enero 17, 2021

MATRÍCULA CERO 2021: PANORAMA INICIAL



                                                                                        Por: Carlos Arturo Gamboa Bobadilla
                                                                                                Docente Universidad del Tolima 

La realidad

La pandemia sigue, sus efectos crecen. Lejos se dibujan los panoramas de solución para el coronavirus en el territorio colombiano, basta con revisar las medidas que se han implementado en los pocos días de este 2021, para observar que se sigue actuando casi a la ciega.

El Sistema Educativo Público ha logrado sobrevivir con mil afugias[1]. El año 2020 puso sobre el tintero nuevos retos educativos que las Instituciones (en todos sus niveles) lograron ir sorteando para garantizar el derecho a la educación. Los docentes asumieron tareas de actualización y apuestas pedagógicas con el fin de responder al reto de educar remotamente. Los estudiantes asumieron la necesidad de continuar en el nuevo modelo. Muchas instituciones ofrecieron planes de bienestar universitario que incluyeron conectividad y herramientas tecnológicas (tabletas, pc). El gobierno hizo algunas apuestas de ayudas que en algo contribuyeron, pero, como siempre fueron escasas frente a las enormes necesidades. Mientras tanto el gasto militar continuó como si nada, igual el derroche en burocracia y en lavado de imagen presidencial.

Llegado el año nuevo sólo hay silencio frente a las necesidades educativas que se aproximan. Desde el Ministerio le apostaron al retorno con alternancia, estrategia que se ha venido derrumbando frente a la dura realidad del crecimiento del número de contagiados y el precario sistema de salud que en poco se ha visto robustecido en un año de pandemia. Los hogares cada vez pierden más poder adquisitivo y la educación no forma parte de la canasta básica de los hogares, por el contrario, es un servicio suntuoso.

El panorama universitario

Ante la ausencia de una política estatal vigorosa que respalde el sistema publico educativo del país, las universidades tuvieron que zozobrar la tormenta. Muchas lograron solventar sus finanzas en una apuesta de corto plazo (semestres A y B de 2020). Realizaron descuentos en matrículas, dieron subsidios, aumentaron impactos de becas, financiaron semestres, entre otras estrategias. Pero el crecimiento de la desfinanciación del sistema que viene en constante aumento desde la expedición de la Ley 30, genera que las universidades no pueden sostener una crisis que se desplaza en el tiempo y crece de manera exponencial.

Si los indicadores de cobertura en educación superior lograron solventarse medianamente durante lo corrido de la pandemia, (desde el 2019 presentaban la mayor caída en 18 años),[2] lo que se avizora para este nuevo año es un descenso alarmante, sobre todo en el nivel de posgrados. Y esa responsabilidad no se le puede dejar solamente a las universidades, ya que ellas están en números negativo ante la ausencia de nuevos ingresos por venta de servicios y otras actividades, esto debido a que el “mercado de servicios educativos” también cayó abruptamente.

Es decir, estamos de cara una realidad contundente, o el gobierno y su Ministerio de Educación asumen la responsabilidad de financiar el sistema para mantener los estudiantes matriculados y recibir los nuevos, o las universidades tendrán que trasladar ese costo a las familias. Como lo último no es una opción, se tendrá que sacrificar la cobertura y con ello el derecho a la educación. Se acaba enero y no se ven propuestas para darle vida al primer semestre y el descontento crece al ritmo de las necesidades.

El caso de la Universidad del Tolima

Gracias al buen manejo de las finanzas internas que se ha venido dando en los últimos años, se inició el año 2020 con un mediano superávit y, a partir de allí, la Universidad del Tolima pudo crear un plan de choque que, conjuntamente con los aportes de la Gobernación y el MEN, permitió soportar inscripciones y matrícula gratuitas durante dos semestres. Esto favoreció a cerca de 20 mil estudiantes de pregrado con matrícula cero. Los más de mil estudiantes de posgrado también obtuvieron descuentos hasta del 40 %.

Es necesario aclarar que, junto al saneamiento financiero que permitió superar un déficit que arrastraba desde el 2015, también hubo austeridad del gasto durante todo el año. Además, se lograron redireccionar algunos dineros que por el nuevo método de trabajo (mediado) no podían ejecutar como gastos por servicio de restaurante, pago de algunas infraestructuras en arriendo, viáticos, salida a prácticas, participación académica nacional e internacional de docentes, entre otros rubros.

