septiembre 01, 2010

LA ALEGRÌA DE VOLVER A EMPEZAR


El sentido del pensamiento estratégico

Por: Jorge Gantiva Silva
Filósofo Universidad Nacional de Colombia
Profesor Titular Universidad del Tolima


“Todas las miradas,
de todo lo que vive,
Se dirigen hacia
lo abierto”.

Rainer María Rilke


El espejismo del desierto

El “Desierto de lo Real” tiene mil alucinaciones y tentaciones. La fascinación por acomodarse a la lógica de los vencedores promete silenciar la creatividad, las resistencias y las alternativas. Ya sea mediante la resignación o la fatalidad, las ilusiones no son sólo “claroscuros” o distorsiones de la realidad; son también modos de la existencia de lo Real, tormentos y fardos en esta travesía del desierto calcinante y gélido. El canto de sirena de los simuladores alienta “lo políticamente correcto” para adaptarse a la “unidad nacional” y sepultar la idea de transformar la sociedad colombiana. Evidentemente el desierto produce múltiples espejismos. El peor, quizá, sea presumir que los gobernantes de turno son “bien intencionados” y desarrollarán nuestras ideas y proyectos. Una vez más las ilusiones como mascaradas del “capitalismo democrático” expresan el modo de vivir y pensar de los pragmáticos. El santismo tiene el propósito de disolver las posibilidades de la izquierda democrática mediante el procedimiento de la asimilación al proyecto de la maquila hacendataria transnacional.

A los “vencedores” no les sacia la fortuna de la victoria total; la globalización de sus fuerzas anima a los “vencidos” a participar en el carnaval de su destino. La “santa alianza” intentará arrinconar a la izquierda díscola e insumisa frente al “capitalismo democrático” y “santificará” a la izquierda instrumento del capitalismo transnacional. El “consenso” santista desatará diversas ilusiones que incluyen la ilusión de rodear nuevamen al gobierno en su “lucha contra el terrorismo” para contener las luchas democráticas por la paz, la reparación, la justicia, los derechos fundamentales, las luchas contra el gran capital y los megaproyectos transnacionales. Las ilusiones del desierto de lo Real incluyen el vuelo de los buitres que aparecen como dulces gorriones de tierras encantadas.

Crecientes muestras de agotamiento del ciclo histórico

En esta travesía, las tormentas del desierto son recurrentes. Nada apacible será su marcha. ¿Podrá el Polo asumir la magnitud de la crisis de su proyecto político, cada vez más marcado por signos de agotamiento de su ciclo histórico? ¿Responderá el desafío reconstruyendo su proyecto sobre un horizonte estratégico? ¿O, seguirá recurriendo al método administrativo, burocrático tradicional y a luchas intestinas por el control del partido? ¿Podrá descifrar la estrategia del capitalismo salvajemente democrático el enigma del “estado de excepción permanente” y el liderazgo continental de inequidad? ¿Podrá salir de su tradicional “minoría de edad”, de distracción y atolondramiento, para encarar el reto histórico de repensar y luchar estratégicamente por otro orden social y vencer el cerco de la dominación capitalista? Por lo que hemos visto recientemente, el Polo no parece salir de su atolladero. Los actos bochornosos con relación a la visita individual y caprichosa del ex candidato presidencial, Gustavo Petro, al Presidente de la República, Juan Manuel Santos; la vana ilusión de llegar a un “acuerdo nacional” con el nuevo gobierno para adelantar “por arriba” una supuesta “reforma agraria”, no deja de ser más que un devaneo perverso. Al tiempo, Petro desata la tormenta en torno al control del partido, recurriendo al mismo procedimiento que dice criticar de sus detractores (la casa Rojas y el MOIR). Necesita la presidencia del Polo –no sólo como ambición personal o reconocimiento a su votación–, sino como propósito para apuntalar su opción centrista. Por estas tierras ya habían transitado, con no poco éxito, respaldando la política neoliberal y la “seguridad democrática”: Angelino Garzón, Luis Eduardo Garzón, algunos líderes sindicales, etc. Sorprende que Gustavo Petro, de otra parte, en vez de promover una participación organizada del Polo en torno a una plataforma estratégica de lucha, haya preferido atacar al alcalde de Bogotá, Samuel Moreno, por corrupción y clientelismo, y si bien estos motivos son graves y hacen necesarias las investigaciones, lo que él pretende es desafiar el poder del Polo y su imaginario. Más allá de los procedimientos privados y de chantaje, el ánimo destructivo y vengativo ha sido evidente. Con razón, Clara López señaló: “El Polo, a diferencia de otros partidos, no reconoce jefes naturales ni providenciales a quienes debe obedecer porque sí. Para establecer nuestra línea política solamente reconocemos el dictamen de la inteligencia colectiva”. (Subr. nuestro).

