Por: Nelson Romero Guzmán
Profesor Universidad del Tolima –IDEAD-
Super-ciencia
Por medio de los microscopios
los microbios
observan a los sabios.
Por medio de los microscopios
los microbios
observan a los sabios.
Luis Vidales
Este poema-flash, titulado Super-ciencia y escrito por el poeta colombiano Luis Vidales (los
microbios mirando por la lente del microscopio a los sabios), contiene una
imagen impactante, más que suficiente en estos días de pandemia, bastante
sugerente, sarcástica, irónica y risible, que a su vez nos proyecta a la imagen
de un mundo al revés. Quizá los microbios hayan necesitado de un microscopio
provisto de una lente superpotente para podernos ver. Puede ser que, a los ojos
de los microbios, el tamaño de un sabio quede reducido casi a la nada. Y como
esta vez los microorganismos logran vernos, decidieron experimentar con
nosotros, poniendo a toda prueba el poder de su sabiduría y toda la fuerza
posible de su frágil membrana para remover los cimientos de esta “frágil
maquinaria del mundo”, como escribió Shakespeare.
Curiosamente, los microbios descubrieron que somos millones
de veces más pequeños que ellos (pues manejan otras escalas de proporciones del
tamaño de las cosas) y esto es muy peligroso, nos pone a temblar, nunca nada
nos había hecho temblar tanto. En el mundo de los humanos, es normal y
ventajoso que existan hombres más pequeños que otros, lo cual trae consigo
muchos progresos y ventajas políticas y económicas. En una de las novelas de
viajes del siglo XVIII, Los viajes de
Gulliver de Jonathan Swift, el personaje Gulliver se pierde en una isla
donde sus habitantes, con relación a su tamaño, resultan pareciendo muy
pequeños; luego el personaje se ve perdido en otra isla donde ahora es visto
como un grano de nuez frente al exagerado gigantismo de estos nuevos
habitantes; Gulliver, fácilmente, podría vivir con holgura en la punta de la
nariz de un monarca. Esta novela nos proporciona –a manera de lentes de un
microscopio del mayor sarcasmo contra el hombre de la Ilustración- estas
imágenes monstruosamente invertidas de lo pequeño aumentado a lo más grandes, y
a su turno lo grande reducido a lo más pequeño, tal como ha ocurrido con los
imperios o con algunas acciones humanas.
Por estos días no solo los sabios de este planeta, sino todos
los hombres, estamos siendo observados por los microbios para quienes somos
puntos casi invisibles. Ven solas las calles de las ciudades, como si de
repente hubiéramos desocupado el asfalto a causa de un error macabro; ven
cerradas las empresas, las industrias, los centros comerciales, los
aeropuertos, los bancos… como si todos estos talleres y vertederos de la
humanidad se hubieran convertido en cementerios del progreso; por el
microscopio ven nuestros hogares adaptados a celdas de confinamiento, huyendo
de un enemigo invisible al que no podemos dispersar ni atacar con bombas
lacrimógenas, ejércitos terribles, misiles de alta destrucción, bombas
nucleares o biológicas.
El poder, entonces, quedó convertido en una tela de aire que
puede ser atravesada y rota por un simple corpúsculo. Los microbios están
observando todo esto, y ellos no se arrepienten, es más, creo que se burlan.
Dirán estas frases: “Les hicimos cerrar sus bancos, sus iglesias, sus tabernas,
sus prostíbulos, sus casas de Ley, sus agendas, sus escuelas, sus campus universitarios”. Se ríen al
considerarnos lo absurdo del universo.
Ser observados por los microbios a través de un microscopio
nos proporciona muchos motivos de reflexión. Una reflexión desde otro lugar,
pues ellos nos han hecho pensar ahora con otro
cerebro. Un cerebro que los hombres no habíamos estrenado aun, pero que ha
estado siempre ahí, esperando estos momentos.
