Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Cada
vez me sorprendo más ante la capacidad de olvido que tenemos los
latinoamericanos. Quizás nuestra obra cumbre debería llamarse Cien años de
indiferencia y soledad, porque la historia en estos territorios
empieza cada día, dejando al garete nuestro pasado. Esto me viene a la cabeza
mientras termino leer el libro Cien horas con Fidel, un documento histórico como pocos que dan cuenta de muchos
sucesos trascendentales para Latinoamérica, los cuales están recreados desde el
verbo de uno los líderes más connotados del siglo XX, Fidel Castro, y que
además cuenta con la sagacidad de un entrevistador como Ignacio Ramonet. En las
más de 800 páginas se puede asistir a un recorrido de la memoria de un pueblo,
que a pesar de las afujías, es quizás el único que en estos lares se puede dar
el lujo de haber alcanzado la verdadera independencia, claro, con los riesgos
que ello acarrea.
Mi
objetivo en estas líneas no es defender a Fidel Castro a quien la historia ya
absolvió, sino más bien comparar un poco los hechos históricos de Cuba con lo
que sucede en el resto del continente. Al desentrañar la historia de Cuba, sus
luchas, los bloqueos, sus alcances y sus equivocaciones, uno siempre obtendrá
un balance a favor de la revolución, eso si abandonando las fuentes mediáticas
que siempre han dicho lo contrario sin sólidos argumentos. Cuba sigue siendo el
país con mayor dignidad en Latinoamérica, sus índices de educación, salud y
bienestar social lo confirman. Aquellos quienes predican los mandamientos del
capitalismo y el consumo no leerán más, para ellos es imposible bienestar sin
grandes supermercados, autos lujosos y derroche de dinero. El problema está ahí, en que hace rato
confundimos el significado de la palabra libertad. Llamamos libertad a nuestra
esclavitud disfrazada, por algo de Colombia se suele decir que es el país con
la democracia más antigua y uno de los más felices, con esa falacia soportamos
la injusticia, la miseria, la violencia y la inequidad reinante desde tiempos
inmemoriales.
Cuba
significa para mi la dignidad en un siglo de arrodillados. Un país bloqueado
por la mayor potencia económica, sin la ayuda “condicionada” de la antigua
Rusia y sometida a una de las más grandes expediciones mediática de
desprestigio, sigue siendo hoy, entrado el siglo XXI, un ejemplo de que es
posible construir otra forma de «estar» en el mundo. La historia de Cuba no se
puede archivar en los anaqueles del olvido, debe ser relatada, debe redificarse
como suceso trascendental, para valorarla con sus grandes aciertos y sus equivocaciones,
debe ser narración que construya futuro. Esto es más vital hoy cuando en el
continente se gestan intentos y realidades de cambio, como en Bolivia,
Venezuela y Ecuador, y con menor gado en Brasil y Argentina. Esos sucesos deben
servir de aprendizaje, pero lamentablemente no recurrimos a ellos, porque de
alguna manera el discurso dominante nos ha impedido verlos decantados. En
ninguna escuela, al menos en las colombianas, se estudia la revolución cubana
como paradigma, sino apenas como simple dato deformado por el currículo
dominante, es decir, el currículo del capitalismo.
Coincide
esta lectura con los sucesos en Venezuela, cuyo debate sospechosamente ha sido
bastión de los medios dominantes, y es que la estrategia mediática sigue
vigente, descalificar cualquier proceso que atente contra el modelo de
capitalismo y consumo; porque atacar ese sistema es atacar los dueños del poder
y el poder también es el dueño de los grandes medios. Por eso cuando alguien
tiene el carácter de enunciar, como lo hizo William Ospina (2013), que: “Venezuela
es el único país de América Latina en donde los pobres están contentos y los
ricos están molestos. Eso debería significar algo”, muchos se escandalizan y
desatan sus sogas buscando a quién ahorcar, pero otros valoramos ese papel de
intelectual; porque sólo develando las grandes falacias, podremos recuperar
fragmentos del pasado. La Venezuela de hoy no es la Cuba de los años 60, pero
es un proyecto que intenta dignificar lo humano, por eso entra en el umbral de
las sospechas, como Bolivia y Ecuador; y como no será vista Colombia, en donde
aún sometemos nuestra dignidad a las disposiciones del mercado encabezado por
EEUU.
En
Cien horas con Fidel, se recrean los
hechos históricos de más de medio siglo de un proyecto de emancipación que aún
está inconcluso, pero que sirve de espejo retrovisor a esa idea de libertad que
aún hierve en nuestras venas latinoamericanas. Hoy cuando el mundo pierde su
cauce, el imperio se tambalea, los recursos que sostuvieron el capitalismo se
agotan y en muchos rincones del planeta la muchedumbre se pregunta ¿y ahora
qué?, volver los ojos sobre la historia de Cuba es ampliar el panorama de
posibilidades, es rescatar la dignidad humana que hace rato fue subastada en el
mercado de las ignominias. Ahora es cuando menos debemos resignarnos, ahora es
cuando debemos hacer nuestras esas palabras de Fidel (2006) “…los que no
luchan, los que no combaten, ésos están perdidos de antemano, y en nosotros
nunca encontrarán ese tipo de gente” (p, 497), invaluable lección para la
memoria y la sed de cambios que requiere Latinoamérica.
7 comentarios:
Es hora de tomar conciencia sobre nuestro pasado, y luchar en contra del sistema neoliberal que solo tiene como fin el "desarrollo economico"..
Carlos lo felicito, muy buen artículo, los buenos ejemplos y más si demuestran como vivir democraticamente de otra manera, la humildad va hasta donde no afecte la dignidad, no le conviene al capitalismo que los países se les salgan del redil del sistema, saludos, Argenis, un feliz año y muchas bendiciones de Dios para que se cumplan todos sus anhelos, Argenis.
Buen dìa maestro Poeta
le envìo esta direcciòn y otra frase de FCR :
www.radiohc.cu
"las ideas socialistas prevaleceran"
Grupo de Teatro Universidad del Tolima
Carlos que buen artículo quienes hemos tenido la posibilidad de conocer la realidad de Cuba y desmentir tanta información mal intencionada que divulgan los medios con la cual se quiere tapar nuestra realidad.Por eso lo invito a un café para compartirle algunas experiencias en este bello país.
Un abrazo
Adriana Hoyos León
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