Por: Luis Fernando Abello
Egresado Universidad del Tolima - IDEAD
¿Ya tenemos elementos de distancia en esta
cuarentena para declarar la muerte de Dios? Antes de Nietzsche, Hegel había
tomado el rumbo de esclarecer la idea deicida como un asunto estrictamente de
la conciencia. La sustancia planteada en el filósofo de Stuttgart crea una dialéctica
como naturaleza eterna e infinita, por lo cual es inalcanzable. La sustancia
paralela la hemos cristalizado, desde el confinamiento, como el miedo a la
muerte. En otras palabras, la totalidad de la pandemia es una materialización
de Dios; su vacuna será dialéctica también.
Tomar conciencia de la muerte se ha
constituido en nuestra propia sustancia desventurada. La autorrealización de
nuestras potencialidades se ha considerado opacas a representarse bajo el
anhelo de extrañar el mundo dejado antes de la pandemia.
Con lo anterior, Hegel considera a nuestro
espíritu extrañado, es decir, alejado y alienado, considerando la relación
entre el individuo y su naturaleza social. Es entonces donde el acontecimiento
nostálgico de nuestro mundo toma fuerza de una melancolía formal y con ella
concebir el presente como una conjetura necesariamente intermedia entre la
mortalidad y Dios.
Es así que, dispuestos a considerar la muerte de
la especie humana antes que la de Dios, los discursos religiosos se han visto
obligados a producir otros temores nunca antes vistos: La muerte metafísica. Dicha
muerte, tomando las palabras de Schopenhauer, evidencia lo miserable de sus vidas
que nada pierden. Dado el valor tomado bajo el estigma divino, quedan huellas
imborrables que no dejan asumir la realidad, y, bajo una idea divina, se ha
transformado en testimonio de asumir el fallecimiento por pandemia para mostrar
lo inalcanzable de Dios.
De ello que la representación religiosa toma
medidas mundanas para ver la cara divina. Su culpabilidad se ve reflejada en
asumir las consecuencias de la pandemia a través de intuiciones complementarias
de la subjetividad. Es decir, asumen lo invisible como visible (virus) para
darle estocada a lo invisible (Dios). En
consecuencia, cuando se ha asumido lo absoluto de nuestros miedos, se ha tomado
lo absoluto de nuestros pensamientos. Al hacerlo, le robamos la totalidad a
Dios.
Por lo tanto, asumir el no-ser como negación
lógica griega, reitera, no sólo la negación humana y su toma de conciencia,
sino también una preparación para un Dios asumido bajo un carácter utilitario. Lo
que lo convierte a Dios en un sustantivo que muere cuando la razón y la
imaginación regresen del encierro, pues nada esperamos de su propia inexistencia.
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