Por: Carlos Arturo Gamboa
B.
Docente Universidad del
Tolima
El gato es el esquema y
modelo de la sutileza del aire.
(Doris Lessing)
Doris Lessing
obtuvo el Premio Nobel de Literatura en el año 2007. Británica de nacionalidad,
nació en Irán y se formó en Sudáfrica y parte de su ida la pasó recorriendo
diversas geografías, lo que quizás la dotó de una visión aguda de la realidad,
lo cual se vería luego reflejado en sus obras narrativas. Autora de libro
emblemáticos como “El cuaderno dorado”, “El quinto hijo”, “Diario de una buena
vecina” y “De nuevo el amor”, su obra alcanzó gran resonancia internacional y,
su prosa sincera y pasional, la convirtieron en un icono de la literatura
femenina del siglo XX, hasta su muerte en el año 2013.
Entre su amplia
obra literaria, y casi relegado a un valor secundario, encontré un libro, cuya
primera edición en inglés llevó el nombre de “Particularly cats” (1967) y cuya
versión en español se titula “Gatos ilustres” publicado por Lumen (2019) y cuya
versión viene ilustrada mágicamente por la barcelonesa Joana Santamans. El
libro como artefacto físico, de entrada, se puede valorar como una obra de
arte. Elaborado en pasta dura y con la imagen imponente de un gato que cubre
toda la portada, atrae la mirada y activa el deseo de verlo en la biblioteca;
lo adquirí, pero luego lo terminé obsequiando. En estos días el libro volvió a
mí y de ese nuevo encuentro surgen estas líneas.
Indudablemente
los trazos de la diseñadora Santamans, quien recrea muchos mininos en distintas
facetas, convierte la lectura de “Gatos ilustres” en una acción interactiva.
Como en la narración, los gatos se sumergen en las páginas, van y vienen, se
regodean y pasan silenciosos y altivos, ronronean al lector y hasta lo
contagian de esa modorra gatuna tan necesaria para soportar el siglo XXI. La
historia es muy sencilla y de carácter autobiográfico, Lessing da cuenta de su
relación con los gatos desde su lejana niñez en Zimbawe hasta su vida adulta en
los suburbios de Inglaterra, y a través de esas múltiples anécdotas entremezcla
visiones existenciales, articulando el comportamiento y naturaleza de los gatos
como pretexto para entregarnos bellas pinceladas del mundo animal doméstico, su
cotidianidad y la crueldad que la vida misma conlleva.
“¿Qué puede ser más grácil, más delicado
que un gato?”, pregunta la autora y en cada página va resolviendo
la pregunta, por medio de descripciones amplias de la vida de sus diversas
mascotas que la fueron acompañándola desde su niñez hasta la adultez. Ella los
ha visto nacer por montones, allá en la lejana aldea de su infancia en donde
los gatos eran casi una plaga que vivía entre el salvajismo, la necesidad y el
cariño de algunos “amos” que luchaban por hacerlos sufrir lo menos posible. Por
eso es testiga también de su muerte: “Se
arrastran a un lugar fresco, por el calor de la sangre, se agazapan y esperan
la muerte”.
Y en ese periplo
de vidas gatunas, hay una tensión entre las leyes del mundo animal y las formas
civilizatorias de la sociedad. ¿Qué hacer con tantos gatos que se reproducen de
manera algorítmica? Era inevitable, en aquellos tiempos de menor sensibilidad,
que los críos no podían ostentar el derecho a vivir, eran muchos, manadas de
gatitos imposibles de sostener. Este es el tono en que un bello pasaje del
libro muestra esa cruel realidad:
“Fue horrible. Después dos de
nosotras salimos con linternas a la oscuridad y en el campo largo cavamos un
hoyo bajo la lluvia tenaz y enterramos a los cuatro gatitos, entre improperios
y maldiciones dirigidas a la naturaleza, a nosotras, a la vida; luego
regresamos a la tranquila habitación alargada de la granja, donde el fuego
ardía y la gata negra descansaba sobre una manta limpia, una gata bonita y
orgullosa con dos gatitos… la civilización había vuelto a triunfar.”
Y así, la autora, saltando de gato en gato,
nos va contando las claves de la vida de una mujer y su relación con el mundo
de esos pequeños seres cuya perfección parece reñir con los entornos que
habitan, pero que al mismo tiempo nos recuerda la clave agnóstica de la vida,
la de ellos y la nuestra, ambos aparentados en ese gran conjunto universal que
es el reino animal.
En “Gatos ilustres”
no encontraremos una apología al gato, sus bondades, sus quietudes y sus
provisiones de extraños afectos que tejen con sus cuidadores. Es clave entender
que la narración se erige en otro tiempo, antes de que el deseo gatuno
invadiera el mundo y creara una cultura en donde ellos parecen habitar el
antiguo Egipto. Siendo una narración descarnada y real, no está ajena a
momentos poéticos, para recordamos que “La
lumbre del hogar y el gato son inseparables”. Sólo espero que, si el libro
llega a ronronear cerca de ustedes, se den al placer de retozar con él.
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