Imagen: El Bosco |
Por: Carlos Arturo
Gamboa B.
Docente Universidad
del Tolima –IDEAD-
0.0
Mientras
me desplazo de link en link, de web en web, de chat en chat, voy intentando procesar esta nueva realidad que a todos nos
acometió, como la incertidumbre que te acecha a la vuelta de la esquina.
Los
estudiantes, los docentes y los trabajadores de cientos de campos productivos,
tratamos de responder a esas nuevas lógicas que la pandemia nos ha hecho
redireccionar. Algunos ya están agobiados, otros perplejos y otros entienden
que este es el inicio de una cadena de sucesos que conducirá a la aceleración
de transformaciones en la educación, el trabajo, la vida.
Muchas
de las cosas ya estaban ahí transformándose de manera lenta, como lenta es la evolución,
que siempre sufre aceleraciones, como cuando un meteorito impactó la tierra y precipitó
el ciclo evolutivo. Hoy el virus impacta desde adentro y eso actuará significativamente
en el sistema llamado tierra, porque créanlo o no, estamos interconectados,
somos parte de un solo y enorme organismo.
1.0
Mientas
en todo el mundo los médicos, las enfermeras, los bacteriólogos y muchos otros
profesionales están en este momento salvando vidas o intentando hacerlo, los
demás parecemos a la expectativa. Aún bloqueados por el shock, por el resplandor del meteorito que cayó y alteró nuestra
cotidianidad.
Ya
no nos levantamos como hace un par de meses, a tasar nuestra existencia en el marco
de un modelo que hábilmente nos había enseñado a mostrar lo generoso del mundo
y tapar lo horroroso. Muchos se sentían seguros de la existencia, sin ver los márgenes,
sin observar el deterioro camuflado entre las multitudes. Lo importante era producir,
consumir y volver a producir.
Mientras
miles de mujeres y hombres de ciencia están en laboratorios buscando una cura
contra el virus o diseñando algún medicamento que mitigue su avance ¿qué hacen
los profesionales de las ciencias humanas y sociales? Los filósofos, dados a la
constante reflexión ya han dicho algunas cosas importantes, hasta Zizek cuya
productividad discursiva se asemejaba a la productividad del sistema que critica,
ya se atrevió a publicar un libro sobre el Covid-19 y sus consecuencias. ¿Y los
demás?
Quienes
llaman al pánico de las ideas y a diario hacen circular sus escritos
digitalizados, memes, diatribas, audios saturados de miedo y demás artefactos discursivos,
en su mayoría pertenecen al mundo de las ciencias sociales. Aún no logramos atrapar
en nuestras manos el “objeto de estudio”, por eso vamos de aquí para allá, como
bipolares el día del apocalipsis. Un día se piensa en los retos del nuevo
estado de las cosas y los fenómenos, otro día lanzamos alaridos de angustia
ante la desolación y la catástrofe. Otros días simplemente enmudecemos.
2.0
En
el campo de la educación nos enfrentamos, de entrada, a nuevas formas de hacer
el oficio, pero acá está cambiando la educación como un todo, de fondo debe mutar
el proyecto de formación humana. Quizás desde la gran revolcada que el
humanismo le dio al mundo de las ideas, no había existido otro momento de tan
profundo debate. ¿Para qué estamos formando? Pregunta iniciática que volverá al
estrado de los juicios pedagógicos. ¿En qué estamos formando?, será la pregunta
consiguiente, y de ahí se derivarán muchas más.
La
primera instancia de miedo y resistencia se ha dado frente a los medios
digitales, al menos en nuestro contexto. Y es obvio que así sea, porque a pesar
de que el uso y acceso a dispositivos tecnológicos es una categoría que aparece
hace más de treinta años en los diseños curriculares, la adaptación había sido
muy lenta.
Resistidos
por quienes afirmaban que esos “usos” deterioraban la calidad de la educación,
solo los programas virtuales y a distancia habían logrado profundizar en los
escenarios de las mediaciones pedagógicas de manera amplia y concreta. También en
la antigüedad muchos se negaron a abandonar los monasterios en donde eran guiados
por monjes, para llegar a las escuelas y sus aulas dirigidas por maestros. Los
dibujantes en sus inicios odiaron y temieron la cámara fotográfica, los
docentes de tiza y tablero desconfiaron del video
beam. Hoy nadie duda de la necesidad de la escuela, la cámara y el video
proyector.
