Docente IDEAD – CAT Kennedy-
¡Oh feliz posteridad que no conocerá tan abismal
dolor!
¡Y que considerará nuestro testimonio como fábula!
Francesco
Petrarca
La lectura de literatura es un lugar predilecto para los amantes de las
narraciones. Y es en las narraciones
donde encontramos historias sobre diversos acontecimientos, entre otros, sobre
el amor, la enfermedad, la vida y la muerte. Las pandemias han sido el hilo conductor de
narraciones, algunas de ellas serán brevemente expuestas aquí, para recordarlas
como un homenaje a la literatura por su particular y maravillosa forma de
narrarlas y por su papel en el devenir histórico de la humanidad. También nos
reconocemos como protagonistas desde diversos lugares, en estos momentos en que
el planeta se debate entre sobrevivir o perecer, testigos de la enfermedad
Covid-19, que será pretexto para grandes narraciones con polifonías y estilos
diversos. Son los escritores de hoy o del futuro quienes tendrán la tarea de
contar estas circunstancias en cómo nos correspondió vivir.
Las ficciones narradas con arte literario, como La historia de dos ciudades de Charles Dickens, atrapan al lector por
el contenido y belleza de la prosa:
Era el mejor de los tiempos, era el peor
de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de
las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la
primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos,
pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos
por el camino opuesto.
Su lenguaje cautivo al lector, quien se adentra
en la descripción de acontecimientos particulares de Inglaterra y de Francia.
Hacen parte de una época determinada, fabulada por la mente prodigiosa del
escritor, ceñido a datos que él conocía y a otros que imaginaba con la magia de
la literatura, así conjuga la poética de la palabra con el mundo de la historia.
Revisando la literatura griega el dramaturgo
Sófocles en su obra Edipo Rey representa una epidemia de peste, y se cree que
es un castigo de los dioses. En ese mismo orden, nos encontramos con la belleza
de la literatura erótica de El Decamerón,
con sus cien cuentos que son narrados por tres hombres y siete mujeres que
huyen de Florencia hacia una alejada quinta en el campo, para salvaguardarse de
la peste que alcanzó a Italia con la misma fuerza que a los demás países
europeos (Ojeda Ortiz, 2010). Narraciones que sumergen al lector en las líneas
que descifran la condición humana, con situaciones unas veces ridículas, otras
contradictorias, llenas de pasiones y de humanidad propias de la espacie. Cada
libro compendia y se inspira en los anteriores relatos. Daniel Defoe publicó,
en 1772, Diario del gran año de la peste,
el autor tenía cinco años cuando sucedió la peste y en la novela-reportaje hace
evocación de ese tiempo.
El libro La peste de Albert Camus,
narración que transporta a la historia fabulada de una epidemia, ocurrida en
Orán-Argelia, muestra personajes solidarios y otros inmersos en los afanes de
la sociedad del momento, descuella la figura del médico Bernard Rieux, como
héroe de la novela. El gran talento de
Edgar Allan Poe, evidente siempre en su prosa, con el cuento La máscara roja, narra la cuarentena que
mantiene al príncipe Próspero con un grupo de nobles en un palacio para
preservarse de la peste, sin embargo, el final es trágico.
En este grupo de literatura clásica la obra de nuestro Nobel, García
Márquez, El amor en los tiempos del
cólera, es referenciada como literatura de tiempos de confinamiento, aunque
no muestra los estragos del Cólera, si permite conocer personajes con
enfermedades en el ocaso de sus vidas. Las narraciones abren la atención sobre
los sucesos, cada personaje es un relato, y cada relato abre un tiempo con
acontecimientos, en los que hombres y mujeres logran sobrevivir o perecer
víctimas de los contagios. Estas vicisitudes, nos ponen de cara con la muerte,
tan temida- aunque esperada- porque se nace para morir.
Cuando la ciencia ficción es el vector creativo de la imaginación en la literatura,
se convierte en puerta de acceso a distopías narrativas, a escenarios inverosímiles
y personajes en otra dimensión, para sus lectores esta pandemia no sorprendió a
todos por igual. Algunos lectores de los libros de Stephen King o Connie
Willis, vislumbraron premonitoriamente las circunstancias actuales como lo
concerniente al encasillamiento político, propio de los confinamientos que
coinciden con este momento distópico. Aunque la crítica y autores literarios
han soslayado la producción de Stephen King, por ser un autor muy comercial, ha
sido aceptado entre los lectores de este género. Una de sus obras, escrita hace
más de 40 años, narra con lente premonitorio cómo una gripa, denominada el
Capitán Trotamundos, consume con su expansión a un alto porcentaje de la
humanidad. Se titula Apocalipsis.
