Por: Carlos Arturo
Gamboa B.
Docente Universidad
del Tolima
La tercera temporada de Monstruos
(2022-2025), la serie de Netflix ahora centrada en la vida de Ed Gein, generaba
muchas expectativas para su estreno. Las dos apuestas anteriores se basaron en
las historias criminales de Jeffrey Dahmer, en la primera temporada, y los
hermanos Meléndez en la segunda, logrando elevadas audiencias por la cercanía
de las series con las atormentadas vidas y larga lista de aberraciones de los
personajes.
En esta entrega del 2025
apostaron por uno de los asesinos seriales más enigmáticos de la cultura
estadounidense, país plagado de personajes enfermos y amantes de la sangre y el
crimen: Edward Theodore Gein, quien llevó la sevicia a extremos inhumanos. Sus
crímenes y comportamientos han sido objeto de cientos de estudios, películas y
documentales; su nombre se incluyó en la cultura moderna como un arquetipo de
enfermedad mental, apetito desbordado por la necrofilia y el profundo misterio
comportamental de sus actuaciones.
Precisamente ahí es donde la serie Monstruo: La historia de Ed Gein (2025) pierde su rumbo. Escoger un personaje tan conocido para ahondar en su historia criminal trae sus problemas y los creadores, Ian Brennan y Ryan Murphy, pierden el control de la historia. Su apuesta, a diferencia de las temporadas anteriores, es irse por las ramas de las intertextualidades cinematográficas que ha generado el nombre y la vida atroz de Ed Gein; por lo tanto, abandonan el personaje central y evitan profundizar en los hechos particulares del asesino, su mentalidad, sus causas y traumas. Si bien le dan una pequeña pincelada a estos aspectos, se queda en lo superficial, nada que no hubiera abordado Alfred Hitchcock en su famosa película Psicosis (1960). Además, cuando se revisan los archivos históricos, encontramos una distancia abismal entre los hechos reales y lo contado en la serie. Es decir, se pierde verosimilitud y no se afianza la ficción; así la serie queda entre dos aguas, flotando a la deriva.
En esencia, la historia de Ed
Gein se ha deformado aún más en esta apuesta, tanto así que aparecen personajes
como la supuesta novia Adeline Watkins con un rol central en la vida del
asesino, rol que en la vida real nunca tuvo; así mismo, la serie le atribuye
asesinatos a Ed, crímenes que nunca fueron probados, como el de su hermano
Henry. Lo que sí es de destacar es la actuación de Charlie Hunnam, quien es
capaz de personificar la mente atormentada y desociada del carnicero de
Wisconsin. La ambientación y la fotografía son otros elementos que hacen de la
serie un producto audiovisual destacado.
La metodología de cruzar la vida
de Ed Gein con sus aportes a la criminalidad y a la cultura cinematográfica es
una buena idea; el problema es encasillar esa idea al formato que hasta ahora
nos venía presentando la serie Monstruos. A veces la forma
hace fracasar el contenido, porque, al menos en mi caso, me he quedado con las
ganas de entender con más detalle una mente criminal tan sui
géneris, cuyas acciones hacen palidecer a los más atroces asesinos.
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