Ahora
causa gran preocupación que los estudiantes no tengan un computador, un medio
digital e interconectividad para asumir los cambios de la mediación pedagógica,
y esa preocupación es real, hay datos, discursos y pruebas para constatarlo.
Muchos usan esta evidencia para que las clases se suspendan, sobre todo en los
modelos de la presencialidad, para quienes el campus aún es (era) un territorio fijo, limitado y físico. Ese campus ya no existe (existía) en esas
dimensiones, ahora lo estamos descubriendo.
4.0
Antes
del virus y la aceleración del uso de mediaciones pedagógicas para que la
educación sobreviva a la cuarentena obligatoria, ya existían males peores que
la falta de un PC o un plan de datos. En
Colombia, el índice de deserción académica está por el orden del 45 % y más. Gran
parte de esta deserción se da porque el alumno no tiene la manera de mantener
los mínimos para estudiar: fotocopias, compra de libros, apoyos para subsistir,
un buen almuerzo, el transporte, el arriendo para mantenerse en una ciudad
capital siendo de provincia, entre muchos factores más.
No
escuché de un movimiento estudiantil y profesoral que planteará que no iniciaría
clases hasta que el último estudiante no tuviera estas condiciones mínimas para
subsistir durante el semestre. No obstante, hoy en todo el país, vemos cómo
crece la idea de que los programas, sobre todo los de presencial, no inicien
hasta que haya normalidad. ¿Cuál normalidad? ¿La que acabo de describir?
Tendríamos
que incluir en este inventario dos aspectos más, la exclusión del ingreso a la educación
superior, sabiendo que de cada cien jóvenes apenas al sistema ingresan entre 20
y 30, de los cuales ya dijimos el 45 % nunca culmina el proceso. Además, la
mortandad académica, ese otro monstruo silencioso que expulsa estudiantes de
las aulas universitarias y que nadie diagnóstica y corrige.
5.0
El
virus nos ha ayudado a quitarnos muchas vendas que cubrían los ojos con los que
contemplamos la realidad. Las precariedades con las que muchos estudiantes se
mantenían en las carreras universitarias era (es) el pan cotidiano de los campus. Ahora han mutado a otro lugar,
el estudiante que está en la provincia ya no tiene que conseguir la plata del transporte
o el pago del arriendo en la capital, ahora debe poseer un PC moderno y un plan
de datos.
Y
es cierto que muchos no podrán acceder a estas nuevas formas de mediación pedagógica
como antes otros no pudieron acceder a la educación superior, pero ahí está el
reto, en no dejar que todo vuelva a la “normalidad”, sino que el coletazo del
asteroide Covid-19 nos permita repensar las garantías de la educación y el porqué
y para qué de la misma. Por eso detenernos no puede ser la salida inteligente,
el sistema debe seguir activo, porque al parar alimentaríamos el algoritmo de
la exclusión. La tarea consiste en incluir y la lucha debe darse en ese campo.
¿Internet gratis para estudiantes y docentes? ¿PC para educar desde el Ministerio
de las Tics? El camino debe ser construido y transitado.
El
virus nos hizo ver el mundo como era, ahora los muertos se contabilizan bajo la
supervisión de elaborados algoritmos de la Big
Data. Asistimos al espectáculo mediado de la pandemia con drones en cada
rincón del planeta. No obstante, los muertos de antes se contaban por miles,
morían por muchas causas y variadas enfermedades, pero no se llevaba una contabilidad planetaria de los mismos.
6.0
La
realidad actual tiene mucho de la antigua, solo que ahora es más visible.
Esperemos que cuando culmine la nueva jornada de pánico la vida no vuelva a la
normalidad, porque esa normalidad fue la que puso en riesgo la vida.
3 comentarios:
Impecable prosa maestro Carlos
Gracias Poeta por tu planteamiento claro y conciso. Abrazos
Transformaciones soportadas en el miedo o la necesidad...sin embargo, transformación.
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