Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Cada
año cuando el calendario anuncia un día para celebrar el oficio de maestro, uno
termina por sentir nostalgia ante una profesión tan deteriorada; muy distante
de la valoración que la misma tendría en un proyecto serio de nación. Es común
la anécdota sobre los japoneses, quienes después de que los norteamericanos
rociaran su país con el horror, emprendieron su recuperación con ahínco y su
principal fortaleza fue la educación. Por acá llevamos años tratando de
enarbolar banderas que dignifiquen la labor docente, pero cada día la
precariedad se sirve en nuestros platos.
He
visto los egresados de las Licenciaturas trabajando hasta por 250 mil pesos, en
colegios que hicieron del acto educativo un pequeño negocio de micro-empresa
familiar. Y esto sucede sin que medie
ninguna forma de control por parte de los entes educativos estatales. En el
Tolima y en Ibagué, por ejemplo, nadie da cuenta de los mecanismos de
regulación frente a estas y otras múltiples atrocidades educativas.
Hasta
en las universidades el deterioro y el poco valor del oficio docente son
paisajes cotidianos. Docentes contratados por horas, que van de universidad en
universidad, de pasillo en pasillo, marcan el territorio de lo que hoy llamamos
educación superior. En el caso de la Universidad del Tolima, por ejemplo, más
del 80% de las asignaturas las orientan docentes pagados por horas, sin el
tiempo necesario para la preparación de clases, sin un espacio real para
habitar y construir el mundo universitario, sin las garantías incluidas en la expresión
“profesor universitario”.
En
estos días el boom está centrado en el Concurso Docente 2013,
para ingresar a trabajar con el Estado; y
mirando de reojo la convocatoria encontramos que el Tolima es uno de los
departamentos con mayor número de plazas vacantes (1015), pero curiosamente
Ibagué una de las ciudades con menos plazas (54). Conozco muchas más vacantes
en los colegios de la ciudad, pero no se me hace extraño que, como ya es parte
de nuestra precaria y corrupta administración pública, se vayan a usar estas
plazas para traslados politiqueros muy propios de un año pre-electoral. (Ojalá
lográramos que el secretario de educación del Tolima, Pedro Leal, nos diera
respuestas al respecto de la ausencia de control de las garantías laborales en
los colegios, sobre todo en los privados, y sobre las pocas plazas vacantes de
la ciudad de Ibagué).
Igual, pasará otro día del maestro, se le darán
palmaditas en la espalda a los docentes, se olvidará lo fundamental que son
para la sociedad aquellos profesores que de verdad se la juegan en la pedagogía
como un acto de valor, porque con tantas afujías, el mundo educativo terminará
siendo un buen refugio para trúhanes y simuladores, y habría que preguntarnos:
¿educar para qué?, con lo cual no nos quedaría otro camino que exclamar, como aquel
dicho popular: “maestro el burro”.
2 comentarios:
Carlos, soy una seguidora muy fiel a lo que escribes, ojala todo cambiara y mejorara
Martha Cecilia Bejarano Herrera
HAY QUE DARLE UNA NUEVA VISIÓN AL OFICIO DE SER MAESTRO, ÉSTE DEBE DESPERTAR Y DARSE CUENTA QUE ES UN MAESTRO DE LA VIDA NO DE ENSEÑAR MATERIAS, ASÍ PIENSO QUE VOLVERÍA A TENER SENTIDO ESTA HERMOSA PROFESIÓN.
SANDRA PARRA
Publicar un comentario