Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Cuesta mucho creer que en Colombia esté
prohibida la venta de pólvora, y no es escepticismo por descreer de la navidad
y sus parafernalias, es más bien por el ruido de la «realidad concreta» y su
más clara expresión: La alborada. Pitos, voladores, buscaniguas, volcanes,
mechas, culebras, chispitas mariposas y totes, son algunos de los invitados por
la familia pirotecnia en estos amaneceres. Dicen que la tradición no pelea con
nadie, yo digo que la tradición no puede ser eterna, aunque en nuestro país santanderino
las cosas y los fenómenos parecieran petrificados en las paredes de la
historia.
En este país también esta prohibida
la venta de licor a menores y me reservo los comentarios. Somos un país, decía Chaparro
Madiedo, anarquista en su comportamiento cotidiano frente a la ley, pero
moralista al extremo, tan moralista que los conservadores de otros lares palidecen.
Toleramos la masacre y nos indignamos porque un pordiosero ingresa al
restaurante mientras disfrutamos de nuestra suculenta cena navideña. Si el
señor del noticiero nos dice que la vida esta cara, salimos a repetirlo en
todas partes, parece que en este país los curas y los periodistas de los medios
dominantes, son los voceros de dios, no sólo en navidad. Si en diciembre salen
a decir que debemos celebrar la navidad comprando regalos porque la economía
genera confianza consumista, todos corren a los almacenes. Y si dicen que la
pólvora está prohibida y nos muestran los pabellones de quemados, nos ponemos
tristes, nuestras caras asoman una mueca y nuestra boca expresa es frase tan
colombiana y tan ajena al colombiano: “qué injusticia”; mientras preparamos los
voladores de la alborada.
Mi problema frente a la pólvora es similar
a mi problema frente a la guerra y la miseria, es que los niños son los más
afectados, mientras los adultos alardean de su valentía; en este país de machos
de pelo en pecho, los niños sufren en los pabellones de quemados, cuando no en
casa con emplastos de llantén, porque los hospitales también son privilegios y
la navidad no es que sea la época del año más equitativa. Otra cosa es un
espectáculo pirotécnico manejado por expertos, para contemplar esa tradición de
la cual los chinos hicieron obra de arte.
Por lo tanto, como dije al principio,
cuesta mucho creer que en Colombia esté prohibida la venta de pólvora, porque
no se me va de la mente la escena de ese muchacho de 13 años con media de aguardiente
en una mano y un puñado de voladores en la otra, hijo del policía del barrio,
que desde ayer anda ebrio y lanza voladores a diestra y siniestra, mientras en su
equipo de sonido retumba un narco-corrido ¿Eso será lo que se llamaba
colombianidad? Creo que sí, porque casi todos en el barrio lo están
celebrando y hasta gritan : ¡qué verraquera de vecino!
2 comentarios:
CON ESTOS EJEMPLOS DE VIDA, LOS EDUCADORES NOS DAMOS CUENTA DE LO IMPORTANTE QUE ES EL FOMENTO DE UNA CULTURA QUE OXIGENE EL PENSAMIENTO Y EL SENTIR DE LAS PERSONAS. Y MEJORE LAS RELACIONES ADECUADAS DE LA SOCIEDAD, EL MEDIO AMBIENTE Y SU INDIVIDUALIDAD COMO PERSONA, QUE LE AYUDE A SER CONSCIENTE DEL PAPEL QUE CUMPLE EN LA FORMACIÓN Y COMPROMISO CON LA HUMANIDAD.
SANDRA PARRA
Profesor Gamboa.
Muy buenos los textos de la pólvora y el fin del mundo. Sobre todo lo del fin del mundo. Me hace recordar muchas cosas de la teoría posmoderna y pienso que esa preocupación ambientalista y conservacionista del planeta debe convertirse en una actividad snop para que pueda tener algún eco en nuestras mentes consumistas.
EDWIN VARONEE
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