Debo decir que los microbios no son crueles ni vengativos. Y
creo, más bien, que nos quieren proteger. La muerte, para ellos, no es un
asunto de egoísmo, como la pensamos nosotros; pueden morir en un instante y en
otro multiplicarse; los microbios no necesitan leer las Cartas a Lucilo de Séneca para buscar consuelo en la filosofía,
porque aceptan la vida como es. La muerte es un asunto de risa para los
microbios.
La risa es una de sus mayores facultades y su única
posibilidad de pensamiento. La sola razón no debiera serlo todo para los
humanos, según piensan los microbios, que igual son seres pensantes, pero con
un cerebro nada cruel. Yo me pasaría con todo gusto y agradecimiento a ese
mundo, pero estar allá no es fácil y es todo un privilegio: se requiere una virtud especial, una bondad especial, una justicia especial, en fin, facultades especiales que nosotros solo
creemos poseer y que no hemos podido pasar del papel a la realidad.
Los microbios que por esta época nos observan a todos a
través de sus microscopios, le están haciendo un chip a nuestros cerebros dormidos, el que casi nunca usamos,
lo despierta y se ríen mirándonos actuar, mirándome escribir estas líneas. Ese
cerebro que no usamos es todo lo contrario al que ponemos a funcionar a diario,
con el que hemos fabricado tanta cosa inútil y tantas parejas monstruosas:
David y Goliat, el rey y el esclavo, el Demonio y el Ángel, la mejilla y la
bofetada.
Este es el cerebro
que los microbios me han permitido usar para hacer estos cuestionamientos:
“¡caramba!, ¿por qué antes no habíamos pensado todos en protegernos a todos y
se hubieran evitado guerras y hambrunas, discriminaciones, vejámenes,
humillaciones e insomnios?, ¿por qué ante una posible amenaza de guerra, de
invasión, de explotación, no entramos en cuarentena, no nos encerremos a
conjurar esos peligros, por qué no nos rebelamos frente a lo que todos los días
nos destruye como individuos y como comunidad?, ¿por qué entendemos hasta ahora
que el otro vale tanto como yo, que un pueblo vale tanto como el otro, que no
somos diferentes, o todo esto no es más que una máscara terrible en el
escenario de la tragedia de Eurípides donde la madre descuartiza al hijo y después
trata de recomponer inútilmente sus pedazos?, ¿será que en esta tragedia que
protagonizamos a diario nos comportamos como actores de teatro donde el
estadista se pone la máscara del Estado, el cura la máscara de la Religión, el
juez la máscara de la Justicia, el pedagogo la máscara de la Educación, el
amante la máscara del Amor y así sucesivamente actuamos en un macabro juego de
máscaras? ¿por qué ahora nos estamos protegiendo unos a otros?,¿es que el otro
no valía antes de que los microbios nos observaran?, ¿y de dónde vino a
aparecer tanto respeto por la vida en todos los lugares de este planeta?, ¿será
que un microbio tiene el poder de rompernos la máscara y mostrarnos ahora tan
frágiles y tan desnudos en este escenario del mundo?
Y nosotros, legión de microbios, sin tanto alboroto, por un
momento hemos atravesado un palo a la rueda, para que la humanidad se detenga
un poco, y en ese detenerse pueda desarmar su carro y cambiar piezas, moverlas
o detectar sus fallas, pues los habitantes de la tierra parecen no saber de
abismos. ¡Caramba! ¿Y por qué todos se protegen como si fueran a desaparecer
del planeta en un mismo instante?, ¿cuál es el miedo si se han venido matando
sin tregua unos a otros? Según estamos viendo por el microscopio moverse a los
hombres, hemos podido entender que para ellos la muerte es un lujo, un logro
perfecto, celebran el matar, se ríen del matar cuando lo hacen ellos mismos
contra ellos mismos, la muerte enriquece según parece, qué raros sus
comportamientos. ¡Cobardes son los hombres! Tienen purificadores para la
crueldad, vino con sangre, copas… Pero ahora todos buscan salvarse. ¿Y será que
una vez dejemos de observarlos dejarán de protegerse y volverán a sus
andanzas?”. Los virus callan su risa, pero no dejan de observar a los sabios y
a los demás hombres por el microscopio.
