Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Ayer 2 de octubre de 2016 Colombia vivió uno de sus más expectantes momentos, desde las 4:30 hasta pasadas las 5:00 pm, muchos creímos estar atrapados en una película de horror, padecimos el vértigo de la verdad. Cansado de tanta alharaca televisiva y mediática, decidí, después de votar, irme a cine con mis dos hijos de 16 y 15 años. Cuando salí noté la pesadumbre que acompañaba los rostros de la gente. El taxista que nos recogió llevaba en su cara la marca de un dolor que no contuvo, por eso me preguntó:
- ¿Cómo vio los resultados?, luego así mismo se contestó: ganó el No.
No podía creerlo, pero esa opción estaba anidada entre mis miedos. Miré a mis hijos, quienes también abrieron sus ojos casi acuosos. Luego el chofer intentó explicarme algunas cosas, dijo que era de Anzoátegui (Tolima), que su pueblo había sido muy azotado por la violencia, culpó al presidente Santos de esta derrota, dijo que todo se pondría peor. Le subió el volumen al radio para escuchar un nuevo boletín, era inevitable, las urnas daban su veredicto. Lo miré por el espejo, sus ojos estaban rojos, parecía haber llorado:
- Este país está loco, me dijo, la cagamos.
Miré de nuevo a mis hijos, mientras escuchaba al taxista que decía con un profundo lamento:
- Voté por el No, creí que el Si ganaba ampliamente.
No le dije nada, entendí su angustia, la mía, la de los colombianos que a esa hora nos unía un silencioso llanto de angustioso porvenir. Le pagué el servicio y le deseé suerte.
Llegué donde mi madre, nos habíamos puesto cita para celebrar el triunfo del Si. Mi madre ha vivido muchas guerras, los 52 años de este conflicto, que pretendíamos sellar, se los patió toditos, más otras violencias no inventariadas. La encontré contrariada mirando los boletines electorales. Nos saludamos con la complicidad de la zozobra, ella, sus nietos y yo. El tema era inevitable:
- Van ganando, me dijo. En su enunciación se notaba una leve esperanza en los últimos resultados.
- Ganaron, les respondí apesadumbrado.
Preparó un tinto el cual nos ofreció con achiras. Conversamos de algunas cosas cotidianas, de su salud, de mi trabajo, de sus nietos que siguen creciendo como varas. Pero volvimos a la inevitable realidad:
- Los colombianos aún seguimos matándonos entre godos y liberales, dijo-, la culpa no es del presidente, pueden poner ahí el más bueno y nosotros seguiremos en guerra, así somos, estamos malditos, concluyó sentenciando su argumento.
Volví a mirar a mis hijos y por un instante los imaginé obligados a prestar servicio militar, enfrentados en la selva a otro colombiano, ambos sin saber exactamente por qué, quizás porque los colombianos somos así. Sentí ira.
El 2 de octubre terminó muy silencioso, aunque los medios hacían mucha bulla. Las redes sociales se inundaron de lamentos, la desolación parecía ser la reina de las frases. La rabia en muchos no se pudo ocultar, sentían que Colombia era inviable, agónica, condenada a cien años más de soledad y guerra. Pensé entonces por qué la mayoría votó por el No, estas son mis conclusiones: Seguimos atados al miedo y la mentira, son las ganancias que nos ha dejado vivir siempre en guerra.
Muchos de los simpatizantes del No celebraron dando gracias a Dios por el milagro. Ahí ya tenemos un síntoma. Las diferentes sectas que apoyaron el No, argumentaban que el comunismo se tomaría el país, que los gais serían presidentes, que la ideología de género destruiría la familia. Conozco profesores universitarios, con formación posgradual, que están convencidos de lo anterior, he ahí otro síntoma. De algo estoy seguro, si el Dios de los católicos y cristianos existiera celebraría la guerra, leyendo la Biblia se comprueba, es un Dios de ira, incluso alguna vez inundó el mundo para matarlos a todos, según el mito solo salvó al borracho de Noé y su familia. Por eso en Colombia necesitamos una educación laica, vivimos en la edad media, quemamos libros, perseguimos al diferente, actuamos como inquisidores. Ahí tenemos una gran tarea que hacer.
Otro aspecto relevante en esta decisión fue el miedo, lo vi en el rostro del taxista. Tenemos miedo de ser distintos, nos dijeron que los colombianos somos así, lo ratificó mi madre. Si algo mata la guerra es la esperanza, nos hunde en la desolación y nos ata a las pesadas cadenas de la resignación. Ayer muchos fueron a las urnas con miedo, otros no fueron por miedo. El miedo es hermano siamés de la mentira.
Para alguien que desea y sueña con transformar la realidad, el 2 de octubre de 2016 puede ser la renuncia, pero solo los obstinados heredarán sus sueños. Si algo queda claro para Colombia hoy 3 de octubre, es que quienes nos empeñamos en construir un futuro mejor para este país tenemos muchos retos, y para los educadores el reto se potencia. Rendirse ahora sería quedar atrapado en las redes del miedo y la mentira. Ayer se ratificó la necesidad de cambio, hoy me levanto refirmando un mensaje para mí, para mis hijos, para mi madre, para los que sueñan: "El día en que me despierte sin ganas de cambiar el mundo, será el día en que el mundo me habrá cambiado", y ese día no es hoy.
12 comentarios:
Excelente texto, apreciado Carlos. Gracias por este regalo para la esperanza de un país distinto que pueda superar la inteligencia perversa de una oligarquia q siempre ha sabido como mover sus peones y sus alfiles.
Saludos,
Gerardo Montoya de la Cruz
Qué buen artículo Carlitos !
Un abrazo y a seguir dando razones para cambiar corazones!
Feliz día.
Liliana del Pilar Jimenez Rivas
Completamente de acuerdo contigo Carlitos. fiel seguidora, planaduna de cepa que desde niña vivió esos horrores por mis hijas mis nietos considero que aun tenemos la esperanza de un pais distinto y con personas como tú el mundo no esta solo y .... algun dia para bien de nuestra generaciones cambiará. un abrazo fuerte
Mercy Hacday Barrios Murcia
Excelente columna Carlos, seguimos para adelante, el miedo no es nuestro amigo. Y la paz es nuestro norte.
Jonh Jairo Mendez Arteaga
Excelente artículo Carlos, el reto es grande pero debemos asumirlo.
Fuerte abrazo.
Luis Felipe Poveda
Goebbels - Los once principios de la propaganda
http://grijalvo.com/Goebbels/Once_principios_de_la_propaganda.htm
Principio de simplificación y del enemigo único.
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
Principio del método de contagio.
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
Principio de la exageración y desfiguración.
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
Principio de la vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
Principio de orquestación.
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
Principio de la verosimilitud.
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.
Principio de la silenciación.
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
Principio de la transfusión.
Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
Principio de la unanimidad.
Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.
Jorge Mahecha Gomez
Dramática experiencia.
Marco Tulio Polo Salcedo
Profesor Carlos Arturo
La misma rabia y dolor que sentí cuando supe el resultado. Pero es necesario insistir, aunque sea en favor de tanta víctima que ha dejado esta guerra.
Saludos
Luís Alfonso Ramírez Peña
Gracias Carlos, excelente escrito que refleja lo que muchos de nosotros sentimos, pero que las lagrimas y la rabia no nos dejo procesar.
maria mercedes lozada guzman
Carlitos muy interesante texto-
Heissa B.
Buen artículo Carlos.
ivan corredor
Muy buen texto Carlos Arturo. Gracias!
julia guerrero
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