En el II Concurso
nacional universitario de microrrelato 2017, convocado por la Universidad EAFIT, destacan como uno de los 8 trabajo seleccionados un minincuento de mi autoría el cual comparto aquí:
El poder de la palabra
Aldemar nunca creyó en el poder de la
palabra, para él las frases eran solo vacíos en el vacío, murmullos carentes de
autoridad. Nada más le agradaba que lo concreto y, según él, el lenguaje era
muy ambiguo.
La noche que fue detenido, como
sospechoso de dar refugio a un rebelde, firmó el formulario de la comisaría con
su puño y letra. Alegó que lo confundían y pensó que todo se aclararía pronto.
Durante los dos meses que estuvo en
los calabozos de la Sexta Brigada, guardó la esperanza de que los gobernantes
reconocieran el marco de su ideología. Odiaba los discursos de cambio, ellos
deberían notarlo en sus pesquisas. Sin embargo cada tres días era torturado,
aunque no tenía nada que “cantar”.
Pasaron los meses. Las batidas
aumentaron en la misma proporción que la resistencia. Pronto los calabozos
estaban saturados. Aldemar ya no era útil. No tenía nada que decir. El
comandante firmó la orden.
De pie frente a los cuatro soldados
Aldemar reiteró su inocencia. Entonces entendió el poder de la palabra, justo
cuando escuchó al comandante, sin ambigüedad, gritar:
-¡Alisten, apunten, fuego!
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