Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Colombia es un país estancado en el
tiempo, un país que poco cambia. Desde que tengo memoria observé llegar a mi
barrio a los gamonales electorales buscando votos a cambio de miles de promesas
para los necesitados, como puesticos para los jóvenes hambrientos de futuro, tejas
de zinc para los desvencijados ranchos o un bultico de cemento para reparar las
maltratadas calles. Pero luego de ir a votar los acueductos se demoraban
eternidades, los servicios se encarecían y los jóvenes continuaban dormitando
las esquinas, sin empleo. Pasados algunos años, cuando de nuevo la sed
electoral agobiaba las barrigas de los politiqueros (que no políticos), la
parodia se repetía y se sigue repitiendo porque en Colombia nada cambia.
Ayer pude ver esa Colombia estancada
en el tiempo. Repleta de pobres con camiseticas de colores con las que ahora
disfrazan la avanzada electorera. Gente humilde, con ojos cansados de soñar
pero resignados al gamonalito de barrio quien tasó a buenos precios sus votos y
corre diligente entre las urnas tratando de guardar evidencias para el cobro de
su factura. Vi la viejita encorvada llamando a gritos al seudo-líder comunal
para preguntarle por quién era que había que votar y al joven escéptico que
entre burlas de sí mismo y sus compañeros votaban a cambio de una promesa de
futuro. Vi motos cargando gente hacia los puestos de votación, niños
repartiendo mini-propaganda con el número y el nombre de alguien que nunca más
volverán a ver. Ayer vi que Colombia está estancada en el tiempo.
Mientras los medios trasmiten la esquizofrenia
electoral y se aterran porque en Venezuela los ricos y los pobres se declararon
la guerra, debido a que ahora los pobres han recuperado ese espacio digno que
se llama la política, en Colombia celebran la “fiesta democrática” que no es
otra cosa que la apología a un país en donde los pobres, que somos millones,
llevan en hombros a los pocos ricos que se niegan a transformar la realidad. Este
es un país en donde insultar es taquillero, violentar atrae votos y engañar
sustenta el poder. Basta recorrer las calles un día como ayer para darnos
cuenta cuánta falta nos hace apostarle a un proyecto de verdadera educación,
pero también entendemos que esos farsantes que te llevan a votar como borrego,
nos necesitan así, soñadores e inocentes, obedientes, obsecuentes, resignados,
pobres, votantes… Eso permite que el país pueda seguir sumido en otros cien
años de soledad, porque en Colombia nada cambia.
Hoy lunes las calles amanecerán
repletas de papeles electorales. Nos dirán que se hizo democracia. Los medios
ocuparán sus espacios con cifras, pronósticos y balances, pero si miran bien los
nombres de quienes estarán en los puestos públicos, se darán cuenta que todo
sigue igual. Los que se han repartido el poder durante la historia en Colombia
siguen ahí, con menos o mayor poder, pero con poder. Seguirá siendo un país con
un gobierno de derecha, cuya oposición de ultraderecha avanza, mientras tanto
el taxista que ayer transportó votantes, la señora de la tienda que repartió propaganda,
el niño que llevaba esticker en sus bolsillos y la señorita que visitó el buso
de un partido disfrazado en colorcitos, estarán solos, soñando que algo cambiará,
pero no saben, o acaso quieren no saberlo, que en este país nada cambiará mientras
los pobres se resignen a ser quienes sostienen en el poder a ese puñado de
cafres que hacen que Colombia siga estancada en el tiempo, porque hasta la
izquierda se petrificó y su sueño es un día ganar en las urnas, ser como ellos,
transar sus sueños por puesticos, vestir de traje y empaquetar el pasado en sus
alforjas. Por eso Colombia es un país en donde poco o nada cambia.
3 comentarios:
MUY CIERTO PROFE, EL PUEBLO ESTA CIEGO , SORDO Y MUDO
Ligia Campos
> Me encanto..es una gran y triste verdad
Ángela Bocanegra
Al pueblo le falta pedagogía...Pedagogía del oprimido como dice Paulo Freire. Atte. Rafael Diaz.
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