junio 22, 2022

Petro y la educación ¿hacia dónde virar?

 


Por: Carlos Arturo Gamboa B.

Docente Universidad del Tolima

 

Rápidamente se hizo viral un tuit de Gustavo Petro en donde invita a gobernadores y alcaldes a disponer de lotes saneados para construir sedes universitarias y así darle cabida a su propuesta de convertir a Colombia en una sociedad de conocimiento. Sin haber tomado posesión, Petro anuncia que las promesas de campaña se convertirán en políticas de Estado, algo fundamental para unir el país y derrotar definitivamente el discurso del miedo que la oficialidad se niega a soltar como banderita de batalla.

Lo que diré a continuación no es nada nuevo, son viejas discusiones en torno a la definición de hacia dónde se debe encaminar la educación pública en Colombia. Estos debates los hemos dado desde la década de los noventa, no más aprobada la Ley 30 que ya se avizoraba, en su primera infancia, como un remedio peor que la enfermedad. Se dio en movimientos posteriores como la recordada MANE, en el gran debate nacional de la Constituyente Universitaria, en las organizaciones estudiantiles, en cientos de Asambleas Universitarias, en el Seno de la Asociación Sindical de Profesores Universitarios, en fin, en mil eventos. Lo nuevo acá es el presidente y el enfoque que le va a dar a la educación del país ¿hacia dónde virar?

Construir nuevas universidades públicas en un país en donde el acceso total a la educación es una utopía, es más que plausible. Miles de jóvenes, pero también adultos, porque la formación superior debe recuperarse como derecho para todos, tienen aplazados sus sueños de educación universitaria. Pero ese proceso, que como se puede intuir de manera fácil es un plan a mediano plazo, debe ir acompañado de acciones inmediatas que oxigenen el sistema educativo y lo dispongan para contribuir a diseñar el devenir.

En el caso de las Universidades Públicas es urgente dar respuesta a las necesidades de inversión en infraestructura, dotación tecnológica y fortalecimiento de la labor docente. El mundo pospandémico nos ha generado una nuevas dinámicas y retos a los que se debe responder con audacia. La política de gratuidad educativa (lo que existe no es una política) debe ir acompañada de una considerable inversión en planes de permanencia estudiantil, en fortalecimiento del bien-estar de la población universitaria para que se pueda “estudiar sabroso”. Pero también toca invertir en tecnología de punta, laboratorios, escenarios culturales y deportivos, abriendo los campus a las nuevas formas de aprendizaje, con plataformas interactivas y simuladores en todas las disciplinas. Esto es urgente, porque la brecha del conocimiento se ensancha cuando no se reacciona de manera inmediata.

Otro tema urgente para las universidades tiene que ver con las políticas Ministeriales y sus organismos de control que tienen ahogadas a las universidades con indicadores, lineamientos y políticas obtusas, como los de acreditación, o el Decreto 1279 del régimen salarial de los profesores. Estas proliferaciones de normas no responden a la realidad colombiana, en su mayoría son importaciones deformadas de otros contextos, que buscan cumplir las exigencias internacionales pero que lejos están de atacar los males endémicos de nuestras necesidades educativas.

Lo que debe promover el MEN y demás organismos afines es la actualización de los programas de formación, la cualificación de los actores y la proliferación de programas pertinentes para el desarrollo nacional y regional. Para ello se deben motivar los nuevos enfoques de formación, programas pensados para la vida, la convivencia, el desarrollo sostenible, la producción rural y urbana, programas que permitan consolidar el país como un escenario para productividad solidaria.

Igualmente, en el campo de los posgrados, fortalecer “las investigaciones” con escenarios reales para que el conocimiento genere el impacto en la transformación de los territorios, las geografías y los problemas de la cotidianidad. Miles de estudiantes que lograron su formación en pregrado esperan oportunidad de avanzar en sus procesos formativos, la oferta del país es escasa, costosa y en muchos casos, poco pertinente para las necesidades urgentes. En esa misma línea, se debe promover y fortalecer los modelo de la educación a distancia, la educación virtual, la formación técnica y la educación continuada, así se construyen pilares de diversidad para que los ciudadanos puedan escoger sus propias líneas de formación.

 Un aspecto vital consiste en reformar la carrera docente, se hace necesario establecer un sistema que le permita a los niños y adolescentes tener la mejor educación posible, con infraestructuras adecuadas, pero con los mejores docentes. Dignificar y delinear la carrera docente permite que el profesor en Colombia deje de ser un profesional del rebusque, para convertirse en actor fundamental de la transformación política, cultural, científica y económica de la nación.

Quizás quedarán muchas otras líneas en el tintero, pero es urgente que los docentes, las universidades y sus actores, así como las Instituciones Educativas de toda índole, generen debates, propuestas y se activen en la dinámica de transformación educativa. El equipo que Gustavo Petro designe para liderar estos procesos debe tener claro este panorama, lo urgente y lo estructural, para dar respuesta a ese sentir colectivo de tener un país con mayores índices de formación en todos sus niveles.

Bien vale la pena recordar esa frase de Mandela que tantas veces hemos visto en las marchas de los jóvenes exigiéndoles a los gobiernos de turno: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, pues hoy más que nunca, en Colombia, se debe dimensionar la potencia de su significado.

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