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Por Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima
Vamos heredando violencias,
construyendo círculos de sombras que nos atenazan a un destino. ¿Cómo huir? ¿Es
posible deshacer los nudos y romper el ciclo? Estas dos preguntas permiten
adentrarnos en la reflexión de la Ópera Prima de Andrés Ramírez Pulido: La jauría.
En el cine latinoamericano, y por
supuesto el colombiano, la violencia es leitmotiv,
eje narrativo recurrente. No obstante, en La
jauría importa más la construcción de una atmósfera agreste que nos
cuestiona como espectadores, que nos sumerge en esa piscina oscura de la
naturaleza humana. Más allá de los cuerpos violentados, a los que no rehúye, la
cámara se afina en mostrarnos el drama mental, la psiquis agónica de la víctima
y el victimario, quienes al final comparten el mismo drama: padecer los efectos
de la violencia.
Siete jóvenes, quizás siete
marionetas atadas a un pasado inevitable, intentan ser reeducados por un extraño
sistema carcelario que nada tiene que ofrecerles, más allá de una leve gota de
esperanza en la boca de un proscrito que funge como maestro desesperado en
busca de algo que él nunca encontró.
Por eso la culpa se pasea como
anfitriona en la narrativa de la película. Es invisible, pero está ahí, se
asoma en los intersticios de las sombras y los colores, camina entre los
arbustos agobiantes e inunda los cuerpos juveniles condenados a sufrir el
antiguo rito humano: sobrevivir a toda costa en un mundo agreste.
Con una apuesta técnica bien lograda,
un sonido que captura el mundo natural, sus ruidos, sus sinfonías tropicales y
sus murmullos agonísticos, La Jauría
conmueve pausadamente, hasta elevarnos en un clímax, por un momento agotador,
por lo cual trasmite con eficacia el mundo ficcional que el director nos propone.
El guion plantea una línea cuyo desenlace intuimos, pero que igual nos
sorprende, eso también es virtud.
Actores naturales, paisaje tolimense,
tonalidades suburbanas y deseo honesto de narrar hacen de esta película un buen
metraje para recordar que el cine de verdad es arte, y el arte siempre esconde
una profunda reflexión.
Se estrena en la cartelera colombiana (Cine Colombia) el cercano 20 de octubre. Tuve la oportunidad de asistir al preestreno en Ibagué y sorprenderme, así que los invito a que llenen las salas y se zambullan en esa piscina de emociones.
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