A esta historia reciente se suma una larga serie de episodios de transfuguismo, defecciones, manipulaciones, malos manejos en la administración del partido, inoperancia e ineptitud para organizar el Polo en las regiones y una especial incapacidad para dialogar con el país, organizar el movimiento social y construir un pensamiento estratégico. En este orden de ideas, es un hecho que el ciclo histórico del Polo se ha ido agotando. Sorprendentemente, el ala moderada, centrista y consentida por parte del Establecimiento, ha estado sistemáticamente, desde sus inicios, desplegando una campaña de descrédito y descalificación de la supuesta ala radical, la cual entre otras cosas, en ningún momento se ha propuesto pasar a una estrategia de lucha anticapitalista. El Polo desde sus inicios es un frente electoral, un aparato que ha favorecido a ciertos caudillos; aunque en su corta historia ha librado importantes batallas. Así como está, el Polo evidencia un cansancio y desánimo para salir de su propio atolladero. Todavía los grandes problemas fundamentales formulados en el Acuerdo de Unidad siguen planteados. Mientras no se resuelvan las incógnitas de su estrategia y actúe en consonancia como fuerza de izquierda organizada, le será difícil atravesar el desierto de lo Real.

El Polo prometía una esperanza para la sociedad colombiana, y lamentablemente se ha ido diluyendo en disputas de aparato, en maquinarias electorales y en desgastes internos innecesarios. Su desgracia radica en la obsesión bifronte que acompaña buena parte de su política: centrismo y parlamentarismo. El primero, lo ha llevado a caer en un proceso de “desnaturalización” de su sentido histórico; y el segundo, lo ha sumido en una maquínica electoral. Ambas expresiones lo ha distraído de su tarea histórica, y hoy lo tienen sumido en una situación de pasividad y confusión. Sin desconocer sus logros, incluyendo el parlamentario, el PDA no ha podido salir de la abstrusa condición corporativista, burocrática y caudillista. Por lo tanto, le ha sido difícil construir una política de articulación con las comunidades y los trabajadores en ámbitos ecológicos, paz, víctimas, mujeres, política internacional, justicia, gobiernos locales, amén del estado de desorganización del partido y parálisis de sus proyectos estratégicos, y su negativa para pensar la crisis del capitalismo.

En su cinco (5) años el Polo ha ido perdiendo credibilidad, simpatía y aceptación en la sociedad. Haber caído en la trampa de la agenda del gobierno de Uribe ha sido una verdadera distracción que está pagando caro. El gobierno de Juan Manuel Santos querrá extenderla y profundizarla. ¿Podrá salir el Polo de esta condición de somnolencia y aturdimiento? En esta tormenta resulta decisivo comprender el tiempo histórico que vivimos, las mutaciones psicosociales, las exigencias de la “nueva era” y las transformaciones de las múltiples subjetividades. La incógnita sigue: ¿es posible pensar la continuidad de este proyecto marcado por la ilusión del “capitalismo democrático”?

