Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima
Hay un mundo destellante construido
sobre la miseria de otro mundo. Debajo del resplandor, del confort y el
bienestar de una minoría, se dislocan los subterráneos de los desprotegidos del
sistema. Esto lo sabemos hace muchos años, incluso antes de que se formulara la
teoría de la lucha de clases, y hoy el director de cine Joon-ho Bong nos vuelve a poner en el primer
plano esa arquitectura de la desigualdad, en su más reciente y aclamada
película titulada “Parásitos”.
Utilizando el humor (con la ironía
como epicentro), el suspenso y hasta el gore, el director surcoreano logra esbozar
una pieza que sin duda dará mucho por interpretar. Me interesa hablar por ahora
de la forma en que los espacios y la arquitectura se tornan metáforas para
darle trascendencia a un relato en donde se enfrentan dos mundos, de manera que
se cruzan el plano de la historia con el plano semiótico, y se van dejando
huellas en nuestros sentidos, en este caso haciendo protagonista central el
campo visual.
Desde una lujosa mansión diseñada por
un arquitecto famoso, se teje la trama que une a los suburbios de la ciudad con
los espacios de los ricos, juntando los cuerpos protagonistas: dos familias,
una acaudalada, del tipo ejecutivo, y la otra en el borde del sistema, los
desposeídos. Paulatinamente, esos espacios se encuentran y van dejando al
desnudo la grafía de sus habitantes. Como es de suponerse los pobres están al servicio
de los millonarios, quienes pueden darse el lujo de contratar la familia completa
para sus servicios domésticos, debido a una serie de engaños de estos últimos; así,
el guión nos muestra cómo en los suburbios se debe sobrevivir a costa incluso
de la ética.
La mansión contrasta con la cloaca en
donde habitan los excluidos, para ir de un lugar a otro los planos ascienden o
descienden según el sentido del viaje. En una escena crucial que muestra la
forma en que el espacio teje un lugar en el mundo, los protagonistas pobres
regresan a su hábitat y descienden por escaleras, luego por callejones que se
van oscureciendo hasta, finalmente, llegar al suburbio que encuentran inundando
debido a un fuerte aguacero. Ese tránsito dibuja los planos de la existencia,
la verdad de las clases sociales con sus arquitecturas.
Al día siguiente de la gran
inundación la esposa millonaria le dice al chofer, quien ha pasado la noche en
un albergue al perder lo poco que tenía debido a la tormenta: “La lluvia de
anoche fue una bendición”. Los dos mundos distantes asumen los fenómenos de
manera distinta, lo que para los pobres es una maldición, para los ricos es su
base de felicidad.
Otro plano interesante en esta
construcción de la arquitectura de la desigualdad se presenta en la mansión. Debajo
del lujo extremo y del alto confort subyace un mundo laberíntico en donde
sobrevive el esposo del ama de llaves, viviendo de manera parásita a costa de
los dueños. Allí en medio de la oscuridad y las carencias, los expulsados del
sistema encuentran un lugar para sobrevivir, incluso ese precario espacio es
objeto de disputa por las dos familias pobres. Es esa lucha de subclases el
detonante para el final del relato.
No es un dato menor que los ricos
nunca se enteren de la existencia de aquel subespacio y vivan ajenos a las
cotidianidades del mismo. Es el lugar en donde habitan los fantasmas, por eso
el hijo de la pareja millonaria presenta un trauma psicológico al ver una
aparición, que no es más que un desvalido quien en horas de la noche ha subido
hasta la mansión a extraer comida. Así son los pobres para la gran clase
social, espectros, amenazas para sus cálidas comodidades.
En “Parásitos” el espacio, el
escenario y el lugar siempre actúan como metáforas que recuerdan constantemente
que cada quien ocupa su lugar y que si se aspira a ocupar el del otro, vendrán
las desgracias y las adversidades. El olor a pobre que tanto desespera al hombre
acaudalado dueño de la mansión, es síntoma de que a los ricos los miserables
les producen una alergia insoportable.
El desenlace semiótico de la película
lo deja claro, el lugar final en donde la lucha de clases se desarrolla es el
vistoso patio de la mansión que Joon-ho Bong usa con gran despliegue para
juntar a los ricos y los pobres desatando un sangriento final. ¿Qué más puede esperase de una lucha de
clases? ¿Un final armonioso? Imposible.
A los pobres únicamente les queda una
salida, la aspiración a ser ricos para tener una mansión en donde la familia se
pueda recomponer. Es el único, y fallido plan, que les espera. El espacio de
los millonarios seguirá siendo para ellos porque la arquitectura ha sido
cuidadosamente diseñada por ellos.
La película, como dije antes, puede
tener múltiples lecturas pues estamos ante una obra cinematográfica de gran
calado. Por ahora dejo estas líneas sobre el manejo de sus espacios, algo que
indudablemente me impactó sobremanera en su construcción. No queda más que
verla y degustarla.
You should see how my pal Wesley Virgin's adventure starts with this SHOCKING AND CONTROVERSIAL video.
ResponderBorrarAs a matter of fact, Wesley was in the military-and shortly after leaving-he unveiled hidden, "self mind control" tactics that the government and others used to get anything they want.
These are the EXACT same methods lots of celebrities (notably those who "became famous out of nowhere") and the greatest business people used to become wealthy and famous.
You probably know how you use less than 10% of your brain.
Mostly, that's because the majority of your brainpower is UNCONSCIOUS.
Perhaps that conversation has even taken place INSIDE your very own head... as it did in my good friend Wesley Virgin's head about 7 years ago, while riding an unregistered, trash bucket of a car without a license and $3 in his bank account.
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You took part in those types of conversations, right?
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