Por:
Carlos Arturo Gamboa B.
Docente
Universidad del Tolima
Quiero
gritar latino soy
desangrándome
en mil guerras
rompo
cadenas de opresión
un
hombre nuevo tienes hoy
escúchame
Latinoamérica
Nacimos
hijos del sol
brotando
sobre nuestra tierra
somos
fruto que gime.
Kraken
(Hijos del sur)
Al final de
la miniserie “Rompan todo”, Charly García afirma “no se diga más”, pero detrás de
esa afirmación queda un eco a manera de exigencia que nos lleva a pensar que aún
falta mucho por decir sobre ese gran movimiento y acumulado cultural denominado
«rock latinoamericano».
Esta
miniserie es un estructurado homenaje a tantos años de buena música, elaborada
desde varios rincones de este mundo tan diverso y multifacético llamado Latinoamérica,
si algo con ese nombre puede ser caracterizado. Como era de esperarse deja
muchos intersticios, pero en apenas seis capítulos era imposible atrapar
más.
Gustavo
Santaolalla, como productor, se da a la tarea de evocar casi 70 años de rock en
el idioma de Cervantes, como dice Alex Lora (El Tri), y a través de ese
recorrido nos deja ver la variedad cultural de esa enorme mixtura latina, los
problemas sociales que nos son comunes al continente y unos sonidos que
evolucionan para dejar de ser simple imitación de Inglaterra y EE. UU., para
convertirse en sonido auténtico, aunque diverso.
Música y
sociedad, dos ejes que se van mezclando para dar cuenta de un sinnúmero de resonancias
que dejan en evidencia las formas en qué amamos, vivimos, padecemos los males y
exploramos los deseos. Con entrevistas de primera mano con los protagonistas
vivos y auscultando los archivos sonoros y audiovisuales de los que ya
partieron, se logra recrear un tiempo ido, evocado con la nostalgia de quienes
tuvimos la fortuna de crecer al ritmo de los “/Hermosos ruidos que salen de
las tiendas / Atraviesan a la gente y les mueven los pies / Baterías
marchantes, guitarras afiladas / Voces escépticas que cantan de política/”;
como vociferaban Los Prisioneros en aquel memorable tema que abrió la
transmisión de MTV Latino (1993) y le dio una voz más amplía al continente.
El documental
va y viene entre Argentina y México, pasando algunas veces por Chile, Uruguay y
una que otra vez por Colombia. He ahí una de sus fallas, porque al pretender
dar cuenta de la historia de este género en el continente, olvida más de la
mitad del mismo, incluyendo a ese monstruo sonoro llamado Brasil.
Además,
parece que hay otro filtro y es que muchas bandas insignes de este gran
movimiento no quedan dentro del radar de Santaolalla y otros de gran calibre
apenas son enunciadas, como Caifanes, agrupación cuyo álbum “El nervio
del Volcán” (1994), generó un cisma en el sonido rocanrolero en español.
Personalmente
me pareció desacertado no encontrar en entre esos referentes a bandas y
artistas como Los bunkers (Chile), Alcohol Etílico, La Sonora
de Bruno Alberto, Rata Blanca y G.I.T (Argentina); Carlos Santana,
Panteón Rococó, Elefante e Inspector (México); Kraken,
Estados Alterados, Masacre y Doctor Krápula (Colombia); y
mucho más no hallar indicios del rock peruano más allá de Los Saicos,
cuando de tradición sabemos de los aportes de cantautores como Pedro Suárez-Vertiz y bandas
como Autocontrol y Libido, por reducir la lista. Hablo acá desde gustos
y líricas que hicieron parte de mi formación sonora, pero también de muchos rocanroleros
de este continente.
Igual suerte
corre Venezuela, la cual es olvidada en su riqueza musical tan conocida por
toda Latinoamérica y que constituyó un aporte al género con agrupaciones como Sentimiento
Muerto (punk), HAZ, Caramelos de Cianuro y Los Amigos Invisibles
entre muchas más, y en cuya lista no dudaría en incluir a cantautores como
Yordano y el mismo Franco de Vita, cuyos trabajos cercanos al rock generaron
todo un ambiente armónico de nuevas exploraciones.
Igual pasa
con Ecuador y Bolivia, países en donde también se engendraron y siguen
creciendo semillas de este género que rápidamente se mixturó forjando esa
hibridación tan propia de nuestros territorios. Semejante suerte corre varios
países de Centroamérica en ese inventario de ausencias.
Al final,
creo, no se trata de olvidos malintencionados, si no de apuestas y cada vez que
se selecciona se excluye. Una de esas omisiones imperdonables me parece Robi “Draco”
Rosa, cuyo álbum “Vagabundo” (1996) le dio un nuevo sonido y una nueva atmósfera
al rock del continente, pero de nuevo insisto, son apuestas respetables y
criticables.
Lo cierto es
que “Rompan todo” es un trabajo bien elaborado, con una intención clara que al
final se logra: rescatar del olvido entre la multiplicidad de los sonidos y las
letras actuales, un género que marcó por lo menos cinco generaciones y cuyas líricas
nos hicieron volcar la mirada sobre nosotros mismos, ingresando así a la
modernidad musical, con todos sus bemoles. Algunos lo dan por muerto, yo creo
que se sigue transformando y aparece cada vez con mayores mutaciones.
Quedan muchos
espacios vacíos para llenar con nuevas apuestas, ojalá sirva este ejemplo para
otros proyectos que deseen ahondar en esos bucles sonoros que contiene nuestras
raíces. Recordando reconstruimos las hélices del aeroplano que nos permitirá
elevarnos hacia el futuro, no sólo musical, porque contradiciendo a Miguel Mateos, no estamos solos en América, nos acompañan miles de voces que aun
reclaman un lugar en el mundo y el «rock en nuestro idioma» es una de esas
partituras que nos congregan a ser el gran continente unido en la diversidad.
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