Por: Carlos Arturo Gamboa B.
“Periodismo es difundir aquello que alguien
no quiere que se sepa; el resto es propaganda. Su función es poner a la vista
lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar”
Horacio Verbitsky
Mientras
el aparato militar estatal se resiste a construir escenarios de paz, pues la
guerra siempre será más lucrativa, y el “uribismo recalcitrante” (expresión
redundante) se va de gira por el mundo para conversar con los señores de
guerra, en Colombia el proyecto paramilitar sigue vivo y creciendo…
Por
su parte los medios de comunicación privados siguen plegados a los discursos oficiales,
tapando muertos con farándula, haciendo eco de la economía depredadora, interesados
más por lo que pasa en Venezuela que por las atrocidades diarias que azotan las
mayorías en Colombia, viendo la paja en ojo ajeno y desconociendo la viga que
los enceguece.
Pero
los medios alternativos cada día toman más fuerza, porque dicen la verdad, muestran
ese “realismo sucio” que nos agobia. Destapan las ollas podridas de la corrupción.
Evidencia el crecimiento de la desigualdad. Denuncia las locomotoras depredadoras
de la minería y los proyectos energéticos que consumen nuestros territorios. Se
erigen como voces de lo común, de la mayoría, por eso se tornan peligrosos, por
hacer periodismo de verdad.
Y
Colombia sumida en la oscura noche de la sangrienta historia, se ve frenada a
la transformación social por esa élite egoísta y mezquina, élite que aceita la maquinaria
paramilitar, la cual nunca se desactivó, algo que el uribismo y sus “ciego
seguidores” no quieren recordar. Hoy deambulan
por todas partes, el ruido de sus motosierras aún despierta las noches rurales,
el tronar de sus fusiles horrorizan las calles de las ciudades, mientras el
dinero de las multinacionales aceita su devenir. Colombianos a sueldo que se
ensañan con otros colombianos quienes desean un futuro mejor para sus hijos. Hijos
de Caín que siguen matando a Abel. Ciclo del horror.
Porque
esa minoría del poder tiene miedo a que el país se transforme en uno más
incluyente, más democrático, más equitativo, menos entregado a los depredadores
del mundo, más educado, más justo y con mayor futuro, es que sigue alentando a
los mezquinos de las sombras, derruidores de sueños.
Ahora
han emprendido un plan de amenazas contra el pensamiento transformador, porque saben
que su turno se termina, que el tiempo de la esperanza en Colombia se asoma en
la esquina de la historia; por eso se ensañan contra todo el que desee “decir
la verdad”. El denominado Bloque Capital “Águilas Negras” ha emprendido este “trabajo
sucio” y mediante panfletos intimidan a los colectivos de comunicación
alternativa, acusándolos de ser servidores de los grupos alzados en armas,
vieja estrategia del terror que encarnó Uribe cuando gritaba a los cuatro
vientos que todo aquel que pensara diferente era “terroristas de las far…”. No
reproduciré las palabras de ese panfleto intimidatorio, porque hacen parte del
inventario de horrores que debemos curar. Solo nos queda la solidaridad, la
noche es oscura, pero no es eterna. Resistiremos y seremos la generación que por
fin cambió la historia de barbarie.
A
todos los colectivos amenazados el profundo abrazo solidario e invito a una
campaña nacional para evitar que los buitres vuelan a poblar nuestras esquinas.
Al colectivo cultural El Salmón, al colectivo Techotiba, a la Galería de laMemoria, al Periódico el Turbión, al Canal Capital, a Kinorama, MarchaPatriótica, y a cada uno de los
señalados por tener sueños distintos al del fracasado sistema, el aliento y la
fuerza para resistir este nuevo embate. Este es el tiempo de la transformación,
ya ni el olvido nos detendrá.