octubre 10, 2025

Ed Gein, el monstruo desdibujado

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

La tercera temporada de Monstruos (2022-2025), la serie de Netflix ahora centrada en la vida de Ed Gein, generaba muchas expectativas para su estreno. Las dos apuestas anteriores se basaron en las historias criminales de Jeffrey Dahmer, en la primera temporada, y los hermanos Meléndez en la segunda, logrando elevadas audiencias por la cercanía de las series con las atormentadas vidas y larga lista de aberraciones de los personajes.

En esta entrega del 2025 apostaron por uno de los asesinos seriales más enigmáticos de la cultura estadounidense, país plagado de personajes enfermos y amantes de la sangre y el crimen: Edward Theodore Gein, quien llevó la sevicia a extremos inhumanos. Sus crímenes y comportamientos han sido objeto de cientos de estudios, películas y documentales; su nombre se incluyó en la cultura moderna como un arquetipo de enfermedad mental, apetito desbordado por la necrofilia y el profundo misterio comportamental de sus actuaciones.

Precisamente ahí es donde la serie Monstruo: La historia de Ed Gein (2025) pierde su rumbo. Escoger un personaje tan conocido para ahondar en su historia criminal trae sus problemas y los creadores, Ian Brennan y Ryan Murphy, pierden el control de la historia. Su apuesta, a diferencia de las temporadas anteriores, es irse por las ramas de las intertextualidades cinematográficas que ha generado el nombre y la vida atroz de Ed Gein; por lo tanto, abandonan el personaje central y evitan profundizar en los hechos particulares del asesino, su mentalidad, sus causas y traumas. Si bien le dan una pequeña pincelada a estos aspectos, se queda en lo superficial, nada que no hubiera abordado Alfred Hitchcock en su famosa película Psicosis (1960). Además, cuando se revisan los archivos históricos, encontramos una distancia abismal entre los hechos reales y lo contado en la serie. Es decir, se pierde verosimilitud y no se afianza la ficción; así la serie queda entre dos aguas, flotando a la deriva.

En esencia, la historia de Ed Gein se ha deformado aún más en esta apuesta, tanto así que aparecen personajes como la supuesta novia Adeline Watkins con un rol central en la vida del asesino, rol que en la vida real nunca tuvo; así mismo, la serie le atribuye asesinatos a Ed, crímenes que nunca fueron probados, como el de su hermano Henry. Lo que sí es de destacar es la actuación de Charlie Hunnam, quien es capaz de personificar la mente atormentada y desociada del carnicero de Wisconsin. La ambientación y la fotografía son otros elementos que hacen de la serie un producto audiovisual destacado.

La metodología de cruzar la vida de Ed Gein con sus aportes a la criminalidad y a la cultura cinematográfica es una buena idea; el problema es encasillar esa idea al formato que hasta ahora nos venía presentando la serie Monstruos. A veces la forma hace fracasar el contenido, porque, al menos en mi caso, me he quedado con las ganas de entender con más detalle una mente criminal tan sui géneris, cuyas acciones hacen palidecer a los más atroces asesinos.

octubre 05, 2025

Un poeta: la radiografía del malditismo poético en el cine

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Los llamados poetas malditos franceses (siglo XIX) se dieron a la tarea de la destrucción de todos los sentidos y con el zumo de sus escombros hicieron poesía. Rimbaud, quizás el mayor de sus exponentes, fue el más eficiente en ese oficio. Su legado quedó en la historia de las letras y su método se propagó por el mundo, generando imitadores a diestra y siniestra. En Colombia, esta semilla encontró buena tierra para su lamentable y pintoresco desarrollo.  A la par de los poetas malditos nacionales, se malformaron sujetos poéticos bastante sui géneris: los poetas malitos.

Ellos, ebrios en todos los sentidos, nocturnales hasta la médula, tocados por una extraña musa de la autodestrucción en busca de la metáfora perfecta, hacen parte de un enorme inventario de vidas arruinadas, y más bien pocos poemas destacados. Los nadaístas fueron parte de esa cosecha, quizás los más notorios. En mi opinión, el mejor y más coherente de ellos fue Darío Lemos, porque el bardo antioqueño fue capaz de llegar al límite del arrojo para terminar solicitando, al final de su trágica vida, que alguien le cambiara su obra por una silla de ruedas. Su autodestrucción estaba por encima de su producción poética: “Mi vida es mi obra, lo demás son papelitos”, dijo orgulloso mientras su pierna gangrenosa se amputaba.

Aún en este siglo pervive ese malditismo, no solo entre poetas, también entre pintores, escritores de todos los géneros y los desgéneros, artistas del trampolín de la vida y de las artes. Parece que el malditismo es una agria etapa de quienes aspiran a hacer sangrar las musas del arte. Algunos se quedan toda su existencia habitando aquella oscura noche, otros huyen a los brazos de la religión -porque el camino a las iglesias está empedrado de vicios-; pocos, muy pocos alcanzan el fulgor de la palabra.

Esta reflexión la escribo como emoción posterior a mi encuentro con la película "Un poeta" (2025), la cual se erige como artefacto estético que encumbra ese personaje estereotipado. Este es un filme hecho con fragmentos de mil vidas que se le asemejan y, como un espejo, refleja la angustia, la desolación y la agonía de sentirse poeta en un mundo sin poesía, pero con enormes toneladas de material para hacerla brotar si los poros dejaran de supurar tristeza.

El director, Simón Mesa, logra construir una ópera que nos conduce a los senderos de la lástima, la desesperación, la risa y la solidaridad con el personaje central Óscar Restrepo, quien se erige como la reencarnación de todos los poetas malditos y malitos de estas latitudes. Como espectadores sabemos de su tragedia, pero nos declaramos impedidos para extender una mano solidaria que lo ayude a brotar de su mísera cotidianidad. Eso sí, guardamos la esperanza de que la poesía lo asista en cualquier momento, porque la película también funciona como metáfora de la creación, del trance del artista entre la realidad y la obra. Para encontrar las palabras adecuadas se debe bucear en lo profundo y no siempre las aguas son claras; por lo general permanecen putrefactas.

De "Un poeta" se han escrito ya una buena cantidad de reseñas, análisis, elogios, todos ellos merecidos; ahondar más en esas visiones es redundar. Va a convertirse en una producción de esas que cada tiempo surgen en Colombia para recordarnos que la mejor materia prima para el arte es la introspección de la mirada para recrear la realidad. Por ello, esta película será premiada y recordada, porque es un homenaje transparente a quienes siguen buscando las palabras para hacer un poema, en medio de las urbes atestadas de dramas humanos que cada vez repelen más la poesía y naufragan en la triste prosa de los días.