Profesor
IDEAD - UT
En la
Universidad del Tolima todos se andan preguntando ¿qué va a pasar? El tiempo de
los diagnósticos llegó a su fin. El resultado es claro, la institución ingresó hace
tiempo en un estado de desbalance continuo. Hay claridad en varios aspectos que
ahondan la crisis, a continuación se nombran algunos:
a)-El Estado ha promovido el
desfinanciamiento de la educación pública en Colombia.
b)-Históricamente el departamento del
Tolima no ha respondido con entereza social y económica por su universidad
regional.
c)-Nuestros gastos superan los ingresos y el
80 % de los ingresos anuales se va en pago de nóminas.
d)-Poseemos una
estructura organizacional desactualizada y premoderna que la hace poco
eficiente
e)-Se ha perdido cobertura, cada vez son
menos los estudiantes que se matriculan en la UT, y esto se agrava con la
recesión académica que viene afectando el país.
f)-De continuar en esta línea cerraremos
el 2017 con déficit de 23 mil millones de pesos.
A pesar de las
anteriores situaciones, la Universidad del Tolima se erige como una de las
instituciones regionales, de carácter público, con mayor impacto de formación
superior. Varios de sus programas han recibido acreditación de alta calidad y los
indicadores académicos se sostienen a pesar de completar casi tres años en
ambiente de total crisis. ¿Qué hace falta entonces?
Indudablemente
hay que reconocer que como organización nos cogió la noche para modernizarnos,
como casi a todas las instituciones públicas de esta región. Esto generó un círculo
inacabo de malas prácticas como el clientelismo, la burocratización, el
crecimiento desmedido, la ausencia de planificación, la repartición de lo
público, la alta injerencia de la politiquería en las decisiones, entre otros
aspectos que son cáncer para lo público.
Por eso hoy es
el tiempo de las decisiones. Dilatar más esta situación es abusar de una
institución de tan alto valor para la región y el país. En el marco de la Ley 1740 (Inspección y vigilancia de la educación superior en Colombia), la
Universidad del Tolima está siendo monitoreada desde el año 2016, hay un plan de mejoramiento en camino que se debe
cumplir. Esta Ley tiene varias fases en su aplicación, la última es el de
intervención total. ¿Dejaremos que se llegue a esa situación?
Por otro lado,
la Ley 550 (denominada ley de quiebras) sigue amenazando. Si se volviese a un
escenario de cesación de pagos de salarios y de un nuevo crecimiento de deudas
con proveedores, el Ministerio de Educación y el Gobierno Nacional no dudarían
en retornar a proponer esta fatídica salida, en el pasado lo hicieron y con el
rector anterior habían planificado esta estrategia. Lo crítico es que no
estamos muy distantes de esa posibilidad: ya se adeudan las primas de Navidad
del año anterior y la prima de mitad de año de éste. Según informe del rector
actual, existe riesgo de impagos para septiembre si todo continúa en esta línea
deficitaria. ¿Qué opciones nos quedan?
Existe un camino
doloroso, pero real. Debemos ser capaces de enfrentar el monstruo y construir
la mejor salida para la universidad. Lo primero es garantizar que la
institución sea capaz de existir, pero no como un remedo de institución
educativa, sino con las garantías mínimas para ofertar programas con
responsabilidad social, respeto por el conocimiento y la formación superior.
Los intereses sectoriales, particulares y de grupos de poder no pueden ser la
talanquera que nos obligue a descender al último escalón de la crisis. El
Consejo Académico debe tomar decisiones institucionales, su talante medroso y
acomodado a los cálculos políticos hoy atentan contra la posibilidad de salvar
la Universidad. De igual manera, el Consejo Superior debe anteponer sus
variados intereses burocráticos y sectoriales a la posibilidad, no solo de
salvaguardar, sino además fortalecer, una de las instituciones más necesarias
para la reconstrucción de la región, tan golpeada por la violencia, la
desigualdad, la corrupción y la falta de visión de futuro.
Dudo mucho que
la comunidad sea capaz de ponerse de acuerdo en los derroteros para enfrentar
la crisis. Todo está fracturado. Hace mucho tiempo que nos quedamos a la deriva
de las transformaciones y nos dedicamos a cuidar cada cual su nicho de poder.
Más que defender la Universidad del Tolima, la mayoría está pensando en cómo
cuidar sus intereses, su puesto, sus cuotas, sus pequeñas privatizaciones de lo
público.
Es duro decirlo,
pero no estamos para aguas tibias, porque en momentos de crisis es mejor ser
impopular que irresponsable, y la irresponsabilidad que nos precede tiene mucho
de culpa con lo que hoy nos acontece.
Posdata:
¿Es posible que
se genere un plan de retiro pensional voluntario (2017-2019) en la Universidad
del Tolima y que de esa manera se logre una reducción significativa en los
gastos de nómina? Esta pregunta la he venido formulando hace más de un año, a
muchos les parece viable, pero hasta ahora no hay una propuesta concreta en ese
sentido.
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