Todo está en convulsión, la
temperatura sigue en aumento y es imposible dormir. Y mientras te regodeas en
la cama el mundo avanza hacia su colapso. El planeta es como un cubo de azúcar
que naufraga en un gran plato de agua, mientras encima de él, millones de
hormigas nos disputamos sus pedazos. Todo parece indicar que el siglo XXI ya
necesita una guerra de dimensiones desastrosas, como hace cien años cuando
germinaba la primera. Es que cada inicio de siglo trae su angustia por la
supremacía y Scorpions nos engañó, aquí en los noventas no empezó a soplar
ningún wind of change.
De todas partes llegan noticias.
Balas teledirigidas asesinan a varios caricaturistas por burlarse de los
dioses, esos mismos que Nietzsche dio muerte y de los cuales Hawking busca
pruebas científicas de su deceso. Pero aún por el planeta rondan hombres
haciéndose llamar mensajeros o representantes de esos dioses, y van por los
pueblos como posmodernos Melquiades vendiendo cachivaches esotéricos.
Estampitas de Alá, Buda, Jehová, Mahoma y demás invenciones humanas siguen
siendo las mercancías preferidas ante el fracaso de la humanización. Y en medio
del delirio y el dolor todos se hacen llamar Charlie Hebdo. El transeúnte
desprevenido, el periodista liberal y el negociante de pautas, el asesino de
cuello blanco, el francotirador a sueldo, el académico encerrado en su biblioteca,
el fabricante de bombas, el traficante de uranio, el proxeneta de niñas, el
escultor de barrio, el presidente de la nación, el ladrón del suburbio, todos
son uno solo ante la barbarie, todos se acongojan y señalan a un culpable, olvidando
el aporte individual a esa orgía que consume el mundo. Parece ser que lo único
que nos hace iguales es la contribución individual a la decadencia del mundo.
Mientras tanto los hacedores de
dioses siguen tranzando con la vida e inventando nuevas formas de adoración a
las cuales dieron en llamar “bolsa de valores”, “mercado”, “acciones”. Estos
nuevos dioses sin rostro esclavizan almas para construir imperios, igual que en
la antigüedad. Y en medio de esas vociferaciones Piketty nos recuerda lo que
Marx hace muchos años nos dijo: la desigualdad crece, la lucha de clases está
viva. Por eso el petróleo y el oro son objetos preciados y la vida humana no
cotiza bien. Se pueden bombardear naciones con el fin de fortalecer las arcas
de una nación, ese es el gran proyecto humano por lo cual todos deberíamos ser
tildados de fundamentalistas del capital. La polarización del mundo crece y
pronto será menos angustioso ser un cadáver que un sobreviviente.
La temperatura aumenta un grado más.
Un oso polar gime a lo lejos. Siguen llegando noticias, pero inevitablemente no
podemos dormir porque lo único cierto es que el planeta es como un cubo de
azúcar que naufraga en un gran plato de agua, mientras encima de él, millones
de hormigas nos disputamos sus pedazos. Todo se deshace lentamente…
8 comentarios:
Licenciado Gamboa Buenos Días,
Un saludo muy especial desde Villeta Cundinamarca, con recuerdos y gratitud por enriquecer nuestra sensibilidad con su inspiración.
Un fuerte abrazo
Sandra Yaneth Urquijo Cubillos
Carlos mil gracias, buen articulo.
Feliz día
MARÍA SORMÉRIDA BERRIO
Comunicadora Social
Buena columna, Carlos Arturo. Precisa y contundente con todo lo que está pasando. Estoy de acuerdo con los que escribes.
Cálido abrazo
Ricardo Rondón Ch.
La Pluma & La Herida
http://laplumalaherida.blogspot.com/
Me encanto
Cecilia Caicedo
Con gran gusto y cierto estupor lee uno el texto. Por un lado, nos indigna lo que a estas alturas debería ser historia de hace siglos, y por el otro, la mágica narrativa que destila tu pluma.
Formidable el escrito, en estos tiempos de angustia y desolación. En una era que creemos que hemos avanzado, los hechos nos recuerdan que estamos en de crescendo.
Cordial saludo. Y el viento de la proximidad nos sigan refrescando con estos sentidos escritos.
jacqueline murillo garnica
carlos a. atento saludo. gracias. todo esta y continua en convulsion-es
Luis Hernando Amador Pineda
Gracias Poeta Magister
Grupo de Teatro Universidad del Tolima
Que viva el arte, pero que nunca muera la esperanza de un mundo mejor.
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