares, como
universitarios debemos garantizarle a otros esa posibilidad que tenemos y que
ojalá esos Otros, posean con mejores condiciones: Si el egoísmo imperante en el
mundo capitalista nos quiere arrebatar lo público, es la solidaridad el lugar
desde donde se construyen otras posibilidades.
4.
Clases,
evaluaciones, números, tareas, más clases…rutina de días y silencio que
adormecen el espíritu y matan la creatividad. Si a las clases fuera del aula,
si a las valoraciones colectivas sobre lo humano, si a los números no como
indicadores, sino como instrumentos de la idea, si a las tareas sociales de la
universidad…
5.
El arte y la
cultura, en sus variadas expresiones, se convierten en centro de catarsis para
las comunidades. Más música, más publicaciones alternativas, más centros de
estudio y debate, más cine, más danza, más teatro, más voces alterando el silencio
de los días, más poesía, más narraciones, más cuerpos alterados por la sensibilidad
de un tiempo de almas petrificadas, más expresiones coloridas en telas, en
cuadros, en paredes… porque la cultura es, como dijera, André Malraux, “lo que
en la muerte, continúa siendo la vida”.
Posdata:
Dirán algunos
que mi visón es idealista, y tienen razón, necesito los ideales para poder
caminar hacia un mundo mejor, al menos hacia este pequeño mundo que habito a
diario y que se llama Universidad del Tolima.
2 comentarios:
Agradezco, recibir sus reflexiones,
su puntualidad, que incluye, en clara
sintonia con las necesidades de recuperar
el espacio de lo público: la discusión, el
debate, y la responsabi-
lidad de un mejor mundo que pasa por
el aula, su libertad creadora, su devenir.
Patricia S
pasado semestre
la visión idealista :
ideas en acción.
Romanticismo extremo:
otra UT es posible !
Solidaria Autónoma
Inteligente Alegre
Poesía y Ciencia
Al servicio de la Vida
de la Humanidad
jvd
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