mayo 22, 2020

Literatura y pandemia: contamos historias para vivir

Por: Nidia Méndez Hidalgo
Docente IDEAD – CAT Kennedy-

¡Oh feliz posteridad que no conocerá tan abismal dolor!
¡Y que considerará nuestro testimonio como fábula!
 Francesco Petrarca

La lectura de literatura es un lugar predilecto para los amantes de las narraciones.  Y es en las narraciones donde encontramos historias sobre diversos acontecimientos, entre otros, sobre el amor, la enfermedad, la vida y la muerte.  Las pandemias han sido el hilo conductor de narraciones, algunas de ellas serán brevemente expuestas aquí, para recordarlas como un homenaje a la literatura por su particular y maravillosa forma de narrarlas y por su papel en el devenir histórico de la humanidad. También nos reconocemos como protagonistas desde diversos lugares, en estos momentos en que el planeta se debate entre sobrevivir o perecer, testigos de la enfermedad Covid-19, que será pretexto para grandes narraciones con polifonías y estilos diversos. Son los escritores de hoy o del futuro quienes tendrán la tarea de contar estas circunstancias en cómo nos correspondió vivir.
Las ficciones narradas con arte literario, como La historia de dos ciudades de Charles Dickens, atrapan al lector por el contenido y belleza de la prosa:
Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto.
Su lenguaje cautivo al lector, quien se adentra en la descripción de acontecimientos particulares de Inglaterra y de Francia. Hacen parte de una época determinada, fabulada por la mente prodigiosa del escritor, ceñido a datos que él conocía y a otros que imaginaba con la magia de la literatura, así conjuga la poética de la palabra con el mundo de la historia.  
Revisando la literatura griega el dramaturgo Sófocles en su obra Edipo Rey representa una epidemia de peste, y se cree que es un castigo de los dioses. En ese mismo orden, nos encontramos con la belleza de la literatura erótica de El Decamerón, con sus cien cuentos que son narrados por tres hombres y siete mujeres que huyen de Florencia hacia una alejada quinta en el campo, para salvaguardarse de la peste que alcanzó a Italia con la misma fuerza que a los demás países europeos (Ojeda Ortiz, 2010). Narraciones que sumergen al lector en las líneas que descifran la condición humana, con situaciones unas veces ridículas, otras contradictorias, llenas de pasiones y de humanidad propias de la espacie. Cada libro compendia y se inspira en los anteriores relatos. Daniel Defoe publicó, en 1772, Diario del gran año de la peste, el autor tenía cinco años cuando sucedió la peste y en la novela-reportaje hace evocación de ese tiempo.
El libro La peste de Albert Camus, narración que transporta a la historia fabulada de una epidemia, ocurrida en Orán-Argelia, muestra personajes solidarios y otros inmersos en los afanes de la sociedad del momento, descuella la figura del médico Bernard Rieux, como héroe de la novela.  El gran talento de Edgar Allan Poe, evidente siempre en su prosa, con el cuento La máscara roja, narra la cuarentena que mantiene al príncipe Próspero con un grupo de nobles en un palacio para preservarse de la peste, sin embargo, el final es trágico.
En este grupo de literatura clásica la obra de nuestro Nobel, García Márquez, El amor en los tiempos del cólera, es referenciada como literatura de tiempos de confinamiento, aunque no muestra los estragos del Cólera, si permite conocer personajes con enfermedades en el ocaso de sus vidas. Las narraciones abren la atención sobre los sucesos, cada personaje es un relato, y cada relato abre un tiempo con acontecimientos, en los que hombres y mujeres logran sobrevivir o perecer víctimas de los contagios. Estas vicisitudes, nos ponen de cara con la muerte, tan temida- aunque esperada- porque se nace para morir.
Cuando la ciencia ficción es el vector creativo de la imaginación en la literatura, se convierte en puerta de acceso a distopías narrativas, a escenarios inverosímiles y personajes en otra dimensión, para sus lectores esta pandemia no sorprendió a todos por igual. Algunos lectores de los libros de Stephen King o Connie Willis, vislumbraron premonitoriamente las circunstancias actuales como lo concerniente al encasillamiento político, propio de los confinamientos que coinciden con este momento distópico. Aunque la crítica y autores literarios han soslayado la producción de Stephen King, por ser un autor muy comercial, ha sido aceptado entre los lectores de este género. Una de sus obras, escrita hace más de 40 años, narra con lente premonitorio cómo una gripa, denominada el Capitán Trotamundos, consume con su expansión a un alto porcentaje de la humanidad. Se titula Apocalipsis.