Por el otro lado, crecieron los rubros de gastos en bienestar para estudiantes, apoyos a los docentes en capacitación, adquisición de paquetes y soportes tecnológicos, becas y demás ayudas que garantizaran la matrícula cero. Un gran esfuerzo que se convirtió en ejemplo nacional. Siendo justos el gobierno departamental y el MEN concurrieron y de esa manera se pudo cumplir la labor misional de la UT.

La coyuntura del 2021

Hace varios meses el gobernador del Tolima, Ricardo Orozco, anunció que asumiría la matrícula cero hasta el año 2023 de la Universidad del Tolima y el ITFIP,[3] lo que ese titular no dejaba claro era el cómo. Luego se supo en detalle que esa propuesta cobijaría los estudiantes de estratos 1 y 2 solamente en el Tolima y hasta el momento no se sabe exactamente quiénes y cuántos serán los beneficiados. No creo que el problema actual sea de estratos, es un problema integral que necesita soluciones sistémicas, conduciendo a que la matrícula cero se convierta en política de Estado.

La apuesta política del gobernador, pareciendo loable, segmenta la Universidad del Tolima y de tajo genera un problema de inequidad, pues la UT cuenta con presencia de estudiantes en nueve departamentos del país, de los cuales ocho quedan por fuera de su propuesta. Igual el gobernador comete un error a no trabajar en conjunto con el MEN para darle la cobertura en bienestar a toda la población, lo cual genera un tinte populista en su propuesta, más allá del diseño de una solución integral y duradera. A la hora del desembolso veremos de cuánto se trata el nuevo aporte, que debe ser adicional y muy superior al que le corresponde por ley.

En ese sentido, considero que el Gobierno departamental no debe condicionar estos recursos a determinada población porque los estudiantes se matriculan en la Universidad del Tolima, no en la gobernación. En los otros departamentos los aportes han sido escasos, cuando no nulos. Recientemente el gobernador de Risaralda, en donde la UT tiene cerca de 500 estudiantes, anunció el apoyo para apenas el 10 % de ellos (48 cupos). Algunos municipios en donde hacemos presencia empiezan tímidamente a estudiar posibilidades de apoyo a los estudiantes, pero de ahí no avanzan. Se podría alegar que las apuestas en gasto público son prioridad para salud, prevención y ayudas económicas, aunque en muchos casos no se ven tampoco sus verdaderos impactos.

En ese sentido, nos encontramos ante una disyuntiva, debemos avanzar en la consolidación de la matrícula cero si queremos garantizar el derecho a la educación, pero la Universidad del Tolima ya no cuenta con los recursos propios para financiar más allá de las becas, la inscripción cero para pregrado y posgrado y los descuentos en posgrados, así como las políticas de bienestar que siguen creciendo. Si el gobierno nacional no asume la cifra restante nos encontraremos ante un panorama en el cual unos estudiantes no pagarán su matrícula y otros si, esto ocurriría en las dos modalidades; claro que el mayor impacto sería para los estudiantes del IDEAD, sobre todo para aquellos que están en las sedes por fuera del departamento del Tolima. En ese sentido, sería mejor que con los nuevos recursos prometidos por la gobernación se tramitara un descuento similar para todos y no caer en la estrategia inequitativa de unos en la cama y otros en el suelo.

No obstante, la verdadera y definitiva solución está en que, trabajando en conjunto el Gobierno Nacional y el Gobierno Departamental asuman el pago total de la matrícula cero durante el año 2021 y que la Universidad con sus esfuerzos financieros se encargue de suplir otros campos de los gastos. No se trata solamente de tener las posibilidades de ingresar a la universidad, sino que los docentes, estudiantes y personal administrativos deben contar con las herramientas, insumos y escenarios pedagógicos adecuados para desarrollar los procesos con excelencia, y para ello se necesita flujo de caja disponible.

El semestre está ad portas, los estudiantes ya reclaman justamente ayudas equitativas. Esperemos que la pandemia por fin haga entender a los gobiernos que la educación es prioritaria, más aún cuando vemos la gran fractura social y económica que se extiende angustiosamente sobre nuestros territorios.

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