Más allá de la oposición: arriesgar lo imposible

La izquierda a cielo abierto que proponemos es la creación de una nueva política, de una visión de la vida y de la cultura, basada en la reconstrucción de lo común, la palabra, la política de amistad, la vida de las comunidades, la justicia ambiental, la supervivencia de la humanidad, esto es, la potencia de lo abierto como horizonte estratégico de la vida. Un nuevo espíritu surgido de la creatividad de las comunidades y de los movimientos de lo común como resistencia y emancipación. Requerimos el saber como pasión por la vida. Lo nuestro debería ser: movernos hacia una ética de la esperanza en medio de las tormentas del desierto. No hay rutas preestablecidas, ni caminos absolutamente bloqueados. ¿Podemos caminar mirando el horizonte, pisando el escabroso terreno del desierto? Para ello, necesitamos otra política, no estrambótica, no aparatista, no simuladora ni caudillista. La política profana que sugiere Bensaïd tiene sentido. La izquierda se juega entonces su porvenir en esta travesía. Su capacidad de redefinir lo común, lo nuevo del capitalismo tardío, las premisas de la lucha en tiempos sombríos, la búsqueda de los referentes de la emancipación social y política, son constitutivos de esta política disruptiva que formula un nuevo concepto de la “democracia” y de lo común sin antinomias ni mesianismos. La izquierda, si no quiere desaparecer o terminar siendo un instrumento útil de la derecha, está obligada a Ser, Parecerse y Serlo en lo que es y hace como izquierda alternativa. Esta novedad a cielo abierto es la potencia que nos mueve y da fuerza en estos tiempos, en donde evidentemente estamos solos, pero a la vez, somos sumamente poderosos, sujetos de creación, imaginación, resistencia y emancipación, comprometidos para que nuestra potencia sea potente y creadora.

La idea de organizar la oposición tiene sentido, haciendo dos salvedades: 1) que no sirva de pretexto para “seguir en la procesión” o para dejar intacto el poder del capital, el Imperio y la dominación; y, 2) que se asuma como proyecto, como potencia, como movimiento, como antagonismo e “inteligencia colectiva”. Una oposición viva, actuante, con principios, no caudillista, que supere la mera contestación y el aparatismo tradicional y construya un pensamiento estratégico en sentido disruptivo, esto es, una ética y táctica diferenciadas de la pragmática de verdes, liberales y conversos. La política que promueva incluye la lucha contra el cerco del capital, si quiere vencer democráticamente.

La izquierda a cielo abierto es una idea para cambiar el paso, el ritmo y el sentido del proyecto histórico. Es una forma de aproximación, de reencuentro, de solidaridad y replanteamiento de nuestra “hoja de ruta”. La alegría de volver a empezar no es un giro regresivo ni un juego ciclotímico, sino un movimiento de afirmación de lo común para volver a situar la cuestión de nuestro proyecto sobre premisas y puntos de partida en el contexto del capitalismo transnacional y la lógica del “estado de excepción permanente”. En este sentido, el Polo
debería “arriesgar lo imposible”, salir de su estado inercial y cimentar su camino sobre experiencias sentipensantes de esperanza, alegría y emancipación, no como fin, sino como recomienzo de nuestra travesía, como acto constitutivo de la dignidad de la izquierda.

La izquierda a cielo abierto que proponemos es la creación de una nueva política, de una visión de la vida y de la cultura, basada en la reconstrucción de lo común, la palabra, la política de amistad, la vida de las comunidades, la justicia ambiental, la supervivencia de la humanidad, esto es, la potencia de lo abierto como horizonte estratégico de la vida.
Artìculo tomado de la Revista Izquierda. No.4

2 comentarios:

lully dijo...

Tanta corrupción me llevaría a querer empezar de ceros y de manejar una alternativa política que sí llegue a pensar en un mundo diferente. Lo loigraremos?

Un abrazote!!

Anónimo dijo...

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