En esta línea la escritora Connie Willis, ha seducido a sus lectores con sus narraciones, inverosímiles o no, pero, que no superan la realidad de nuestro presente, en sus relatos retrata personajes de diversas tendencias ideológicas que, como los de hoy eluden la gravedad del asunto y mercantilizan el ser y el hacer de las vidas humanas. El libro del día del juicio final, es una narración que presenta una analogía, según su prologuista, entre La peste negra de la Edad Media con la amenaza del SIDA, que puede ser un referente con cualquier enfermedad letal y en consecuencia con el inmanente miedo a la muerte. Los dos referentes en toda pandemia, enfermedad y muerte, que son atemporales se cruzan con los sentimientos de sus protagonistas, estos sentimientos son atemporales, los sienten y perciben los seres humanos en cualquier etapa de la historia y son narrados desde la ficcionalidad del escritor en tiempos pasados y presentes.
Así, leer literatura de tiempos de pandemia, es una oportunidad para comprender lo sucedido, para conocer a los personajes y sus maneras de comprender y asumir los retos del momento como también para comprendernos hoy, dentro de esta situación de contingencia. Porque el arte y la literatura, desde siempre están presentes, como afirma Daniel Foster Wallace: “En épocas oscuras, el arte aceptable sería aquel que localiza y efectúa una reanimación cardiopulmonar sobre aquellos elementos mágicos y humanos todavía vivos y resplandecientes a pesar de la oscuridad de los tiempos.”
En este sentido, nos preguntamos sobre el rol que la literatura, como arte narrativo y simbólico de la palabra, desempeña en nuestras vidas y en nuestros contextos. La literatura ofrece orientación en tiempos de desconcierto, como la obra de Camus y otras obras que si bien, no son narraciones de historias de confinamientos, sí develan la complejidad del ser humano y nos ayudan, a decir de Kundera “a descifrar el enigma que somos”. Por eso la lectura como refugio, como compañía y como experiencia personal, es esencial para nuestro ser en una relación organística. Como nos refiere la profesora Teresa Colomer, la lectura de literatura, es la experiencia personal del diálogo entre la narrativa del texto y el lector que puede descubrir, redescubrir o interpretar el mundo, a otro ser humano, o a sí mismo, por ser sustancia estética de conocimientos orientada al goce, al placer. 
La lectura literaria personal y colectiva, hace algo en nosotros. Somos habitados por voces ajenas, por voces de narraciones desde cualquier lugar, que nos visitan, posibilitando nuestras propias narraciones o rencontrándonos en ellas. Es importante para el ámbito de las letras literarias y la pedagogía de la literatura, reconfigurar el ineludible papel de la literatura en la vida del lector. En ese sentido, Jorge Larrosa se interroga y nos interroga ¿Qué puede hacer por nosotros la literatura? ¿Con nuestras palabras? ¿con nuestras ideas? ¿con nuestra forma de decir y de pensar?  
Los lectores de literatura, profesores y promotores de lectura, que están participando en Zoom o Meet, para alentar a los estudiantes a la lectura o para recrear sus propias narrativas, siempre con referencias de los grandes narradores de historias, son maestros que nos reconfortan en estas horas de aislamiento y de encuentro consigo mismos, con los otros y con la lectura, y se han convertido en mediadores entre los sentimientos, y lo que traen los libros. Como escribe William Ospina: “Leer es abrir las puertas de la imaginación y es permitir que esos mundos soñados por los escritores nos entreguen sus secretos”.
En este contexto de escenarios virtuales, el Instituto de Educación a Distancia, a partir del equipo de la Maestría Pedagogía de la Literatura, ha entregado literatura a los inscritos, a los estudiantes de pregrado y a la comunidad académica. En esta puesta de virtualidad, se ha estado compartiendo la lectura de fragmentos o relatos literarios, el disfrute de la palabra poética en la voz de maestros y poetas, como también tertulias poético-musicales, con canciones que permiten, además, conocer el ser compositor y el sentido de sus obras. Todo alrededor de la palabra, la palabra literaria que hace historia, que hace historia de universidad.  Joan Didion, sostiene, y tiene razón al decirlo, que nos contamos historias para vivir.

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