Por: Carlos Arturo
Gamboa B.
El lunes festivo 16 de octubre, en el
trayecto Bogotá-Ibagué, los conductores del bus de la empresa Fronteras No
7565, con placas WFL 660, y el microbús Vans No 17045, adscrito a Velotax, con
placas SMR 074, protagonizaron una escena no extraña a la cotidianidad de
quienes hacemos uso constante de estos servicios de transporte terrestre. El chofer
del bus cerró peligrosamente a la Vans, que de no ser por la pericia del conductor
y gracias a los escasos centímetros que separaron los dos vehículos, quizás
esta nota fuera necrológica. Eran cerca de las 8:30 PM. Descendíamos hacia
Melgar.
El conductor del bus de Fronteras
siguió ruado, como si nada hubiese pasado. El conductor de la Velotax, en vez
de parar y tranquilizarse, emprendió una furiosa persecución, haciendo caso
omiso a los pasajeros quienes le pedíamos calma. Durante unos 3 kilómetros
asistimos atónitos a una escena propia de Hollywood, pero sin dobles. Varias
veces los dos vehículos se emparejaron en el camino y temimos lo peor. Al final
la Vans logró superar el bus, los conductores descendieron para constatar un
leve raspón de un espejo, magulladura que por unos minutos fue más importante que
la vida de 19 pasajeros de la Vans y un conductor enfurecido por la adrenalina
de las carreteras.
Todo pudo haber quedado en el
anecdotario de mis viajes terrestres, pero luego recordé que este tipo de imprudencia
no siempre termina en anécdotas, a veces cobra vidas y genera indignaciones,
dolor y lágrimas. Por eso decidí
preguntar en esta nota: ¿Quién regula el transporte público terrestre? Pareciera
que nadie, porque a este tipo de imprudencias no documentadas, se le deben
sumar otro tipo de anomalías como el mal servicio ¿cuántas veces les han cobrado
una “ruta que va directa a su destino”, pero luego paran en todo lados a
recoger pasajeros? ¿Cuántas veces los pasajeros deben sufrir por puestos en mal
estado, ausencia de aire acondicionado, conductores acelerados para quienes el
límite de 80 k/h no existe? ¿Quiénes regulan los precios? En temporadas altas las
tarifas se disparan sin que nadie entienda la razón de tal abuso. Y así mil absurdos
más que los pasajeros suelen aceptar con estoicismo y que rara vez reportan a
las empresas porque la prisa del viaje no lo permite.
Espero que esta nota sirva de algo,
al menos de desahogo personal. Eso sí, si los conductores protagonistas de este
mal momento se enteran, ojalá entiendan que por este tipo de escenas no premian
en los Oscar y que a ustedes, así sean irresponsables, también los esperan en sus
casas.
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