mayo 07, 2019

DEMOCRACIA PARA MÍ ¿Y PARA EL OTRO?


Por: Carlos Arturo Gamboa B.
Docente Universidad del Tolima

Como docente de la Universidad del Tolima he debatido durante mucho tiempo sobre el gobierno universitario, ahora que soy profesor de planta lo hago, pero siendo catedrático (durante cerca de 12 años) lo hice también. Dentro de las variadas formas de gobierno universitario siempre he apostado por la ampliación de la participación de los actores que intervienen en el devenir diario de la Universidad Pública. Considero que es debatiendo, dialogando, contraponiendo argumentos y sustentando que se construye el conocimiento; por lo tanto, una institución que se dedica a la producción del saber, la cultura y la ciencia, no puede ser ajena a este mecanismo.
En ese sentido, pienso que la Asamblea de Profesores de la Universidad del Tolima, la cual constituye un escenario legítimo de discusión para la vida universitaria, se equivoca cuando, a través del comunicado fechado del 11 de abril de 2019, plantea, -bajo mis consideraciones-, un escenario antidemocrático frente a sus iguales, los profesores catedráticos. Veamos casos puntuales:
Afirma el comunicado que: “Consideramos totalmente inoportuno y contrario a la doctrina constitucional que los catedráticos y ocasionales puedan ser representantes profesorales a Consejos de Facultad, Consejo Académico y Consejo Superior…”, lo cual más bien desconoce la doctrina que la misma Constitución Política de Colombia plantea, cuando en su Artículo 103, afirma que:
El Estado contribuirá a la organización, promoción y capacitación de las asociaciones profesionales, cívicas, sindicales, comunitarias, juveniles, benéficas o de utilidad común no gubernamentales, sin detrimento de su autonomía con el objeto de que constituyan mecanismos democráticos de representación en las diferentes instancias de participación, concertación, control y vigilancia de la gestión pública que se establezcan.
Siendo la Universidad del Tolima de carácter público y los catedráticos constituyéndose como mayoría en una de sus labores misionales de dicha organización (cerca del 80 % de las labores docentes está a cargo de los catedráticos), no se entiende cómo la Asamblea afirma tal imprecisión. Cabe preguntar entonces: ¿Los catedráticos y tutores de la Universidad del Tolima tienen nuestra total confianza para que orienten los procesos de formación superior de los estudiantes, pero están incapacitados para ser elegidos en los escenarios de gobierno universitario? ¿Es más importante representar un gremio que ejercer la labor misional de formar en los diferentes niveles académicos en la universidad?
La misma Asamblea, más adelante, en el ítem No 7 del citado comunicado, afirma que:
Consideramos conveniente que, en las elecciones de Rector y de representaciones profesorales, los catedráticos y ocasionales participen con un 20% del peso ponderado de los votos, y que los profesores de planta cuenten con el 80% del peso restante. Lo anterior busca proteger a los profesores con este tipo de vinculación de la fragilidad que tienen sus vinculaciones ante las potenciales presiones clientelistas que puedan recibir.
Según la lógica democrática (¿?) de la Asamblea, un docente de cátedra está capacitado para votar por un docente de planta, pero no para ser elegido como su representante; y además, su voto vale la cuarta parte de un voto de un profesor de planta. No deja de ser curiosa esta comparación que habla de un velado desprecio por el profesor catedrático y su papel en el mundo universitario.
Más aún, la precisión que sigue en el comunicado es más reprochable aún al afirmar que por este tipo de vinculación los catedráticos son más vulnerables a “presiones clientelistas”, quedamos ante una paradoja del tamaño de un camello que entra por el ojo de una aguja: se pretende proteger a los catedráticos quitándoles sus derechos. Qué generosos resultan acá los profesores de planta. ¡Pamplinas!, ese desconocimiento del otro hace evidente, así se intente ocultar, una prepotencia elitista y no se corresponde a la realidad que viven las universidades públicas y privadas de Colombia en donde la precarización laboral de este amplio sector se profundiza ante la ausencia de una voz que los defienda en todos los escenarios de decisión.
No es negando derechos que se construye democracia, la democracia es un juego de apertura a los distintos, a los excluidos. Así la Universidad Pública sea un centro de poder académico, debe ser también un laboratorio de apuestas que le permitan a la sociedad aprehender nuevas formas de interactuar. La realidad de la labor docente en Colombia está mediada por un desprecio a la condición de profesor y mal hace un profesor de planta que lucha por sus derechos, desconocer los de sus semejantes.
De seguro que el debate nos llevará a buscar fórmulas equilibradas que le permitan a los docentes de planta y catedráticos a debatir y coadyuvar a construir la universidad pública, y en ello la Universidad del Tolima puede ser ejemplo nacional. Ahora que estamos reformulando nuestros Estatutos tenemos una gran oportunidad para avanzar.
En ese sentido, propongo una ruta para ello: planteemos representaciones profesorales mixtas, de esa manera en cada escenario de participación (superior, académico, facultades y demás) se podrían presentar duplas de un profesor de cátedra y uno de planta. Esta opción suena mucho más convincente que tratarlos de menores de edad política. Vale también recordar que en la historia reciente de la Universidad del Tolima, muchas de las acciones que llevaron a la UT a una crisis aguda, fueron pensadas y ejecutadas en su mayoría por profesores de planta.

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