De la manera que sigue nos piensa un microbio, que en pocos
días han estudiado nuestra estructura cerebral: En esta cuarentena han
descubierto que realmente los humanos tenemos dos cerebros: uno con el que
funcionamos a diario y a lo largo de toda la historia, y otro dormido, que no
activamos, más pequeño que el primero, pero más poderoso y efectivo. Nos están
dando la oportunidad de que con la pandemia nos pasemos a ese otro cerebro, con el que muchos están
pensando y actuando en estos momentos, que es el verdadero cerebro humano. Este
otro cerebro es como una luz al final
del túnel.
Desgraciadamente, será desconectado de nuestras vidas una vez
pase la pandemia, porque tenemos asuntos serios que resolver con el cerebro verdadero. Ese cerebro maravilloso, que
funciona perfectamente en comunidad, nos protege ante cualquier peligro, funciona
como una red a la que todos los individuos estamos conectados, y lo que pueda
pasar aquí, pasa allá. Este cerebro está enlazado directamente con el corazón y
uno no puede funcionar sin el otro. Es con ese cerebro que actúan los microbios
que están experimentando con la humanidad, quieren saber si realmente somos
capaces de pasarnos al otro cerebro.
¡Ojalá así fuera! No creo.
-Otra fábula, dirán los Graciosos, que ya empiezan a
abandonar sus confinamientos y se dirigen a sus cómodas oficinas a retomar las
lógicas de sus manuales, mientras ordenan cruzar fronteras, se apoderan,
humillan y destruyen, dejando a su paso más muertes que las causadas por el
coronavirus.
Les dejo a manera de Pos
escríptum, este cuento de Franz Kafka.
Comunidad
Somos
cinco amigos, hemos salido uno detrás del otro de una casa; el primero salió y
se colocó junto a la puerta; luego salió el segundo, o mejor se deslizó tan
ligero como una bolita de mercurio, y se situó fuera de la puerta y no muy
lejos del primero; luego salió el tercero, el cuarto y, por último, el quinto.
Al final formábamos una fila. La gente se fijó en nosotros, nos señalaron y
dijeron: «Los cinco acaban de salir de esa casa». Desde aquella vez vivimos
juntos. Sería una vida pacífica, si no se injiriera continuamente un sexto. No
nos hace nada, pero nos molesta, lo que es suficiente. ¿Por qué quiere meterse
donde nadie lo quiere? No lo conocemos y tampoco queremos acogerlo entre
nosotros. Si bien es cierto que nosotros cinco tampoco nos conocíamos con
anterioridad y, si se quiere, tampoco ahora, lo que es posible y tolerado entre
cinco, no es posible ni tolerado en relación con un sexto. Además, somos cinco
y no queremos ser seis. Y qué sentido tendría ese continuo estar juntos.
Tampoco entre nosotros cinco tiene sentido, pero, bien, ya estamos juntos y así
permanecemos, pero no queremos una nueva unión, y precisamente a causa de
nuestras experiencias. ¿Cómo se le podría enseñar todo al sexto? Largas
explicaciones significarían ya casi un a acogida tácita en el grupo. Así,
preferimos no aclarar nada y no le acogemos. Si quiere abrir el pico, lo
echarnos a codazos, pero si insistimos en echarlo, regresa.
Franz Kafka, 1.920
2 comentarios:
Microbios o humanos? He ahí el dilema.
¿por qué antes no habíamos pensado todos en protegernos a todos y se hubieran evitado guerras y hambrunas, discriminaciones, vejámenes, humillaciones e insomnios?, ¿por qué ante una posible amenaza de guerra, de invasión, de explotación, no entramos en cuarentena, no nos encerremos a conjurar esos peligros, por qué no nos rebelamos frente a lo que todos los días nos destruye como individuos y como comunidad?
-Muy bueno.
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