En esta línea la escritora Connie Willis, ha seducido a sus lectores con
sus narraciones, inverosímiles o no, pero, que no superan la realidad de
nuestro presente, en sus relatos retrata personajes de diversas tendencias
ideológicas que, como los de hoy eluden la gravedad del asunto y mercantilizan
el ser y el hacer de las vidas humanas. El
libro del día del juicio final, es una narración que presenta una analogía,
según su prologuista, entre La peste negra de la Edad Media con la amenaza del
SIDA, que puede ser un referente con cualquier enfermedad letal y en
consecuencia con el inmanente miedo a la muerte. Los dos referentes en toda
pandemia, enfermedad y muerte, que son atemporales se cruzan con los
sentimientos de sus protagonistas, estos sentimientos son atemporales, los
sienten y perciben los seres humanos en cualquier etapa de la historia y son
narrados desde la ficcionalidad del escritor en tiempos pasados y presentes.
Así, leer literatura de tiempos de pandemia, es una oportunidad para
comprender lo sucedido, para conocer a los personajes y sus maneras de
comprender y asumir los retos del momento como también para comprendernos hoy,
dentro de esta situación de contingencia. Porque el arte y la literatura, desde
siempre están presentes, como afirma Daniel Foster Wallace: “En épocas oscuras, el arte aceptable sería
aquel que localiza y efectúa una reanimación cardiopulmonar sobre aquellos
elementos mágicos y humanos todavía vivos y resplandecientes a pesar de la
oscuridad de los tiempos.”
En este sentido, nos preguntamos sobre el rol
que la literatura, como arte narrativo y simbólico de la palabra, desempeña en
nuestras vidas y en nuestros contextos. La literatura ofrece orientación en tiempos de desconcierto, como la obra de
Camus y otras obras que si bien, no son narraciones de historias de
confinamientos, sí develan la complejidad del ser humano y nos ayudan, a decir
de Kundera “a descifrar el enigma que somos”. Por eso la lectura como refugio,
como compañía y como experiencia personal, es esencial para nuestro ser en una
relación organística. Como nos refiere la profesora Teresa Colomer, la lectura
de literatura, es la experiencia personal del diálogo entre la narrativa del
texto y el lector que puede descubrir, redescubrir o interpretar el mundo, a
otro ser humano, o a sí mismo, por ser sustancia estética de conocimientos
orientada al goce, al placer.
La lectura literaria personal y colectiva, hace algo en nosotros. Somos
habitados por voces ajenas, por voces de narraciones desde cualquier lugar, que
nos visitan, posibilitando nuestras propias narraciones o rencontrándonos en
ellas. Es importante para el ámbito de las letras literarias y la pedagogía de
la literatura, reconfigurar el ineludible papel de la literatura en la vida del
lector. En ese sentido, Jorge Larrosa se interroga y nos interroga ¿Qué puede hacer por nosotros la literatura?
¿Con nuestras palabras? ¿con nuestras ideas? ¿con nuestra forma de decir y de
pensar?
Los lectores de literatura, profesores y promotores de lectura, que están participando
en Zoom o Meet, para alentar a los estudiantes a la lectura o para recrear sus
propias narrativas, siempre con referencias de los grandes narradores de historias,
son maestros que nos reconfortan en estas horas de aislamiento y de encuentro
consigo mismos, con los otros y con la lectura, y se han convertido en
mediadores entre los sentimientos, y lo que traen los libros. Como escribe
William Ospina: “Leer es abrir las
puertas de la imaginación y es permitir que esos mundos soñados por los
escritores nos entreguen sus secretos”.
En este contexto de escenarios virtuales, el Instituto de Educación a
Distancia, a partir del equipo de la Maestría
Pedagogía de la Literatura, ha entregado literatura a los inscritos, a los
estudiantes de pregrado y a la comunidad académica. En esta puesta de virtualidad,
se ha estado compartiendo la lectura de fragmentos o relatos literarios, el
disfrute de la palabra poética en la voz de maestros y poetas, como también
tertulias poético-musicales, con canciones que permiten, además, conocer el ser
compositor y el sentido de sus obras. Todo alrededor de la palabra, la palabra
literaria que hace historia, que hace historia de universidad. Joan Didion, sostiene, y tiene razón al decirlo,
que nos contamos historias para vivir.
Interesantes referencias literarias, un buen homenaje a la literatura.
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