diciembre 21, 2012

LOS RELATOS DEL FIN DEL MUNDO



Por: Carlos Arturo Gamboa
Los relatos del fin del mundo han llenado la humanidad de miedo durante milenios. Ante la ausencia moderna de verdaderos mitos, hemos retornado a la tierra de las promesas de felicidad, que hoy son los grandes paraísos del consumo. La tierra prometida está ubicada en los mapas de los hipermercados, en donde se obtiene la fe-licidad a cambio de agujeros en las carteras. Los relatos del fin del mundo hacen sonar sus trompetas apocalípticas para que todos nos volquemos a las grandes superficies para obtener la salvación pasajera. Después de la fecha anunciada y ante la confirmación que seguimos vivos, nos acomodaremos gustosamente frente a nuestro nuevo plasma a esperar otro profeta del fin de los tiempos.
Mientras tanto el mundo colapsa en la realidad. Los polos se descongelan, los ríos se secan, las grades minas para extraer los minerales arrasan la flora y la fauna, el gas producido por los automóviles desgarra las entrañas de la capa de ozono, los desechos posteriores al consumo atiborran la tierra y las aves se desploman como kamikazes de la desolación sobre el smog. Mientras contemplamos el tintineo de la terminación de otro año, el mundo sigue en su cuenta regresiva. La culpa no es de ningún dios iracundo o algún profeta delirante, la culpa es de nosotros los humanos, la especie que depreda la especie, el mayor dios y demonio que ha habitado el planeta.
Cada año que finaliza es apenas un breve colapso en los calendarios, nuestro tiempo no es más que una breve pincelada en el Tiempo de lo humano, es una lástima que no podamos entender nuestra fortuna y que quizás nuestra idiotez y alienación anuncian el verdadero apocalipsis. Sólo quien conoce el rumor de los desiertos procura el verde de la montaña. Sólo quien es capaz de pensar en colectivo podrá comprender el engaño de las luces que enceguecen. Sólo quien abre sus ojos más allá del influjo de sus pequeños deseos de consumo, descubrirá la vitalidad de tiempo que se esfuma entre las manos.
Este nuevo año que se derrite entre sonidos de progreso ha dejado un poco más desolado nuestro planeta y las cuentas en los bancos un poco más elevadas. Quisiera que el año entrante la relación variara y si no es así, el verdadero apocalipsis habrá asomado en las ventanas, mientras nuestro árbol navideño refleja esa alegría pasajera que se adquiere en el mercado. Aun así, mis mejores deseos en la apertura del ciclo 2013, espero que el ruido de la época no te impida escuchar el lamento del planeta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien Carlos, gracias.

Fernando Fernandez Mendez

Anónimo dijo...

"La culpa no es de ningún dios iracundo o algún profeta delirante, la culpa es de nosotros los humanos, la especie que depreda la especie, el mayor dios y demonio que ha habitado el planeta".
Es así mi profe la cruda realidad de la vida, lo que el ser humano no alcanza a comprender mientras que nos consume el mismo demonio que se lleva dentro.

GIRASOL DIAMANTE LINDO