Por:
William Alexander Medina Méndez
Catedrático
Universidad del Tolima
El abismo
entre individuo y sociedad que se abre una y otra
vez ante nuestro pensamiento guarda, una estrecha relación con las contradicciones
entre requerimientos sociales y necesidades particulares que forman parte
permanente de nuestra vida.
La sociedad de los individuos. Norbert Elías
Un fantasma
recorre a Europa, así iniciaba Marx uno de sus textos más célebres y con esto
abría el espacio para comprender los cambios que se suscitaban en una sociedad
que nunca volvería a ser igual. Quizá las súbitas y extraordinarias remociones
sociales nunca logren tomar al individuo preparado (creo nunca ha estado
preparado), pero ha logrado empujar la piedra colina arriba y sostenerla, así
cada tiempo se devuelva y en el proceso triture una que otra vida. ¿Será solo
tiempo de tomar fuerzas y continuar empujando?
Ahora un
virus recorre el planeta, se llama Covid-19 y después de su paso el mundo no
volverá a ser el mismo. Y no es solo por el confinamiento, las horas
maratónicas de Netflix o el zumbido del celular con un nuevo mensaje de los
infinitos grupos (espacios de des-encuentro, ágora virtual de las penurias de
la cuarentena), el paseo sin descanso por la casa, como animal de zoológico
(recuerdan a Júpiter), limitado, reducido a una zona de “confort”. Las acciones
que en suma eran necesarias, terminan siendo mecánicas con el trasegar de los
días y el sueño se convierte en la válvula de escape de esta pesadilla, pero
abrimos los ojos en nuestra encerrada realidad.
Anhelante se
espera por el dígito que indique el día de salida, y afuera, todo parece tener
una luz de inmovilidad, de socarrona tranquilidad y los rostros tras las
máscaras no pueden ocultar el miedo que se escapa por los ojos, y no es de uno
pocos, es de todos. Así retumban las palabras de Barba Jacob:
“Y hay días que somos tan
lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar”.
Pero el
Covid-19 no es un acróstico bíblico, una condena del mundo o entre las muchas
medias verdades, un ataque planificado; es un virus mortal que a diferencia de
las películas no pone el contador de manera regresiva, por el contrario, va en
aumento el conteo de la muerte en tiempos de globalización. ¿Será solo consuelo
lo que necesitamos?
Y el
sistema-mundo como paciente espasmódico intenta reaccionar -se le va el aire,
uno de los tantos síntomas del virus-, pero a bocanadas aguanta la convulsión,
un respirador tecnológico es el antídoto temporal. Y lo encuentra en Internet,
ese vasto espacio en el cual fluctúan las vidas y deseos del mundo en un entramado
infinito de conexiones, aparecen la virtualidad, el teletrabajo y toda una gama
de extensiones y probabilidades para abastecer de oxígeno al convaleciente.
Para quienes siempre han alimentado al enfermo sistema-mundo, la cuarentena es
sobrevivencia, decía el letrero de un vendedor de dulces ¡Solo vivo de esto! y al lado su número telefónico, como quien tiende la mano o da
una señal de alarma de su eminente deceso.
Así la “vida”
en tiempos de pandemia, no se detiene y es para algunos una oportunidad para
re-inventarse, aunque esto requiere de un ejercicio crítico-reflexivo y de un
proceso que permita una re-invención, no una simulación, porque en gran medida
lo que se intenta es re-insertarse a las dinámicas para continuar con la
“normalidad”. Y en ello no estriba nada malo o reprochable, debemos seguir con
la “vida” ahora pixelada y con la conexión a internet, como quien vuelve al
cordón umbilical, en el seno virtual de la Matrix.
Y el mundo y
los humanos no son los mismos; el primero lo demuestra en su aire más limpio,
sus aguas venecianas traslucidas y playas fulgurantes pareciera que el proceso
real lo vive él, en una constante resiliencia planetaria. Por su parte, los
segundos se encuentran farragosos, sinuosos en sus actuar, no sólo es por el
papel higiénico (lo cual demostró que la gente caga más en la calle que en la
casa) sino por ese abismo infranqueable entre lo individual y lo colectivo. Aunque
el virus ataque por igual ancianos y príncipes, trabajadores y primeros
ministros, se piensa en cual vida debe priorizarse y no se vacila mucho en la
respuesta, dejando en la superficie aquello que tan arraigadamente se oculta en
las zonas oscuras del hombre, el egoísmo.
Pero no todo
es lúgubre, hay quienes pierden la vida por salvar las de otros, acto más noble
y de inigualable valor da aire para creer en el hombre, quizás sobrevivamos y
mientras eso sucede, ensayo los abrazos, besos, saludos, que espero dar y
recibir, porque esas manifestaciones de la cercanía entre los individuos hoy
viven en vilo a dos metros de distancia.
Para
sobreponernos al virus, nos quedan las palabras de Carlos Fuentes “Sólo
necesitándonos entre nosotros, el mundo nos necesitará también. Sólo
imaginándonos los unos a los otros, el mundo nos imaginará”.
5 comentarios:
Se ha de salvar, todo aquel que en resiliencia se revele en un Nuevo Mundo!
Buen artículo y ejercicio reflexivo. Tendremos que continuar trabajando en esa reinvención de lo que concideramos humano. un saludo.
Me traspasan el alma estas palabras como las de Fuentes, Barba Jacob, Borges y otros tantos, ellos los verdaderos visionarios del mundo, cada vez más escasos, entre la proliferación de youtubers e influencers que nos desborda.
La virtualidad ahora dueña de nuestras horas, se posesiona del espacio, ha llegado para quedarse e instalarse cómo intermediaria en nuestras relaciones.
Estamos inmersos en todos esos procesos de reinvención y algo fundamental es deconstruirnos para comprender lo qué está sucediendo con nosotros, con los otros y con el entorno.
Gracias por todas esas palabras, abrazos William
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