Por:
Carlos Arturo Gamboa
Confieso
que soy de esos colombianos a quienes se les eriza la piel siguiendo nuestros
corredores cuando se empinan las montañas. Es que crecí con la fortuna de ver
las hazañas de Lucho Herrera, Fabio Parra y cientos de ciclistas que la
historia parece haber olvidado, pero mi retina no. Si algo tuvo de bueno los
ochentas fue que los niños de entonces asistimos al espectáculo de cada uno de
esos pedalazos. Seguir la revista Mundo
ciclístico, las trasmisiones del viejo Julio Arrastía Bricca, los
comentarios del “profe” Héctor Urrego y
las notas en los periódicos nacionales, fue uno de mis pasatiempos por
entonces. Pero luego vinieron los noventa, Kurt Cobain y la desolación, el
desmantelamiento de los equipos colombianos de ciclismo, el Pibe y sus jugadas
majestuosas, otras ilusiones, muchas desilusiones. Cuando el rating bajó las trasmisiones de las
grandes carreras europeas se volvieron cuestiones de una pequeña nota entre
datos faranduleros.
Finalizando
los noventa casi no se hablaba de los escaladores, aunque si tuvimos que
soportar los trepadores, esa camarilla de mafiosos que se fueron tomando el
país y que aún no hemos podido soltar, porque siguen chupando la rueda de la
golpeada sociedad colombiana. Iniciado el siglo XXI apareció Botero, quien
nunca me convenció del todo porque sus relaciones con los profesionales del doping lo hacían sospechoso de sus
pedaleadas desaforadas. Si algo ha tenido los escarabajos colombianos es
honestidad. Han dejado su piel en el asfalto europeo, han contribuido a una
leyenda que va más allá de ganar etapas o carreras, su coraje es sólo
comparable con la capacidad de sufrimiento de nuestro pueblo.
Entre
noticias de muertos, bombas, desaparecidos, falsos positivos, eliminaciones de
la selección, estrelladas de Juan Pablo Montoya, batazos de Rentería y
escándalos por corrupción, debe vez en cuando los medios colombianos daban
cuenta de alguna hazaña de un ciclista nuestro. Que Soler ganó una etapa, que
María Luisa Calle un galardón, que Rigoberto Urán se fue de medalla de plata en
los Olímpicos, que un muchachito de Boyacá se ganó el Tour de L'avenir, algo
que llevaba años sin pasar, y así poco a poco el mantel del tiempo se fue
desenvolviendo y como por arte de magia hemos visto aparecer en las pantallas
la imagen de esa leyenda que dormitaba con los años: Los escarabajos han
vuelto, gritaron todos.
Pues
no. Los escarabajos siempre han estado ahí, subiendo montañas, luchando por un
patrocinio, ahorrando moneditas para llenar la caramañola de sus ilusiones.
Siguen pedaleando bajo la ruina inclemente de un país que sólo hace visibles a
los que les garantizan un rating,
luego los olvida para reemplazarlos por conductores ebrios, políticos corruptos
o militares busca pleitos. Los escarabajos son millones, algunos montan en
bicicleta y ganan etapas, otros nunca tienen para una buena cicla, otros apenas
sueñan alcanzar la cúspide de sus sueños en medio de un panorama, que como las
cumbres europeas, son estériles, pero invitan al reto de la hazaña.
Colombia
es un país de escarabajos, de escaladores cuyo peso de su existencia les hace adquirir
el aliento necesario para enfrentar retos sobrehumanos. Por eso cuando Nairo
Quintana levanta las manos dejando al descubierto su cara mestiza, su sonrisa
incompleta y sus ojos rasgados de satisfacción, muchos nos reflejamos en él,
muchos se alegran, muchos añoran el honor de cumplir el reto. Pero otros, los
trepadores sociales, siguen en silencio saqueando el país, negando las posibilidades
de construir una nación en donde los millones de Nairos, en bicicleta y a pie,
puedan sudar su esfuerzo, levantar las manos y hacer realidad sus sueños de vivir.
Ojalá Colombia durante la próxima década le abra el sendero a todos esos
escaladores y de una vez por toda sancione a los trepadores que han engañado al
país con su doping social.
3 comentarios:
EscalAdors vs trepadores..vencedores los rastreroz... exce te articulooo
gato negro de corazon rojo
Gracias por tan buen artículo, algunas veces que me han reenviado articulos escritos por ud, he tenido la fortuna de leerlos, felicitaciones.
Dora Liz Figueroa Oviedo
ERES UN FERVIENTE SEGUIDOR
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